Ben Williams

Historias de supervivientes de cáncer avanzado y terminal I: Ben Williams

Las historias de los supervivientes de cáncer avanzado o terminal nos revelan una realidad semejante y, a la vez, profundamente diferente a la que intenta ofrecer la medicina oficial.

Semejante, porque es cierto que el cáncer puede ser vencido, sin importar el tipo, el estadio o la gravedad, aunque sigue siendo una tarea muy difícil.

Diferente, porque cuando eso sucede suele ser porque el enfermo ha llevado a cabo medidas complementarias al tratamiento oficial: casi todos los supervivientes de cáncer avanzado o terminal comparten ciertas características comunes.

Las acciones que todos esos supervivientes siguieron son análogas a las que investigo en el libro Cáncer Integral, donde propongo hipótesis de qué combinaciones de terapias podrían arrojar mejores resultados.

En este grupo de usuarios de Cáncer Integral ya hay un puñado de casos que están consiguiendo estabilizar la enfermedad (con mucha dificultad y altibajos, no existen los milagros) cuando nadie creía que eso sería posible.

Esas 9 características se hacen carne cuando les asignamos nombres y apellidos. Una fotografía, un rostro, una familia, un mundo personal que se ha visto acechado por la enfermedad y que ha sido vencida por la inteligencia y la determinación de un ser humano. No se me ocurre qué historia de superación (alejada de los lugares comunes con los que los gurús de la autoayuda nos bombardean) podría ser más aleccionadora.

Aunque no podemos verificar con certeza la veracidad de todas esas historias, es imposible que todo ellos sean unos farsantes, y muchos han aportado pruebas diagnósticas que certificaban la gravedad inicial de su enfermedad y las pruebas posteriores que contradecían el pronóstico funesto que los médicos les vaticinaban.

Sus historias nos hacen comprender la utilidad de aplicar medidas heterodoxas; más aún, la determinante importancia de SER heterodoxos.

No sólo nos enfocaremos en lo que es semejante en las historias de supervivientes, sino también en las diferencias, porque el panorama se hace aún más revelador: algunos tomaron determinados cócteles de medicamentos y suplementos, otros un listado diferente. Algunos siguieron medidas dietéticas diferentes, pero todos cambiaron su alimentación.

Y todos sufrieron una especie de catarsis que, iniciada por actos o ideas diferentes, condujeron a un mismo proceso liberador que atenuó su estrés y les indujo una sensación de paz. La importancia del aspecto mental y su impacto endocrino no es chamanismo sino ciencia.

Esa aparente diversidad puede servir para comprender los puntos ocultos, comunes a todas ellas, que pueden ser la base de su efectividad.

El éxito reflejado en estas historias de supervivencia a un cáncer terminal debería invitar a lanzar más hipótesis plausibles y a que los ‘científicos’ de salón comprendan que discutirlas no significa dejarse llevar por la vorágine del oscurantismo, sino todo lo contrario: abrir las ventanas al diálogo y a las pruebas con aquellas medidas que están demostrando eficacia terapéutica potencial.

Ben Williams

Ben Williams es el mayor ejemplo de determinación e inteligencia de entre todas historias de supervivientes de cáncer terminal que he leído.

Ben es un paradigma de lo que significa ‘pensar fuera de la caja’ y de cómo el añadido de una buena dosis de creatividad consigue en multitud de ocasiones lo que la simple inteligencia académica es incapaz.

Y también el mayor ejemplo de que la medicina basada en la evidencia, con su esclavitud a las pruebas clínicas impide, en vez de favorecer, el avance de la medicina, por mucho que la mayoría del estamento médico, incluso sus componentes más progresistas, estén convencidos de lo contrario.

Ben era un profesor de psicología de la Universidad de San Diego, California a quien, en 1995 y cuando contaba 50 años, le diagnosticaron un tumor cerebral del tamaño de una mandarina, que resultó ser un Glioblastoma Multiforme y que no pudo ser removido en su totalidad con la cirugía. Se le aplicó también radioterapia, pero ésta no produjo ningún beneficio.

Los médicos le pronosticaron apenas unos pocos meses de vida, así que no tuvo más remedio que asumir la responsabilidad de su tratamiento.

Gracias al acceso que su puesto en la Universidad le franqueaba a estudios e investigadores, se volcó literalmente en recopilar todas las pruebas existentes de fármacos, no sólo antitumorales aún no probados, sino también otros prescritos para otras dolencias pero que habían demostrado en ciertas pruebas que tenían efectos anticancerígenos aunque nadie pusiera el dinero para llevar a cabo pruebas clínicas extensas.

Recordemos que el hecho de que no se haya comprobado la efectividad de una sustancia  en pruebas extensas no implica que sea inefectiva. Ausencia de evidencia de eficacia no implica evidencia de ausencia de eficacia.

Recordemos también que el espacio muestral requerido para determinar que una sustancia tiene eficacia guarda relación inversa con su impacto terapéutico: en el sigo XVIII se determinó que los cítricos curaban el escorbuto gracias a pruebas con 12 marineros y 6 productos. O sea, sólo hizo falta comprobar que en DOS marineros los limones curaban el escorbuto para sacar conclusiones.

Hoy en día, a esos dos pacientes se les llamaría «casos anecdóticos de los que no pueden sacarse conclusiones», y a quien propusiera usar limones para curar el escorbuto (en vez de alguna medicina súper novedosa) se le tildaría de «amimefuncionista».

Eso nos encadena a los carísimos ensayos clínicos que sólo la industria puede poner en marcha, que reclutan a miles de pacientes y que hace que sólo los productos que las farmacéuticas quieren vender sean los que reciben el sello de «científicos». Esos ensayos sólo ponen a prueba, además, UNA terapia de cada vez, casi nunca medidas combinadas.

La trampa de ese hecho nos indica hasta qué punto estamos sometidos a procedimientos muy nuevos que se hacen pasar por inevitables si queremos «hacer ciencia» y tener «evidencia sólida».

Los científicos temen ser llamados divulgadores de pseudociencia y creen que sólo un espacio muestral inmenso puede siempre aportar info valiosa. Pero los ensayos extensos son sólo imprescindibles cuando se comparan fármacos habituales, cuya efectividad es tan baja que se necesitan miles de pacientes para detectar alguna mejora.

Pero cuando alguien remite su cáncer avanzado o terminal, UN SÓLO CASO YA DEBE SERVIR PARA ESTABLECER HIPÓTESIS o, al menos, reflexionar.

Base de la terapia de Ben Williams

Ben Williams descartó la aplicación de ciertas terapias que en ese momento parecían prometedoras y decidió abordar el tratamiento siguiendo este enfoque:

  • El cáncer era una enfermedad sistémica, que debía abordarse de forma integral: había que usar los conceptos de sinergia y cóctel para atacar cada célula cancerígena desde todos los puntos bioquímicos posibles, combinando diferentes estrategias: cambios de estilo de vida y terapias agudas más agresivas.
  • Incluiría cualquier molécula, de cualquier procedencia, sin importar que fuera sintética o natural, a condición de que existiera algún indicio científico de su potencial terapéutico y los efectos secundarios fueran bajos o asumibles.
  • No esperaría a que se completaran pruebas clínicas de dichas moléculas para probarlas, porque no se llevarían nunca a cabo o tardarían tanto tiempo que para entonces él ya estaría muerto. Por lo tanto, debería contentarse con estudios de ciencia básica o preclínicos.

Es decir, un enfoque semejante al de este blog y este libro. Es apasionante conocer o leer acerca de alguna persona que ha alcanzado las mismas conclusiones que uno a partir de datos similares, porque esa confluencia indica que tal vez uno no esté equivocado.

Tras su estudio sistemático, decidió aplicar la quimioterapia existente en ese momento (BCNU y PCV, alternativamente) conjuntamente con otras drogas usadas para otras dolencias, en forma de cóctel y a la vez, en vez de usar el enfoque típico de la medicina, que utiliza una droga primero, y cuando deje de funcionar aplicar otra, de forma lineal. Él, en cambio, decidió apostar por la sinergia.

Usó, por ejemplo (las posibilidades son múltiples, este es sólo un ejemplo):

  • Cloroquina, un fármaco contra la malaria
  • Celebrex, un antiinflamatorio no esteroideo
  • Accutane, empleada contra el acné.
  • Verapamil, un bloqueador del canal del calcio, prescrito para la hipertensión y la angina de pecho.
  • Tamoxifeno, quimioterapia usada contra el cáncer de mama.

También fue variando de quimioterápicos y combinando diferentes dosificaciones y calendarizaciones, mientras trataba de evitar los dolorosos efectos secundarios.

Adicionalmente cambió su dieta, eliminando la comida industrial y añadió múltiples suplementos: selenio, extracto de té verde, extracto de cardo mariano, PSK, etc, todo ello basado en estudios que certificaban, hasta cierto punto, su efectividad.

Los restos tumorales fueron disminuyendo hasta que, unos meses más tarde, un escáner certificó que estaba libre de cáncer, y esa situación ha permanecido inalterada a lo largo de los últimos años, hace más de 20.

Ya no toma ninguno de los fármacos, evidentemente, pero lo que no ha cambiado durante todo ese tiempo es la alimentación y la suplementación.

El abordaje integral, sistémico y original de su tratamiento contra uno de los cánceres más letales, le permitió sortear un pronóstico que tan sólo le otorgaba unos pocos meses de vida.

Demostró cómo usar el conocimiento como una poderosa arma de salud, cómo desterrar los prejuicios y cómo pensar y actuar por uno mismo.

Lo ideal sería que pudieran obtenerse estos beneficios utilizando moléculas que no presentaran efectos secundarios (y eso sucederá con mayor probabilidad si se trata de moléculas no sintéticas), pero cuando uno padece un cáncer tan agresivo no puede andarse con medias tintas y, al menos a corto plazo, debe abordar el tratamiento con el arsenal disponible (a condición de que realmente pueda surtir efecto).

Puede leerse en inglés la historia de Ben Williams en la web de Virtual Trials, dedicada a informar acerca de los últimos tratamientos contra los tumores cerebrales.

Como consecuencia de sus investigaciones Ben publicó un libro, titulado: Surviving «Terminal» Cancer: Clinical Trials, Drug Cocktails, and Other Treatments Your Oncologist Won’t Tell You About ”Sobreviviendo a un cáncer ‘terminal’: pruebas clínicas, cócteles de drogas y otros tratamientos de los cuales tu oncólogo no te hablará”, en donde sugiere combinaciones de drogas, generalmente prescritas para otras dolencias, que podrían ayudar significativamente al tratamiento de los tumores cerebrales malignos.

Un tratamiento con un espacio muestral n=1 que prácticamente ningún médico tomará en consideración… salvo que él mismo padezca un Glioma.

También pueden leerse en la misma web de Virtual Trials varios documentos de extraordinaria calidad (todos ellos en inglés):

La historia de Ben es extraordinaria, y todas las historias extraordinarias inducen y catalizan otro tipo de reacciones y de reflexiones.

A partir de la historia de Ben Williams podemos extraer muchas reflexiones que nos ayuden a comprender el camino sin retorno hacia el vacío (para los enfermos) al que la actual forma de investigar nos está conduciendo y por qué la actual medicina basada en la evidencia es en realidad el sueño húmedo de las compañías farmacéuticas.

Y lanzaremos propuestas con las que todos los enfermos podrán exigir a sus médicos que utilicen las herramientas a su disposición, porque jamás se llevarán a cabo pruebas clínicas extensas y la enfermedad no espera.

Repito: las acciones que todos esos supervivientes siguieron son análogas a las que investigo en el libro Cáncer Integral.

27 Comments

  1. Marian 21 de octubre de 2015
    • Alfonso Fernández 21 de octubre de 2015
  2. Maria Romero 21 de octubre de 2015
    • Alfonso Fernández 21 de octubre de 2015
  3. Josep 21 de octubre de 2015
    • Alfonso Fernández 21 de octubre de 2015
  4. guillermo 22 de octubre de 2015
  5. Pingback: Sobrevivir a un cáncer terminal | Cancer Integral 13 de noviembre de 2015
  6. Marta 17 de abril de 2017
    • Alfonso Fernández 17 de abril de 2017
      • Marta 22 de abril de 2017
      • Alfonso Fernández 22 de abril de 2017
  7. Edwing 17 de octubre de 2017
  8. Manuela 11 de julio de 2018
    • Danitza 25 de mayo de 2019
      • Alfonso Fernández 1 de septiembre de 2019
    • Sandra Franco 25 de enero de 2020
    • Mónica 18 de febrero de 2020
      • Alfonso Fernández 24 de febrero de 2020
    • Jesus 29 de junio de 2020
  9. Erika 18 de febrero de 2020
    • Alfonso Fernández 24 de febrero de 2020
  10. Javier 18 de febrero de 2020
    • Alfonso Fernández 24 de febrero de 2020
  11. Lucía 1 de febrero de 2021
    • Alfonso Fernández 2 de febrero de 2021
  12. Flor 14 de septiembre de 2021

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