inteligencia colectiva,Enfermos contra el cáncer

¿Por qué este blog (y estos libros)? La información y la inteligencia colectiva que podrían derrotar al cáncer

En este artículo explicaré:

 

  • El recorrido intelectual que me llevó a considerar imprescindible comenzar este blog y escribir estos libros
  • Por qué creo que podremos controlar un alto porcentaje de casos de cáncer usando la inteligencia colectiva, con el blog y el libro como cimiento, y apoyando el tratamiento estándar con otras muchas terapias combinadas y sinérgicas, basadas en ciencia.
  • La necesidad de considerar todos los cánceres como una sola enfermedad, que hay que tratar apuntando a sus especiales características metabólicas.

No quiero aportar esperanzas vanas. No va a ser inmediato ni sencillo, pero sí creo que YA existen maneras de que muchas personas se vean beneficiadas.

Ellos serían los primeros en implementar un sistema que podría replicarse y perfeccionarse con el tiempo y la aportación colectiva.

El comienzo de mi recorrido intelectual

El glioma de Miriam, mi mujer, fue diagnosticado por primera vez en 2004, pero reapareció en 2008 ya convertido en un grado III, esto es, agresivo e incurable.

Cuando el médico me comunicó el pronóstico en privado sentí lo mismo que muchas personas que se han dirigido a mí en el blog: como si una montaña de piedras se me hubiera echado encima, y la urgente necesidad de buscar información por internet.

Lo primero que comprendí es que dicha información era abundante pero contradictoria. Y que ni la ‘oficial’ ni la ‘alternativa’ ofrecían estrategias completas de tratamiento.

Salvo algún libro, escrito por supervivientes, que ofrecía información más estructurada (aunque sin el enfoque que creo se necesita), casi todo era deslavazado e insuficiente.

Comencé mi búsqueda en webs oficiales, porque por entonces yo creía, como la mayoría, que la medicina era uno de los reductos de la ciencia rigurosa y que si ella no daba con la clave nadie lo haría.

El cáncer era, al parecer, un conjunto de enfermedades fruto de mutaciones genéticas del ADN nuclear, que conducían a un crecimiento descontrolado de las células. Una teoría convertida en dogma y sustentada desde hacía décadas por la comunidad científica mundial.

Al ser (decían) muchas enfermedades, y ante la aparente dificultad de encontrar dianas terapéuticas generales para todos los cánceres, había que sintetizar muchos fármacos distintos que apuntaban a objetivos concretos de ciertos pacientes de ciertos cánceres.

La tarea era titánica: no me extrañaba que se necesitara alta tecnología y grandes máquinas para desentrañar los misterios del genoma, en el cual parecía radicar el secreto del cáncer.

También me hacía una pregunta: ¿Por qué se creaban centros de oncología integrativa donde se aplicaban terapias dispares y tan diferentes a lo que dictaba es estándar? ¿Por qué –me preguntaba- algunos médicos “abandonaba la ciencia” y unos puestos tan bien pagados para aventurarse en algo así? ¿Sólo por dinero? También les acarreaba muchos problemas, porque eran sistemáticamente atacados por grupos que, por entonces, sólo conocía superficialmente.

La ausencia de evolución real

Pronto comprendí que no había ningún medicamento disponible que pudiera curar a mi mujer. No importaba el centro o el país, todo era homogéneo y estandarizado.

No sólo eso, sino que los datos oficiales revelaban una verdad incómoda: no había existido apenas evolución positiva, teniendo en cuenta la inmensa cuantía económica de las inversiones en investigación.

En los últimos 50 años de “guerra contra el cáncer”, no había habido mejora sustancial en la mayoría de metástasis y gliomas: sólo en leucemias, linfomas y cánceres de testículo, que representaban menos de un 10% del total.

El descenso global en mortalidad se debía en gran parte a la más eficaz prevención mundial del cáncer de pulmón.

Y la quimioterapia en tumores sólidos seguía teniendo una mínima contribución de un 2% a la supervivencia a 5 años

Adicionalmente, la toxicidad de algunas quimioterapias era muy elevada. Los documentos oficiales reconocían que un considerable porcentaje de pacientes morían debido a ella.

En el resto, sus órganos sanos se veían dañados en mayor o menor medida, de forma a veces irreversible, y todo ello sin contar los precios cada vez más desorbitados de los tratamientos

(En esta serie de artículos, dedicada a responder a la pregunta de ¿Por qué perdemos la guerra contra el cáncer? puedes encontrar más información).

Eso significaba que, como mínimo, nos habían mentido en todas esas noticias que aparecían con regularidad en los medios de comunicación y que nos aseguraban estar progresando “en la correcta dirección”.

O bien el cáncer era realmente un poderoso enemigo, o el camino emprendido era incorrecto.

Otto Warburg

Algunas webs, que por entonces yo tildaba de anticientíficas, alertaban acerca de ciertas conspiraciones extrañas y de personajes que yo consideraba poco creíbles. Entre ellos estaba un tal Otto Warburg que -por entonces me parecía increíble- había ganado el premio Nobel en 1931 por sus descubrimientos de la naturaleza y forma de acción de las enzimas respiratorias.

Otto Warburg había realizado sencillos experimentos con células sanas sometidas a una baja concentración de oxígeno (hipoxia).

Las células sanas obtenían la mayoría de su energía oxidando en las mitocondrias combustibles metabólicos como la glucosa.

Pero ante una escasez de oxígeno la célula tenía que depender fundamentalmente de la fermentación de la glucosa en el citosol, en vez de oxidarla en la mitocondria, como usualmente hacen las células normales.

Como la fermentación era un proceso muy ineficiente para obtener energía, la célula necesitaba consumir grandes cantidades de combustible, de glucosa, hasta 250 veces más que una célula normal.

Y ese metabolismo explicaba el comportamiento de las células tumorales pero también el de muchas otras célula sanas con alta tasa de proliferación.

Más evidencias que apoyaban la teoría metabólica

Seguí leyendo otros estudios más recientes y comprendí otras cosas.

A veces ese paso a la fermentación sucedía incluso en presencia de oxígeno, lo cual quería decir que tal vez la mitocondria estuviera dañada o que carecía de la cantidad mínima de ciertos cofactores necesarios para oxidar la glucosa y obtener energía.

La mitocondria controlaba también la apoptosis o suicidio celular. Si las mitocondrias se dañan significa que a la célula le será difícil suicidarse, un mecanismo imprescindible para mantener la homeostasis.

La ausencia de oxígeno provoca que aparezcan unas proteínas encargadas de comenzar una proliferación, un crecimiento debido a la hipoxia.

El escenario estaba listo: una célula inmortal creciendo exponencialmente.

Una vez iniciado, la abundancia de glucosa de las dietas occidentales era un combustible ideal para el tumor, y esa hiperglucemia solía coincidir con la sobreexpresión de factores inflamatorios, que beneficiaban la creación de nuevos vasos sanguíneos (angiogénesis) para nutrir ese crecimiento.

Elegante y coherente explicación del cáncer, que se presentaba en todas las células tumorales.

Aunque no podemos afirmar con certeza que esa sea la causa, es una de las posibles hipótesis razonables que contradicen el dogma oficial, que también es sólo una hipótesis.

Es decir, la epigenética (la influencia en la expresión génica debida a factores externos) podría ser una causa anterior, de estilo de vida, que adelantaba en importancia al estudio de «los genes». La inestabilidad genética existe, es evidente, pero es POSTERIOR a los cambios metabólicos y es un proceso arborescente: unos pocos cambios metabólicos  PREVIOS conducen a MILES de mutaciones genéticas y expresión de proteínas.

Enfocarse en dichos genes y proteínas, demasiado posteriores en la cadena de causalidad, es una locura si el objetivo es curar. Pero una gallina de los huevos de oro si el objetivo es usar miles de fármacos, uno por cada gen mutado/proteína expresada. La oncología molecular es la expresión de un error conceptual garrafal. Los genes nucleares son meros reactivos de unos pocos procesos metabólicos anteriores.

Además, de enfocarse en genes, mejor en los del ADN mitocondrial: mucho más sencillo y muchisimo más vulnerable a las mutaciones. Pero enfocarse en ese ADN, cuyas alteraciones SIEMPRE desembocan en problemas metabólicos supondría dejar de patentar miles de fármacos enfocados en el más complejo ADN nuclear.

Recuerda: la ciencia no se construye con dogmas grabados en piedra, sino con dialécticas constantes entre hipótesis basadas en argumentos razonables y datos objetivos.

El derrumbamiento de mis creencias

Mi primer pensamiento tras comprender que el ‘efecto Warburg’ era casi universal en todos los cánceres y que la correlación entre los más agresivos era casi perfecta fue: no puede ser.

De ser cierto, me dije, ésa sería una diana terapéutica extraordinaria, común a todos los cánceres y que los diferencia claramente de las células sanas.

No puede ser, me repetía, la ciencia y la medicina ya habrían aprovechado mucho tiempo atrás esa característica para actuar.

Un día le pregunté al que era por entonces nuestro oncólogo (licenciado en algunas prestigiosas universidades de EEUU) que qué opinaba acerca de eso que se decía de que la célula tumoral consumía un exceso de glucosa.

Recuerdo muy bien su respuesta: “esa teoría todavía se está probando en la actualidad”.

E inmediatamente después solicitó que a mi mujer le hicieran un PET.

Un PET, o Tecnología de Emisión de Positrones, es una prueba que permite delimitar con bastante precisión el tamaño y malignidad de cualquier tumor.

Consiste en inyectar al enfermo un análogo de la glucosa (2-desoxiglucosa, aunque también pueden usarse algunos análogos de aminoácidos) con un marcador radioactivo.

El tumor (cualquier tumor), absorberá preferentemente el compuesto, ‘creyendo’ que es glucosa, y el marcador radioactivo se reflejará en una pantalla.

A mayor intensidad de color, mayor captación y mayor malignidad. Hay una relación directa entre consumo de desoxiglucosa y agresividad del cáncer.

Los radiomarcadores, pensé también, parecían caballos de Troya que podrían acarrear otras sustancias para acceder al interior de la fortaleza del tumor y usarse como elementos terapéuticos… pero nada de eso se hacía.

Es decir, el médico había encargado una prueba oficial de diagnóstico que se basaba en el efecto Warburg, no en el paradigma genético.

Por lo tanto, al menos a la hora de diagnosticar, la medicina consideraba el cáncer como una alteración metabólica, del consumo de energía, y común en todos los cánceres. Un efecto del que, aparentemente, el oncólogo era ignorante

En cambio, el tratamiento se basaba en otro paradigma diferente, basado en mutaciones genéticas

¿Qué estaba ocurriendo aquí?

El triunfo de la razón

Aunque ya estaba convencido de que algo funcionaba muy mal en la medicina, todo se aceleró cuando leí el libro “Cancer as a metabolic disease”, de Thomas Seyfried.

Un tratado extenso, densísimo y apoyado por centenares de estudios, que desmontaba la teoría genética y demostraba que la causa metabólica era la más racional.

Yo había comenzado a acudir también a las fuentes, en vez de a los intermediarios: las bases de datos científicas.

Y con la teoría metabólica en mente descubrí otras dianas metabólicas que fueron apareciendo ante mis ojos una tras otra, específicas del cáncer y, por lo tanto, alcanzables terapéuticamente:

Exceso de glutaminólisis, ciclo de Krebs extraño, dedicado casi por completo al anabolismo en vez de a la obtención de energía, consumo de acetato, fagocitosis aberrante, autofagia como forma de sobrevivir, dependencia de la metionina, gradiente de ph intra-extratumoral invertido, relación de la hipoxia con la angiogénesis, sobreproducción de enzimas fermentativas y de lactato, ATPasas disminuidas, exceso de anhidrasa carbónica, exceso de hialuronidasas, estado Redox aberrante, dependencia del hierro, presencia dentro del tumor de un estroma fibrótico, microembiente tumoral hipóxico, ácido y con exceso de lactato que anulaba la capacidad citotóxica de las especies inmuitarias infiltradas en el tumor y las obligaba a considerar a la masa tumoral como una herida que había que curar o como un embrión que había que ayudar a crecer, síntesis intracrina (intratumoral) de hormonas, influencia en el sistema endocrino del organismo… y un largo etcétera…

El metabolismo tumoral era mucho más complejo que el simple uso aumentado de glucosa, pero seguía siendo infinitamente menos complicado y más general que atender a miles de supuestas mutaciones genéticas, y se daba casi en TODOS los cánceres.

Terapéuticamente, el abordaje metabólico era mucho más racional y, sobre todo, implicaba acciones relativamente sencillas, que no dependían de costosos y tóxicos fármacos sintéticos. Que cualquier enfermo podía abordar usando sus propios medios, al menos en parte.

Aunque no sepamos con certeza cuál es el origen del cáncer (seguramente una compleja interrelación entre genes y entorno), sí sabemos que las dianas metabólicas son mucho más eficaces para tratar cánceres YA establecidos.

El descubrimiento de los dos mundos de la ciencia

Y entonces dos mundos científicos opuestos se aparecieron ante mí:

Un mundo número 1, conformado por la ciencia básica, en animales y en grupos reducidos de pacientes, con estudios y ensayos llevados a cabo por científicos, centros de investigación y organismos de todo el mundo, la mayor parte de ellos con fondos públicos o de pequeñas empresas privadas.

Este mundo estudiaba procesos biológicos básicos de la célula tumoral, y sometía a pruebas preliminares moléculas de todo tipo, naturales o sintéticas, que apuntaban con frecuencia al metabolismo de la célula cancerígena

Es decir, un objetivo que, de ser alcanzado, implicaría la curación, por abarcar un proceso determinante para la supervivencia tumoral.

Y luego estaba el mundo número 2, el de las pruebas clínicas extensas, caras y que reclutaban a cientos, miles de pacientes, llevadas a cabo exclusivamente por corporaciones farmacéuticas multinacionales.

Este mundo ponía a prueba, en exclusiva, fármacos sintéticos patentables que apuntaban a dianas específicas: generalmente proteínas o enzimas tumorales presentes en algunos cánceres, y nunca de forma homogénea. Siempre basándose en el paradigma del cáncer como enfermedad genética.

Y siempre buscando heterogeneidades y diferencias entre esas “200 enfermedades” que decían era el cáncer, en vez de buscar similitudes y homogeneidades.

Es decir, fármacos que, ya desde el momento de su diseño y síntesis, NO aspiraban a buscar dianas generales sino específicas de determinadas células en determinados tipos de tumor y, por lo tanto, que JAMÁS podrían resultar curativos.

Y comprendí que lo que un médico le receta a un enfermo debe pasar antes, obligatoriamente, por las pruebas clínicas del mundo número 2, bajo control exclusivo de la industria que, por lo tanto, impone el paradigma y las moléculas que le convienen.

El mundo número 1 quedaba así excluido, tachado de ‘alternativo’ y ‘no probado’, aun sabiendo como saben que sólo el mundo número 2 podría poner en marcha los ensayos decisivos.

La prueba definitiva

Pero la prueba definitiva provino de unos ensayos tan sencillos como efectivos, referenciados en este estudio de Thomas Seyfried.

Eligieron un grupo de células sanas y otro de células tumorales e intercambiaron los núcleos entre ellas: núcleos tumorales trasplantados a citoplasmas sanos y núcleos de células sanas trasplantados a citoplasmas tumorales, para ver cuáles seguían siendo sanas y cuáles tumorales.

El resultado:

  • Los núcleos tumorales trasplantados a citoplasmas sanos daban como resultado células sanas
  • Los núcleos sanos trasplantados a citoplasmas tumorales daban como resultado células tumorales

La siguiente imagen resume gráficamente el concepto:

nucelo-citoplasma

Por lo tanto, el problema no radicaba en el núcleo, sino en el citoplasma, lugar de residencia de las mitocondrias, de las membranas celulares y de otros sistemas y organelas involucrados en el metabolismo celular.

7 décadas de estupidez eliminadas por una prueba de gran sencillez.

7 décadas de beneficio económico exponencial y beneficio terapéutico casi nulo.

La enseñanza de las remisiones radicales

El estudio de las “remisiones espontáneas”, como la medicina designa a esos enfermos de cáncer en estadios avanzados e “incurables” de la enfermedad que, sin aparente explicación, remiten por completo, arrojaba más datos interesantes. Hablé de ellos en este artículo.

La mayoría habían emprendido acciones similares, que conformaban un patrón: cambios de dieta, adición de cócteles de fármacos usados para otras dolencias y suplementos, ejercicio físico, control del estrés, cambios emocionales… acciones eminentemente metabólicas.

Pero la medicina no aprendía de ellos. Se limitaba a consignarlos como “casos anecdóticos”.

Algunos cientificistas extremos los denominaban, con un desprecio chocante para cualquier mente racional, “casos a mí me funciona”.

Me acordaba de que el escorbuto se había curado gracias a James Lind, que descubrió en 1747 que los cítricos resolvían la enfermedad tras poner en marcha un experimento con sólo 12 marinos enfermos, divididos en 6 grupos de 2, sin hipótesis previas de la causa (estudio).

Y comprendí que la magnitud del beneficio tiene que ver con el tamaño muestral: a mayor beneficio menor tamaño muestral se necesita para demostrarlo.

Que haya que reclutar a miles de pacientes para detectar una mejora de un tratamiento sobre otro no significa que siempre deba hacerse así, sólo que los fármacos suelen ser tan parecidos en sus pobres efectos que se requiere un espacio muestral enorme para detectar alguna diferencia.

Además, yo pensaba que estar vivo 20 años después de ser diagnosticado de un Glioblastoma Multiforme (denominado por los médicos ‘Terminator’ y con una esperanza de vida media de poco más de un año, incluso aplicando el tratamiento estándar) merecería al menos una reflexión posterior, porque la ciencia ha avanzado a lo largo de los años mediante la observación de fenómenos y el establecimiento de hipótesis plausibles a partir de ellos. Ése es el caso de Ben Williams, que relaté en este artículo.

Pero actualmente todas las ideas que no hayan sido probadas por el mundo número 2 (propiedad de la industria) y, por tanto, diferentes de aquéllas en las que se basa el dogma, serán tachadas de heréticas y ridículas.

Me sonaba a esos casos del pasado donde las autoridades oficiales, pobladas por los más mediocres y carentes de imaginación, habían tratado de coartar a los heterodoxos brillantes que, décadas más tarde, demostrarían tener razón.

Causas comunes en todas las enfermedades crónicas

Más datos: todas las enfermedades crónicas designadas como incurables por la medicina registraban casos de curaciones que habían seguido acciones similares a las de los supervivientes de cáncer. Acciones individuales, tras una búsqueda personal y contradiciendo las recomendaciones oficiales.

La mayoría de esos casos presentaban otras características comunes: se trataba de profesionales inteligentes y con sólida formación, muchas veces científica (ingenieros, químicos, matemáticos, psicólogos, arquitectos, geólogos, físicos, médicos), con mentes analíticas y acostumbrados a resolver problemas complejos.

No se trataba de pobres diablos “engañados por una pandilla de estafadores”.

Además, algunos estudios con un número limitado de pacientes, bajo la lupa de observadores científicos objetivos, demostraban que acciones de estilo de vida conseguían remitir o mejorar sensiblemente diversas dolencias supuestamente incurables:

Algunos estudios con casos de remisiones

Y hay abundantes reportes de remisiones o sensibles mejoras en enfermedad de Crohn, artritis reumatoide, desórdenes psiquiátricos, y un largo etcétera.

La necesidad de un enfoque integral del cuerpo humano. Las enseñanzas de la microbiota

El estudio del sistema inmune, la microbiota y las enfermedades infecciosas también aportaba nuevos datos:

  • A finales del siglo XIX (¡1890!), William Coley había conseguido remisiones de pacientes infectándolos con bacterias que provocaban fiebre y una respuesta inmune general. Su tratamiento, ya aprobado por la FDA para algunos cánceres, pero aún lejos de ser utilizado de forma habitual, es uno de los más exitosos de la historia
  • La relación entre la microbiota (microorganismos que residen en el interior de nuestro cuerpo) y las cepas microbianas que en él habitan y todo tipo de sucesos corporales se hace cada vez más evidente. Su mejora conduce, entre otras muchas cosas, a un ‘mejor’ sistema inmune, para combatir el cáncer. En este artículo hablé de la fascinante relación entre microbiota y cáncer.
  • TODO agente antivírico, antiparasitario, antifúngico o antibacteriano ha demostrado ser también, en mayor o menor medida, antitumoral. Esas moléculas van dirigidas al metabolismo de los microbios, que comparte características comunes con el metabolismo de los tumores.
  • Hay una interrelación directa entre el metabolismo y el sistema inmune

Es decir, aspectos aparentemente no relacionados y heterogéneos, que son ignorados por la mayoría de oncólogos.

El enfoque de la medicina se concentra en lo particular y en la atomización del cuerpo, dividiendo el conocimiento en zonas estanco como si no tuvieran nada que ver unas con otras.

Un oncólogo no se preocupará jamás, por ejemplo, del microbioma, si trata un tumor cerebral. De hecho no se preocupará de casi nada que no sea un ataque frontal contra el tumor, sin consideraciones por el cuerpo que lo rodea.

Su enfoque es reduccionista y mecanicista, pero sirve al propósito de multiplicar los objetivos para diversificar fármacos.

Los dos caminos de la medicina, basados en la economía. Todo es cuestión de objetivos

Para entender el porqué de esta situación hay que acudir a la economía, porque todo se basa en este axioma: una empresa sólo debe preocuparse por maximizar sus beneficios económicos.

La teoría es que, a pesar de que los objetivos de las empresas sean egoístas, de la competencia entre ellas se obtendrían productos cada vez más adecuados para la sociedad.

Es decir, la guerra de egoísmos corporativos traería como resultado inevitable el progreso de la humanidad.

Analicemos con mayor profundidad las consecuencias que se derivan de esto.

Partamos de la base de que todas las empresas tienen como fin maximizar beneficios, y esa ley se hará más evidente cuanto mayor es el tamaño de la empresa.

Una pequeña empresa aún depende en cierta medida de las decisiones personales de sus socios, pero eso no sucede con una multinacional, despersonalizada en miles de accionistas, cuyo cometido se lleva a cabo automáticamente, con independencia de los individuos que la conforman.

Si preguntamos ¿A qué se dedican Coca-Cola, Bayer y el BBVA? Tal vez tengamos la tentación de responder: a la venta de bebidas refrescantes, a la venta de fármacos y al préstamo bancario, pero nos equivocaríamos.

El FIN de todas ellas es maximizar beneficios. Sólo cambian los medios que emplea cada una para obtener ese fin común.

Si nos enfocamos en las empresas farmacéuticas nos encontraremos con que hemos interpretado mal los objetivos que se le suponen.

Su objetivo no es curar, sino maximizar beneficios, usando como medio la venta de fármacos

Cuando asumimos ese cambio de objetivos, todo empieza a encajar. Recorramos los pasos lógicos de las consecuencias de este nuevo planteamiento.

  • Como empresa farmacéutica, mi objetivo es maximizar beneficios
  • El medio para maximizar beneficios será vender fármacos sintéticos patentables
  • Para vender la mayor cantidad de fármacos tendremos que diversificar el número de enfermedades y modificar los límites de qué se entiende por enfermedad
  • Específico del cáncer: para multiplicar fármacos nos interesa multiplicar causas y enfermedades y, por tanto, buscar diferencias en vez de similitudes
  • Los tumores tienen mutaciones genéticas, diversas y múltiples. Nos detenemos aquí: no me importa de dónde vienen ni si son la causa real, porque sirven adecuadamente a nuestro objetivo final
  • Fabrico fármacos que apunten a esas múltiples dianas, variables entre cada tumor y cada paciente. Tantos como pueda. Fomento la “medicina personalizada”, que es sinónimo de multifarmacológica
  • La competencia, la llamada medicina ‘alternativa’, propone medidas que podrían mermar mi cuota de mercado: deben ser sistemáticamente desprestigiadas.
  • Debemos influir en la medicina para que imponga unas medidas afines a nosotros. Nos infiltraremos en ámbitos académicos para imponer nuestra visión de las enfermedades, una que busca la desconexión, la heterogeneidad y la diversidad, y tratamientos basados exclusivamente en moléculas sintéticas patentables de las que obtener beneficios. La medicina nos dará la pátina de ‘ciencia’, venerabilidad y prestigio
  • Tomaremos el control de las pruebas clínicas extensas, que sólo nosotros tenemos la capacidad de pagar. Impediremos que se ponga a prueba nada que no permita maximizar beneficios. Sólo las moléculas patentables serán candidatas a tener «evidencia».
  • Como debemos demostrar la eficacia de nuestra molécula nunca haremos pruebas con terapias combinadas, sólo aisladas, lo cual es un atentado conceptual: el organismo es el sistema complejo por excelencia, que no puede ser influenciado en ‘puntos aislados de presión’, en pathways bioquímicos aislados. Somos una acumulación de relaciones de astronómica complejidad que se modifican unas a otras. Las pruebas deberían aunar muchas medidas, pero al hacerlo la empresa NO podría demostrar que su molécula es la responsable de la posible mejora.
  • Controlaremos los organismos dedicados a aprobar las terapias y conseguiremos publicar sólo los resultados positivos, ocultar los negativos, reclutar a pacientes que sea más probable que respondan bien y usaremos como métricas de éxito variables surrogadas, métricas ‘ad hoc’ fabricadas para poder ‘demostrar’ la validez de la molécula, aunque con el tiempo generalmente se demuestra que no incrementa la calidad o la cantidad de vida, lo único que realmente le importa al enfermo.
  • Difundiremos la idea de que lo que no se usa por la medicina es porque se ha demostrado que no sirve y que es ‘anticientífico’. Pagaremos a bloggers y trolls para impedir las disensiones y calificar de ‘conspiranoia’ toda teoría que se acerque peligrosamente a la verdad.
  • Fundaremos oligopolios de multinacionales con objetivos comunes, de tanta fuerza que impongamos nuestra visión y levantemos barreras de entrada casi insalvables a quienes busquen cambiar el paradigma.
  • Ganaremos tanto dinero que sólo la venta de armas y de drogas nos superarán como modelo de negocio exitoso.
  • Morirán millones de personas debido a ello, puesto que NO curamos ni pretendemos hacerlo y bloqueamos todo avance que haga propuestas disruptoras: no nos interesa invertir en nuevas formas terapéuticas, porque ganamos trillones haciendo ligeras variaciones de lo de siempre. Las empresas que quieren innovar suelen ser pequeñas, sometidas a fuertes barreras de entrada y a los ataques de los medios de comunicación, en cuyos consejos de administración se sientan miembros de las empresas que deberían fiscalizar.

Enfoquémonos ahora en los objetivos de pacientes y familiares: CURARSE. Y hagamos de nuevo el razonamiento lógico de las consecuencias de ese diferente objetivo

  • Mi objetivo es la curación
  • Debo conocer al enemigo y saber qué lo diferencia de las células sanas
  • A ser posible buscaré objetivos lo más genéricos posibles: las similitudes antes que las diferencias
  • Los cambios genéticos son posteriores a los cambios metabólicos y son múltiples, por lo tanto no son la causa y no me interesan para curar: el metabolismo común de todos los cánceres es una excelente diana
  • Como busco la calidad de vida del enfermo y no puedo acceder a fármacos, me enfocaré preferiblemente en acciones simples y moléculas naturales que han demostrado, a lo largo de los milenios, carecer de efectos secundarios.
  • Usaré la ciencia del mundo número 1, porque es la única a la que puedo aferrarme.Me gustaría que hubiera pruebas del mundo número 2, pero la industria lo impide. Me llamarán ‘anticientífico’ y magufo por ello.
  • Gracias al uso de moléculas inocuas o dietas, puedo combinar muchas de ellas buscando la sinergia.
  • Ninguna de esas acciones es patentable. No hay forma de maximizar beneficios si nos enfocamos en ellas, pero sí de curar.

Es decir, y aunque parezca increíble: los objetivos de los pacientes y los de la medicina (guiada por la industria) son opuestos y hasta incompatibles

No se puede curar el cáncer ni ninguna enfermedad crónica si eres una empresa que persigue el beneficio máximo. Es imposible. Y, como relato en el grupo de artículos que explican por qué perdemos la guerra contra el cáncer, no es posible que alguien dentro del sistema obtenga la cura. Lo explico con amplitud en este otro artículo.

La búsqueda de beneficio no ha desembocado en una mejora para la humanidad, sino en algo muy similar a un genocidio.

No se necesita buscar conspiraciones para explicarlo: no es más que el resultado inevitable de la ley del mercado que nos rige.

Si sabemos hasta qué punto los bancos han corrompido la economía y provocado la crisis que padecemos, debemos entender cómo la industria farmacéutica ha corrompido la medicina y la ciencia.

Eficacia versus eficiencia

Eficacia es saber qué tareas hay que ejecutar para alcanzar nuestro objetivo. Se enfoca en el qué.

Eficiencia es alcanzar el objetivo ejecutando las tareas con la mayor economía de medios: tiempo y dinero. Se enfoca en el cómo.

Para ser eficiente antes debes ser eficaz. Hacer cada vez mejor una tarea que no nos conducirá a nuestros objetivos es una pérdida de tiempo.

Si el objetivo es curar, la industria farmacéutica es ineficaz, y se enfoca en una eficiencia que no conducirá a conseguir esos objetivos.

Y eso sucede porque la curación no es su objetivo: su objetivo es maximizar beneficios, y en eso sí son tremendamente eficaces.

Los casos particulares de pacientes que, todos los días, remiten su enfermedad aplicando medidas metabólicas, son eficaces (para curar), aunque ineficientes al no tener los medios para mejorar y sistematizar las medidas que han aplicado.

Las conclusiones que extraemos de este sistema

Se pueden desprender varias conclusiones de todo esto:

  • YA existen las medidas terapéuticas que pueden controlar el cáncer. El problema no es “investigar para descubrir”, sino para encontrar la mejor combinación de terapias
  • Si el objetivo de la industria hubiera sido la curación y hubiera puesto a disposición de ese fin todos sus recursos, el cáncer sería una enfermedad curable desde hace décadas. De hecho, si estallara una guerra en la que resultara ganador quien antes descubriera la cura del cáncer, en 3 años veríamos avances varios órdenes de magnitud superiores a los obtenidos durante los pasados 70. Todo debido a que los objetivos habrían cambiado.
  • La industria JAMÁS será eficaz para curar, porque ése no es su objetivo, sino maximizar beneficios y ese objetivo requiere medidas opuestas y totalmente incompatibles con las de la curación.
  • Hay un conjunto enorme de estudios científicos del mundo número 1 que ruegan que se pongan a prueba medidas de gran eficacia potencial, pero, como sabemos, eso no pasará jamás.
  • La ciencia y la medicina están secuestradas por la industria farmacéutica.Una parte considerable de la medicina, sobre todo de base farmacológica, es pura pseudociencia. Por supuesto, no descarto toda la medicina, ni todos los fármacos, porque han salvado vidas, y la mayoría de médicos sólo son honestos profesionales que intentan cabalmente ayudar a sus pacientes, pero el ratio coste/beneficio de gran parte de los fármacos y terapias es enorme y su peso recae enteramente en los hombros de los enfermos y sus familiares.
  • La mayor parte del conocimiento de los oncólogos es como una cáscara vacía, porque se basa en un paradigma ineficaz para curar.Un ciudadano que acceda y comprenda los estudios del mundo número 1 estará tan o más capacitado que ellos para hacerlo.Einstein dijo: “Todos somos muy ignorantes, lo que pasa es que no todos ignoramos las mismas cosas”.Lo que importa es que el conocimiento esté enfocado a la curación, pero gran parte del conocimiento oncológico actual no lo está.

La conclusión principal

El corolario principal que se desprende de esto es: los enfermos y sus familiares estamos solos. La oncología oficial sólo ofrecerá en la mayoría de los casos terapias que no buscan curar sino alargar la vida.

Es decir: debemos ser nosotros quienes autoexperimentemos esas recomendaciones de los estudios del mundo número 1. Como usaremos terapias inocuas, el riesgo será mínimo.

Para ello deben pasar dos cosas:

  1. Para ser eficaces debemos estar informados de forma precisa y exhaustiva, con información científica del mundo número 1:Miles de estudios aparentemente inconexos, pero íntimamente relacionados si se usan bien, que apuntan a moléculas y terapias de extraordinario potencial que el mundo número 2 no desea someter a prueba porque va en contra de sus intereses.
  2. Para ser eficientes, los enfermos y familiares debemos estar unidos y en contacto, compartiendo los resultados de nuestras autoexperimentaciones

La inteligencia colectiva es la que nos conducirá a la solución, sin esperar por la ‘ciencia’ del mundo número 2 ni por la oncología oficial.

    • Paso uno: Inteligencia eficaz para leer cientos de estudios, conectar y sintetizar la información y proponer terapias combinadas (nada de ‘balas mágicas’) basadas en ellos de forma integrada, en un blog y un libro.
    • Paso dos: Inteligencia eficiente para compartir lo que sucede cuando aplicamos esas terapias y proponer mejoras o variaciones mediante foros y grupos privados.

La idea es definir gracias al libro una estrategia inicial de terapias eficaces, y poner después en marcha, con el libro como base y gracias a la participación de muchos usuarios, una suerte de «prueba clínica virtual» que, de forma iterativa y con el tiempo, determine cómo mejorar la eficiencia de dichas terapias.

Es un objetivo ambicioso y lleno de dificultades, pero factible.

La necesidad de no ser un experto y porqué nadie escribe un libro como éste

La inteligencia que se debe desplegar para completar el paso uno anterior requiere ser experto en no ser experto. Me explico:

La ciencia se compone de avances realizados por hiperespecialistas, enfocados en la profundidad antes que en la amplitud.

Científicos que se pasan toda su carrera investigando, por ejemplo, un único grupo de moléculas, y que adquieren una notable visión túnel y a veces no comprenden el alcance global de lo que investigan.

Es como el cuento de los sabios ciegos y el elefante: para saber qué era un elefante, todos tuvieron que acercarse a él y tocarlo. Uno se acercó a la cola y dijo que un elefante era como una soga. Otro tocó un colmillo y dijo que era como un sable. Otro tocó una pata y dijo que era como una columna.

Para ver el elefante en su conjunto hay que alejarse un poco. Para ver el bosque hay que sobrevolarlo, o los árboles nos lo impedirán.

Como en tantos problemas de la vida, abordar el cáncer requiere estrategia, y la estrategia requiere coordinación de partes heterogéneas. No es necesario (ni a veces posible) ser experto en todo lo que se necesita para abordar una estrategia.

La tarea debe ser como pintar un cuadro de grandes dimensiones: te acercas, pintas un poco y luego te alejas para ver cómo han quedado esas pinceladas en la imagen global del cuadro.

El cáncer es igual: comprendes el alcance del problema, investigas con la suficiente profundidad una parte, te alejas para inscribirla en el conjunto y relacionarla con el resto de las partes.

Vuelves a acercarte para investigar otra parte, lo suficiente para ser eficaz en relación a tus objetivos, te vuelves a alejar…

Es decir, no necesito saberlo todo de bioquímica, nutrición, biología, fisiología, anatomía o farmacodinámica, pero sí conocer de estas disciplinas lo suficiente para relacionarlas en una estrategia global.

Y me subiré a hombros de infinidad de expertos que comparten su conocimiento en miles de estudios que profundizan una parte específica, pero no relacionan con el resto de las partes.

Mi labor es hacer esa integración entre elementos diversos y “unir los puntos” entre ellos para, al alejarnos, percibir una imagen que adquiera coherencia y sentido: la estrategia eficaz de tratamiento.

Los nutricionistas no suelen saber qué caracteriza a un cáncer. Un investigador de cannabinoides puede perderse con aspectos de nutrición. Un médico puede no saber nada de microbioma.

Sólo se necesita determinación y una visión multidisciplinar de las bases de datos científicas (sobre todo las que atañen al mundo número 1), para alcanzar la visión necesaria, sin necesidad de ser médico, biólogo o bioquímico.

Y ésa es la tarea que maximizará la eficacia a la hora de alcanzar nuestro objetivo, que es la curación.

El problema de las terapias «alternativas»

Así como hay médicos honestos y deshonestos, terapias estándar válidas e inválidas, el mundo de las terapias «alternativas» puede ser igualmente confuso y deslavazado.

Hay profesionales honrados que aplican terapias no estándar con sólida base científica y rigurosidad intelectual y procedimental, pero también casos de profesionales que, bien movidos por la ignorancia o la ingenuidad, o bien por el mero interés económico, hacen un flaco favor a quienes intentamos que el matiz y la racionalidad imperen.

El blog y el libro son intentos por plantear mejores cuestiones y resolverlas aplicando hasta donde la ciencia puede llegar, evitando las pseudoterapias en las que frecuentemente caen profesionales de ambos mundos, aparentemente opuestos pero presos de similares sesgos cognitivos y falacias de autoridad.

Será un intento por proponer soluciones prácticas mientras asumimos con madurez la incertidumbre y hasta las contradicciones que plantean los datos, sabiendo que jamás tendremos seguridades, tan sólo probabilidades razonables.

La necesidad del blog y los libros

Ahí es donde entra en juego este blog y los libros.

Un blog es un excelente escaparate y permite atraer a usuarios que realmente pueden beneficiarse, pero ofrece información deslavazada.

Un enfermo necesita cambiar su vida de arriba abajo con múltiples acciones sinérgicas. Necesita estructura y estrategia, no píldoras ni acciones sueltas, por muy trabajados que estén los artículos del blog.

Necesita saber qué conjunto de acciones puede aplicar y porqué.

Necesita maximizar su eficacia al acceder a la mejor información reunida, relacionada y fácilmente disponible.

Y esa agrupación, síntesis y estructura se consigue mucho mejor con un libro. Por eso debe escribirse. El blog es el escaparate informativo y el punto de reunión donde solventar dudas particulares. El libro es el aglutinante de las toneladas de información disponible.

El libro será el trampolín para proponer una estrategia sinérgica de terapias basadas en la ciencia que de verdad tiene como objetivo la curación.

Y, a partir de él, construir una comunidad que, con sus aportaciones adicionales y su autoexperimentación, nos permita deducir las estrategias más eficaces y también más eficientes para controlar cualquier cáncer.

Es decir, un blog y unos libros eficaces que sirvan de base a una comunidad eficiente.

Gracias.

Alfonso Fernández

140 Comments

  1. Jose Dagoberto de la Graza Paredes 25 de septiembre de 2016
    • Alfonso Fernández 25 de septiembre de 2016
      • Erica 4 de diciembre de 2019
      • Alfonso Fernández 5 de diciembre de 2019
  2. mat 25 de septiembre de 2016
    • Alfonso Fernández 25 de septiembre de 2016
  3. jose luis 25 de septiembre de 2016
    • Alfonso Fernández 25 de septiembre de 2016
  4. Juliana 25 de septiembre de 2016
    • Alfonso Fernández 25 de septiembre de 2016
  5. Victor manuel sanchez malagon 26 de septiembre de 2016
    • Alfonso Fernández 26 de septiembre de 2016
  6. jose alvarez cutrin 26 de septiembre de 2016
    • Alfonso Fernández 26 de septiembre de 2016
  7. Ainhoa 26 de septiembre de 2016
    • Alfonso Fernández 26 de septiembre de 2016
  8. Joan Marc 26 de septiembre de 2016
    • Alfonso Fernández 26 de septiembre de 2016
  9. Lucia 27 de septiembre de 2016
    • Alfonso Fernández 27 de septiembre de 2016
  10. Sara 27 de septiembre de 2016
    • Alfonso Fernández 27 de septiembre de 2016
      • Maria 18 de noviembre de 2016
  11. Cristinarq 27 de septiembre de 2016
    • Alfonso Fernández 28 de septiembre de 2016
  12. Victoria 28 de septiembre de 2016
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    • Alfonso Fernández 29 de septiembre de 2016
  14. Alejandra 28 de septiembre de 2016
    • Alfonso Fernández 29 de septiembre de 2016
  15. Angel 30 de septiembre de 2016
    • Alfonso Fernández 30 de septiembre de 2016
  16. Manuel 1 de octubre de 2016
    • Alfonso Fernández 1 de octubre de 2016
  17. Marilu Serrano 1 de octubre de 2016
    • Alfonso Fernández 1 de octubre de 2016
  18. Luciano Barrero Fernández 2 de octubre de 2016
    • Alfonso Fernández 2 de octubre de 2016
  19. Pazpernia 2 de octubre de 2016
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  20. Gotzon 4 de octubre de 2016
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  21. gaula09@gmail.com 4 de octubre de 2016
    • Alfonso Fernández 4 de octubre de 2016
  22. alegria 6 de octubre de 2016
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  23. Alejandro 8 de octubre de 2016
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  24. Isabel 13 de octubre de 2016
    • Alfonso Fernández 14 de octubre de 2016
  25. Mario 13 de octubre de 2016
    • Alfonso Fernández 14 de octubre de 2016
  26. Fran 15 de octubre de 2016
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  27. ademir 18 de octubre de 2016
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  28. Vicent Chulià 18 de octubre de 2016
    • Alfonso Fernández 18 de octubre de 2016
  29. jose antonio trancon cadenas 20 de octubre de 2016
    • Alfonso Fernández 21 de octubre de 2016
  30. Superkali 20 de octubre de 2016
    • Alfonso Fernández 21 de octubre de 2016
  31. Mariano Calderon 22 de octubre de 2016
    • Alfonso Fernández 22 de octubre de 2016
  32. mariano 22 de octubre de 2016
  33. Armando 22 de octubre de 2016
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  43. Miguel 28 de noviembre de 2016
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  51. Carlos 18 de abril de 2017
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  59. María José García Martínez 11 de diciembre de 2019
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  64. Oscar Muñiz 28 de abril de 2020
  65. GERARDO RODRIGUEZ POLO 4 de mayo de 2020
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    • Alfonso Fernández 5 de abril de 2021
  67. Loli 21 de mayo de 2021
    • Alfonso Fernández 8 de junio de 2021
  68. Ancasale 9 de junio de 2023

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