Fotografía Alfonso Fernández, de Cáncer Integral

Me llamo Alfonso Fernández. Miriam, mi mujer, falleció a causa de un tumor cerebral en octubre de 2017, tras casi 14 años conviviendo con la enfermedad. Esa es la causa de que haya puesto en marcha este proyecto.

En este artículo intentaré explicar por qué alguien que no es médico ni científico puede atreverse a escribir un blog como éste.

Soy un Ingeniero Industrial con estudios de posgrado en Cálculo de estructuras, Marketing y Analítica digital. He desempeñado trabajos como ingeniero y en otras profesiones de diversa índole: ilustrador, diseñador, programador, Jefe de proyecto, Analista digital o Director de Marketing.

También fui emprendedor y dirigí durante 5 años una Startup de base tecnológica que estuvo a punto de triunfar ofreciendo productos disruptivos a nivel europeo, relativos al mercado laboral. “Estar a punto de triunfar” es un eufemismo de “fracasar”, pero estoy muy orgulloso del recorrido y de la lucha que tuve que emprender, porque de ellos obtuve un aprendizaje clave que he podido trasladar a muchos otros ámbitos.

Mi enfoque de la vida ha sido siempre multidisciplicar, combinativo, sintético, analítico y de mente abierta, incapaz de asumir lo establecido sin preguntar por qué, en búsqueda constante de la comprensión de los mecanismos ocultos en cualquier actividad para implementar soluciones creativas que maximicen la eficacia en la consecución de los objetivos. Obsesivo con la visión global, de conjunto, que requiere conectar elementos aparentemente heterogéneos y planificar estrategias a largo plazo, en vez de enfocarse sólo en tácticas miopes y cortoplacistas.

Soy un ingeniero que ha trabajado como artista, gestor, analista y planificador y que, por tanto, está acostumbrado a la incertidumbre, la complejidad y la ambigüedad; a las ideas abstractas, pero también a las tareas ‘en el barro’ y a la necesidad de tomar decisiones prácticas basadas en datos incompletos, usando medidas creativas e inesperadas, pero siempre fundamentadas en datos objetivos e hipótesis plausibles. A combinar la estrategia más idealista con las tácticas más útiles con fines prácticos.

Mi formación y mi enfoque son científicos, pero también intuitivos. La investigación rigurosa en la evidencia científica disponible es primordial, pero también la crítica a toda asunción proveniente de la costumbre o de la autoridad.

Por ese motivo el tiempo y las investigaciones cada vez más profundas que llevaba a cabo me condujeron a comprender que muchas de las ideas que había asumido sin cuestionamiento estaban erradas. La “ciencia” no era ese perfecto reducto de objetividad y avance incremental (sólo reservado a las matemáticas) sino algo teñido de incertidumbres, sesgos, imperfecciones e intereses comerciales. Era, en definitiva, un asunto profundamente humano.

El cáncer no se libraba de esa visión pesimista que iba adquiriendo, como reflejo en esta serie de artículos que llevan por título: ¿Por qué perdemos la guerra contra el cáncer?

Creo en la importancia vital de la ciencia y del pensamiento científico, pero critico la corrupción de la ciencia y no creo en el dios intransigente, hipócrita y banal del cientificismo, otra forma de pseudociencia. El «consenso científico» es, frecuentemente, tan sólo un acicate que nutre la pereza intelectual y la ausencia de pensamiento crítico.

El mundo actual asiste a una constante pugna entre las recomendaciones de los expertos y una evidencia que no hace sino ponerlos en evidencia y nos hace dudar de la validez de la existencia de muchas instituciones y organismos.

Una discreta parte de los descubrimientos médicos han supuesto un avance notorio, pero el grueso de la medicina farmacológica actual, “basada en la evidencia”, se está convirtiendo en la pseudociencia más peligrosa de todas y en la tercera causa de muerte.

No desecho ninguna idea sin antes concederle el tiempo para analizar en qué se basa, comprendo el inmenso volumen potencial de todo aquello que ‘no sabemos que no sabemos’, y no atiendo a razones de autoridad ni aunque provengan de 100 premios Nobel, sólo a argumentos que combinen razón e intuición.

Disfruto de la ciencia más rigurosa, pero también de la poesía más conceptual. Admiro a quienes se manchan las manos para poner en práctica con creatividad lo que antes han investigado con rigurosidad.

Sí creo que la ciencia es una excelente herramienta para construir un mundo mejor, aunque no es en absoluto la única y debe compartir espacio epistemológico con la filosofía, la literatura, el arte…

Y sólo podrá ser una herramienta útil si elimina de su ecuación el componente de codicia y los objetivos cínicos que corrompen tanto sus resultados como las herramientas concretas que de ellos se desprenden.

Todo este bagaje entró en reacción con la enfermedad de mi mujer y lo que la medicina nos ha ofrecido desde entonces y dio como resultado el blog que estás leyendo. Para saber más acerca del porqué de su existencia, visita esta página.

Bienvenido.

Alfonso Fernández.