Terry Wahls

Los 9 hábitos de los enfermos de cáncer ‘incurable’ que terminaron por controlar la enfermedad

Lo que una remisión completa de Esclerosis Múltiple nos enseña del cáncer y de todas las enfermedades crónicas.

Este artículo tiene dos objetivos:

El primero es aportar una esperanza sólida, incluso a pacientes en un estadio avanzado de la enfermedad. No usaremos la palabra curación sino control o remisión. Curación es demasiado manipulador y no permite comprender la complejidad de aquello a lo que nos enfrentamos

Sé que la esperanza a secas, basada tan sólo en un salto de fe, no basta: la esperanza infundada es extraordinariamente peligrosa, aunque es mucho mayor el veneno de la resignación y de la impotencia, que proceden del desconocimiento y de la incertidumbre.

La esperanza de la que hablo no se basa en promesas falsas, sino en pruebas, estudios científicos y testimonios reales de supuestas ‘anomalías’ (también llamadas con cierto desprecio ‘casos a mí me funciona’): miles de personas en todo el mundo que han vencido a la enfermedad usando su propio conocimiento y voluntad, a pesar del funesto pronóstico de los médicos,  mediante la aplicación de medidas que son, en todos los casos, muy similares.

El segundo objetivo es sentar una bases teóricas que, junto con los anteriores artículos relativos a la dieta cetogénica y al efecto Warburg, me permitan describir, en sucesivos artículos, estrategias combinadas de acciones concretas, eminentemente prácticas y basadas en ciencia, y que puedan ser aplicadas por cualquier enfermo sin más armas que su voluntad.

Conozcamos, en primer lugar, el caso de una remisión completa de esclerosis múltiple y, después, explicaremos qué consecuencias podemos extraer de su historia, para abordar el tratamiento del cáncer y de cualquier enfermedad crónica.

Entra Terry Wahls

Terry Wahls es una médico canadiense a quien diagnosticaron esclerosis múltiple en el año 2001. La enfermedad avanzó progresiva pero rápidamente, a pesar de haber aplicado con obediencia  todo el arsenal de fármacos prescritos por la medicina convencional, hasta dejarla recluida en una silla de ruedas.

Fue en ese momento cuando decidió que la guerra aún no estaba perdida: investigó, evitó los fármacos convencionales, asumió la responsabilidad de su tratamiento, cambió su estilo de vida y, pocos meses después, volvía a andar y hasta a montar en bicicleta.

Antes de que profundicemos en lo que la remisión absoluta de su enfermedad nos dice del cáncer y de todas las enfermedades crónicas, os aconsejo que veáis y escuchéis este vídeo, donde ella misma, en una de las charlas TED, nos cuenta su historia.

Está dividida en dos partes, y está subtitulada al español.

Es demoledora por su sencillez y por su claridad.

Lo primero que debemos entender es que su caso es real, constatado: las pruebas médicas decían que progresivamente iría perdiendo funcionalidad y que no existía curación. Los médicos lo decían y lo repetían machaconamente.

Pero se equivocaron.

Lo segundo es que su mejoría se produjo después de que ella misma tomara las riendas de su vida y realizara los cambios que explica en el vídeo. Por lo tanto, su remisión ha tenido que deberse a dichos cambios.

¿Enfermedades diferentes?

Algunos a quienes les he comentado este caso me han respondido algo curioso: “sí, bueno, pero es que sólo es un caso”, me dijeron.

Eso me dejó perplejo.

¿Acaso un solo caso no debe moverles, al menos, a reflexionar acerca de la disonancia entre la medicina oficial y esa manera aparentemente ‘naif’ de enfrentarse a la enfermedad y superarla?

¿No sienten curiosidad de conocer más? ¿No se preguntan cómo es posible que la híper tecnológica y millonaria maquinaria de la medicina oficial sea ridiculizada por la voluntad y la inteligencia de una sola persona? Sobre todo porque no existe ni un solo caso similar que haya conseguido vencer a la enfermedad aplicando solamente los carísimos fármacos sintéticos.

Lo cierto es que la ciencia ha avanzado a lo largo de la historia observando anomalías, como el Doctor Fleming podría atestiguar: experimentación, observación, establecimiento de hipótesis y vuelta a empezar. Aunque se trate de un solo caso, debe servirnos para establecer y poner a prueba hipótesis que nos acerquen a la verdad.

Si analizamos el vídeo y lo que dice, sonará familiar a quienes han leído mis post anteriores, dedicados a la Dieta Cetogénica y al efecto Warburg: mitocondria dañada, abundante glucosa, venenosa alimentación occidental basada en grano, inflamación, sistema inmune…

Es decir: los mismos ingredientes parecen estar detrás de dos enfermedades que la medicina oficial considera diferentes.

Para probar que detrás de la aparentemente milagrosa recuperación de Terry Wahls hay métodos realmente eficaces, deberían obtenerse resultados parecidos si dichos métodos se repitieran en quien padeciera una enfermedad similar. Es decir, el método debería ser replicable y, por tanto, deberían existir otros casos análogos.

Podemos ir más allá en la hipótesis y aventurar que, ya que parecen existir similitudes bioquímicas y fisiológicas de fondo entre el cáncer y la esclerosis múltiple (los mismos procesos de base alterados: inflamación alta, mitocondria dañada, sistema inmune alterado), también podríamos encontrar remisiones de cánceres avanzados en personas que aplicaron métodos similares a los de Terry Wahls.

Y los hay.

No uno, ni dos, ni cien, sino miles de casos registrados, aunque no por los oncólogos que atendieron previamente a esos pacientes y a los cuales desahuciaron.

Estudios de campo ‘domésticos’

Cuando, allá por 2008, me enfrenté a la abrumadora montaña de información referida al cáncer, comprendí enseguida que existía un rastro que unía a ciertos casos ‘inexplicables’, que la medicina oficial etiquetaba como ‘remisiones espontáneas’ y cuya autenticidad se había constatado.

Todo investigador que se precie debe encontrar generalidades a partir de los casos particulares. Elevarse por encima de los detalles hasta obtener una visión global y desarrollar una hipótesis genérica. Y sólo a continuación deberá sumergirse en las particularidades de ese ‘bosque’ para ponerle nombre y apellidos a los ‘árboles‘ que lo forman.

Cuando me enteré del alto porcentaje de oncólogos que, en algún momento de su carrera profesional, se habían encontrado (o bien terminarían con encontrarse) con alguno de esos casos, comprendí que su volumen podría ser lo suficientemente alto como para poder detectar patrones comunes y establecer alguna hipótesis general.

Si de entre esas personas que remitieron a pesar de los costosos tratamientos oficiales y de la inteligencia de los médicos, que los habían considerado incurables, se podía desprender una serie de comportamientos o hábitos específicos de su grupo, entonces podríamos establecer la hipótesis de que dichos hábitos los habían conducido a dicha remisión.

Tenemos la ventaja de que no somos médicos. Un médico diría que esa observación no es estadísticamente significativa, y bien sé yo, que soy Ingeniero, que la ‘forma’ de su razonamiento es correcta.

Pero también sé que la intuición nos dice al oído que no existe un paralelismo de remisiones similares en los grupos que, simplemente, se sometieron con obediencia a los tratamientos estándar; y que ahí se esconde una irregularidad que debe ser estudiada.

Además, los estudios oficiales para poner a prueba estas hipótesis nunca se llevarán a cabo, por dos razones.

  • Una: porque las variables implicadas en él serían excesivas. Las pruebas establecen si una o dos variables son responsables de un determinado cambio fisiológico positivo y si dicho cambio es significativo, es decir, establecen si existe una relación de causa-efecto comprobada. Pero las variables implicadas en el cambio global de un estilo de vida son demasiadas como para que alguien se lance a ponerlas a prueba.
  • Dos: porque quien tiene la capacidad de poner el dinero para arrancar dichas pruebas no obtendría un beneficio de ellas. Y eso incluye a las compañías farmacéuticas y a los sistemas públicos de salud. Infestados como están los primeros de analistas de negocio; de políticos, los segundos; ambos dedicados a la tarea de rentabilizar lo antes posible una inversión, es imposible que ninguno de ellos se implique en una tarea con un componente tan elevado de altruismo.

Si, además, las medidas que se deducen de ese grupo que venció a la enfermedad son inocuas o el riesgo de su aplicación es bajo, nos encontraríamos con un escenario ideal: una hipótesis plausible que, de ser errónea, no dañaría aún más al enfermo pero que, de ser cierta, podría significarlo todo.

Todo.

Vamos a explicar porqué debemos confiar mucho más en nosotros mismos, pero es una explicación larga, así que quien quiera saltársela e ir al grano de lo que se deduce de los casos de personas que han remitido contra todo pronóstico, puede saltarse unos cuantos bloques de texto y acceder directamente mediante este enlace

¿Enfermedades, o una sola enfermedad?

Prosigamos los razonamientos y establezcamos más hipótesis plausibles: ¿sólo esas dos enfermedades comparten características de base? ¿Podríamos encontrar esas similitudes en otras enfermedades?

Mostremos algunos datos, aparentemente deslavazados, pero que conforman una red que, en conjunto, es muy explicativa:

  • Desde que se emprendió la ‘cruzada ‘, en los años 80 y 90 del siglo XX por una alimentación ‘saludable’, basada en una pirámide nutricional con casi un 70% de carbohidratos y grano, los casos de diabetes tipo 2, obesidad, cáncer, alzheimer y cualquier enfermedad crónica se han disparado.
    La correlación es evidente y la epidemiología nos hace sospechar que hay una relación causa-efecto entre la dieta que, supuestamente, nos devolvería la salud y los datos que concluyen que ha conseguido exactamente el efecto opuesto.
  • “Si quieres conocer la verdad, sigue el rastro del dinero”, decía Lester Freamon, el extraordinario personaje de la extraordinaria serie ‘The Wire’, menospreciado por sus superiores a pesar de su inteligencia y honestidad: en el mismo punto en que la curva de enfermedad comienza a aumentar estrepitosamente, lo hace también la curva de ganancias de las empresas alimentarias y farmacéuticas.
  • La dieta Cetogénica es oficialmente el tratamiento más eficaz contra las epilepsias refractarias, por encima de cualquier fármaco. Empiezan a obtenerse resultados esperanzadores en Alzheimer y Parkinson.
  • En algunos estudios con cohortes de pacientes se demostró que los ALTOS niveles de colesterol se relacionaban con BAJAS tasas de Alzheimer y Parkinson, siempre que los triglicéridos estuvieran BAJOS. La dieta cetogénica y, en general, las dietas bajas en carbohidratos, hacen descender el nivel de triglicéridos, pero pueden incrementar el de colesterol . De ahí que hayan sido satanizadas sin fundamento durante décadas.
  • No existe relación entre el consumo de grasas saturadas y el nivel elevado de colesterol
  • No existe relación entre el consumo de huevos y el colesterol
  • Peor aún: no existe relación entre niveles de colesterol y afecciones cardíacas
  • La mitad de quien sufre un infarto tiene niveles ‘saludables’ de colesterol
  • La venta de 3 tipos de estatinas (medicamentos para hacer descender los niveles del colesterol), los fármacos más vendidos del mundo, suponen para las compañías farmacéuticas unos ingresos que igualan el PIB de algunos países.
  • Algunos estudios avalan que los síntomas del autismo remiten en parte al seguir una dieta baja en carbohidratos y al eliminar el gluten.
  • Existe una relación directa entre el cociente triglicéridos/colesterol bueno y la probabilidad de morir por cualquier causa. Repito: por cualquier causa. A mayor índice (mayor volumen de triglicéridos en relación al de colesterol bueno) mayor probabilidad de muerte.
  • Los triglicéridos son grasas, sí, pero se producen en el hígado a partir de la glucosa, NO a partir de las grasas consumidas. Las grasas no inducen subida de triglicéridos, la glucosa, que procede de los carbohidratos, sí.
  • La falta de vitamina D se comienza a asociar a multitud de dolencias: esquizofrenia, parkinson, o enfermedades autoinmunes como la diabetes tipo I o la esclerosis múltiple
  • Las hormonas sexuales (estrógenos y andrógenos), así como la vitamina D, provienen del colesterol; un colesterol bajo suele conducir a hormonas y vitamina D también bajas.
  • La deficiencia de vitamina D es común en casi todas las dolencias: cáncer, esclerosis múltiple, Alzheimer, etc.
  • Es absolutamente falso el extendido mito según el cual el cerebro sólo consume glucosa. Es cierto que un conjunto minoritario de células del cerebro sólo pueden consumir glucosa, pero el resto no sólo pueden consumir cuerpos cetónicos, sino que se ha demostrado que son su combustible preferido y el que mantiene el cerebro en un estado más saludable.
  • Quien padece diabetes tiene el doble de riesgo de padecer Alzheimer
  • Quien padece diabetes tiene una mayor probabilidad de padecer cáncer
  • Los pacientes de cáncer con resistencia a la insulina tienen bastante peor pronóstico, así como los pacientes con hiperglucemia.
  • Los obesos tienen mayor riesgo de padecer cáncer, y su pronóstico es peor.
  • La obesidad la induce la insulina elevada. La insulina elevada es inducida por la glucosa elevada. La glucosa elevada proviene, en su gran mayoría, de los carbohidratos.
  • Según la Johns Hopkins: la correlación entre consumo de carbohidratos y cualquier tipo de cáncer es directa y elevada. Media en el consumo de proteínas, inversa en el consumo de grasas: a mayor consumo de grasa, menor es la tasa de cáncer (a condición de que la de carbohidratos sea baja).
  • El corazón es el único órgano que, no importa el nivel de glucosa disponible, usa casi siempre grasa como combustible, y su grasa preferida es la grasa saturada. No es cierto que las grasas saturadas sean malas para el corazón. En realidad son las que inducen mayor salud cardiovascular (de nuevo, a condición de que la glucosa y los triglicéridos permanezcan bajos)
  • Las personas que toman estatinas (medicamentos contra el colesterol) tienen una probabilidad de riesgo de padecer diabetes tipo II casi un 50% mayor que quienes no las toman.
  • El colesterol es imprescindible para la correcta interconexión neuronal
  • La alergia al gluten se comienza a identificar como una alteración preferentemente neurológica, que a veces no produce manifestaciones intestinales. Las pruebas de que la alergia al gluten (y otras alergias) está detrás de un buen conjunto de enfermedades, se acumula. El número de alérgicos al gluten que no padecen síntomas es mucho mayor que el grupo de identificados como celíacos.
  • La reacción alérgica induce una inflamación
  • La inflamación está detrás de todas las enfermedades crónicas
  • La insulina es proinflamatoria. Los niveles elevados de insulina provienen de los niveles elevados de glucosa
  • Inflamación y alteración del sistema inmune son fenómenos correlativos
  • Los compuestos que demuestran actividad antifúngica, antiparasitaria, antibacteriana y antiviral suelen ser también antitumorales, y viceversa, lo cual no es extraño por cuanto los metabolismos de microbios y neoplasias comparten características comunes.
  • El consumo habitual de los pocos medicamentos que ejercen una función ‘de base’, no específica, atajando, por ejemplo, procesos de inflamación, están asociados a menores tasas de cáncer: por ejemplo, la aspirina (pongo este ejemplo para demostrar la tesis de la interrelación, pero hay mejores sustancias naturales que, además, no provocan los efectos secundarios que estos sí producen, como el aceite de pescado, de krill o de algas)
  • Los estudios que confirman la eficacia contra el cáncer de resveratrol, cúrcuma, berberina y tantas otras moléculas, se replican en otros que confirman también su eficacia, mayor o menor, contra diabetes, Alzheimer, Esclerosis Múltiple, enfermedad de Crohn o Parkinson.

Podríamos seguir así durante un buen rato, pero el artículo se haría más largo de que ya es.

Establezcamos, por tanto, la siguiente hipótesis:

[quote]Todas las enfermedades ‘crónicas’ son, en realidad manifestaciones diversas de unos pocos pero muy profundos desequilibrios comunes y sistémicos, de base.[/quote]

El cáncer sería, por tanto, una manifestación de la misma enfermedad, con base metabólica, como lo son todas las demás enfermedades crónicas. Al ser las mismas, sus causas son similares y, por tanto, también lo son las medidas que les ayudan a controlar la enfermedad.

En tal caso, el abanico de estudios que leer se expande enormemente: si una molécula o hábito demuestra ser beneficiosa para una enfermedad crónica, podremos estar bastante seguros de que lo será también para todas las demás.

Y si encontramos unos hábitos que nos permitan librarnos de una enfermedad crónica, tendremos más probabilidades de librarnos de todas las demás y alcanzar un estado de Salud integral.

La alianza contra el sentido común

Estamos acostumbrados a que la medicina consigne síntomas, los agrupe, les ponga una etiqueta y que después una empresa intente sintetizar un fármaco que trate únicamente esos síntomas y aporte soluciones parciales, no curativas.

En este post explico, de manera mucho más amplia, las razones por las cuales, en caso de continuar con el actual paradigma, jamás se conseguirá curar una sola enfermedad crónica.

Esa manera de razonar implica que todo aquello que demuestre efectividad en un amplio abanico de dolencias sea descartado como ‘demasiado bueno para ser cierto’, acostumbrados como estamos a que los medicamentos sean específicos y dirigidos a enfermedades concretas.

Las empresas ganan dinero a base de incidir en esa particularización y personalización, sintetizando fármacos que casi nunca aspiran a la generalidad. Una manera de abordar la enfermedad que está alcanzando cotas insospechadas, que no sirve ni servirá jamás como herramienta de curación, y que se perpetuará eternamente porque sí es la mejor herramienta de obtención de ganancias.

En realidad, ¿qué corolario podemos extraer del caso de Terry Wahls y de sus similitudes con otras enfermedades? Pues que lo que es bueno para una enfermedad crónica lo será para otra, cualquiera que sea; más aún, que una acción o molécula sólo será útil si demuestra esa eficacia en todas las enfermedades crónicas: eso implicará que controla problemas de base que subyacen en todas: control de glucosa, deficiencias de vitaminas/minerales/antioxidantes (y, por consiguiente, mejora de los procesos mitocondriales), control de la insulina y de la inflamación, modulación del sistema inmune.

¿Estoy atacando a la medicina en general? En absoluto. La medicina occidental es la mejor a la hora de tratar procesos agudos que impliquen una intervención agresiva cuando existe un desequilibrio físico o químico; cuando no importa entrar en el cuerpo como un elefante en una cacharrería porque la alternativa sería peor: cirugía, traumatología, cuidados intensivos, tratamiento de infecciones agudas.

Si me he roto un hueso o he tenido un accidente; si me he envenenado o he sufrido un infarto o un ictus; si arrastro un problema congénito en una válvula cardíaca o si sufro una infección de cierta gravedad, acudiré a un médico. Sin dudarlo.

La base de esos avances reales es fundamentalmente tecnológica (mejores máquinas de diagnóstico, robots que ayudan en las intervenciones) y de fármacos destinados a ser aplicados en cortos períodos de tiempo, hasta que el proceso agudo pasa.

Pero en cuanto entramos en el terreno de las enfermedades crónicas, la medicina no sabe cambiar de longitud de onda y continúa considerando la enfermedad como un conjunto de síntomas cuyo tratamiento es igualmente agresivo y enfocado a lo puntual y específico, en vez de a lo sistémico y general. Y que produce efectos secundarios, a veces muy graves.

No ayuda al cuerpo a que él mismo se recupere, sino que arrasa con todo, con la esperanza de que las células sanas sean más fuertes que las enfermas. Continuamos enfangados en una forma de abordar la enfermedad que puede resumirse en el siguiente chiste:

¿Cuánto se tarda en curar una gripe? 7 días con tratamiento; una semana sin tratamiento.

Muchos médicos honestos son conscientes de que están sometidos y de que no tienen margen para hacer nada que se salga mínimamente de lo establecido. Lo peor es que algunos de sus colegas harán el vacío a quienes no buscan sino mejorar la condición de sus enfermos. Pueden incluso terminar por encontrarse  con serios problemas por ello.

La industria y la medicina oficial hablan de ‘suerte’

Allí donde hay algo aún no explicado, la buena ciencia no puede quitárselo de encima mediante la apresurada etiqueta de ‘inexplicable’ o, aún peor, asignarlo a ‘la suerte’.

El estudio que ha sido difundido hace poco, en el cual se asegura que el desarrollo de hasta un 65% de los cánceres es una pura cuestión de suerte es, cuando menos, vergonzoso: es una caída de brazos de quienes tienen la obligación de encontrar los porqués.

Tiene, no obstante, una sencilla explicación.

La actual teoría oficial asegura que el cáncer procede de mutaciones genéticas. Pero las pruebas aportadas para basar en ese paradigma el origen del cáncer son, cuando menos, circunstanciales: establecen correlaciones, pero no relaciones causa-efecto.

Es como si dijéramos que, debido a que se observa que en Australia existen incrementos paralelos de consumo de helados y de ataques de tiburón, aconsejásemos no comer helados para evitar perecer a manos de un escualo. Esos dos acontecimientos correlacionan debido al verano austral, pero no hay una relación causa-efecto entre ellos.

Con la teoría genética del cáncer pasa lo mismo: las mutaciones están ahí, es evidente, pero aprovechando que utilizarlas como argumento teórico implica obtener pingües beneficios, han  conseguido doblegar el sentido común de personas supuestamente inteligentes y retorcer la verdad para decir que lo que simplemente existe a la vez, es en realidad causa.

Y como no consiguen encontrar esa relación causal (porque es imposible que puedan encontrarla), ¿a qué lo atribuyen? Sí, eso es: a la suerte. De pronto un buen día unos genes de entre miles de candidatos mutan por causas desconocidas y producen la misma manifestación. Pero para redondear la faena y poder buscar heterogeneidades en vez de similitudes, dicen que el cáncer son, en realidad, más de 200 enfermedades diferentes;  a pesar de que las semejanzas bioquímicas y metabólicas entre todos ellos son escandalosamente evidentes.

Atentados contra la inteligencia perpetrados por ‘eminencias’ famosas, que aparecen en medios de comunicación ‘mainstream’ pregonando esa falacia con cara de sabios bondadosos.

Hablar de suerte persigue otro objetivo: hacer perder toda esperanza a los ciudadanos de que puedan hacer frente a ese destino por si mismos; hacer creer que están indefensos y que no serán capaces de coger con firmeza las riendas de sus vidas y de su salud: no podéis hacer nada contra el destino. El ‘pathos’ os aguarda. Resignaos.

Y, así, seguiremos consumiendo nuestro veneno cotidiano que nutre a las empresas alimentarias, cuyo negocio se basa en endilgarle al mundo todo el grano barato producido por millones de toneladas. Y, si enfermamos, recogerán el testigo las empresas farmacéuticas con la connivencia de gran parte de un estamento médico convertido (muchas veces sin saberlo, otras veces con pleno conocimiento) en servidor de una idea equivocada de tratar, y de unos medios de comunicación convertidos en simples voceros del poder, antes que en guardianes de la ciudadanía.

Las empresas alimentarias dedicadas a enfermar; las farmacéuticas dedicadas a no curar; los medios de comunicación convenciéndonos de que lo blanco es negro. Todas perpetrando marketing tras marketing, en una escalada de beneficio y muerte sin fin.

Historias de remisiones que no aparecen en los periódicos

Y así llegamos al quid de la cuestión.

A partir de 2008, a la vez que investigaba la bioquímica del cáncer e iba descubriendo alternativas, registraba casos que iban conformando un panorama tan desolador en lo que se refiere a los tratamientos convencionales, como esperanzador en todo lo demás.

Aunque con mis limitados recursos no conseguía reunir un conjunto significativo de casos, comenzaba a vislumbrar un patrón que se repetía. Y, entonces, hace relativamente poco, cayó en mis manos, en inglés (no sé si está traducido al español), el libro Radical Remission: Surviving Cancer Against All Odds, de la doctora Kelly Turner.

La doctora sabía que existían abundantes informes de ‘remisiones espontáneas’, que maravillaban a los médicos. Y en un volumen lo suficientemente abundante como para resultar dignos de atención.

Y entonces decidió hacer lo mismo que yo intentaba: encontrar patrones de comportamiento; cambios en los estilos de vida que permitieran obtener un conjunto de reglas sistematizadas, imperfectas pero consistentes, que poder replicar.

Un científico recalcitrante dirá que esas reglas no están basadas en ciencia rigurosa (y tendría razón), pero ese mismo científico correrá a aplicarlas en cuanto él o un ser querido haya sido desahuciado por la medicina. Y como lo que se aconseja no son medidas absurdas y peligrosas como tirarse a un pozo o dispararse en un costado con un revólver, sino sólo hacer cambios beneficiosos para la salud, la solución está clara.

De Estados Unidos a Japón; de Reino Unido a Australia, la doctora Turner encontraba personas que compartían 9 particularidades muy significativas y que dibujaban un cuadro revelador: las remisiones estaban lejos de ser ‘espontáneas’, sino que detrás de ellas siempre había una investigación previa y la aplicación de un sistema basado en un porqué; detrás de ella siempre había un enfermo que poseía una alta inteligencia y una férrea voluntad.

Sin más preámbulo, las paso a listar:

1. Cambiaron radicalmente su dieta

Eliminaron todo rastro de comida industrial, harinas, azúcares y grano, y consumían alimentos orgánicos con abundantes verduras y vitaminas por doquier.

Muchas de esas personas no consumían carne ni productos lácteos, pero estoy seguro de que el resultado hubiera sido el mismo si hubieran consumido también carne, a condición de que hubiera sido ecológica, de animales alimentados con pasto y algunos productos lácteos como mantequilla (o mejor aún Ghee, que no tiene apenas lactosa y caseína) también procedente de animales criados en pasto.

2. Tomaban multitud de suplementos (y en ocasiones cócteles de fármacos off-label, de escasos efectos secundarios, usados para otras dolencias)

Otra de las claves. La dieta por si sola no bastaba, y los suplementos por si solos tampoco. Juntos ejercían acciones sinérgicas, y los suplementos solían pertenecer a estos grupos

  • Suplementos para ayudar a la digestión
    • Enzimas digestivas: proteolíticas y pancreáticas
    • Prebióticos y probióticos
  • Suplementos que detoxifican el cuerpo
    • Antifúngicos
    • Antiparásitos
    • Antibacteriales y antivirales (no incluyo antibióticos, claro está)
    • Quelantes de metales pesados
  • Suplementos para mejorar el sistema inmunitario
    • Inmunopotenciadores
    • Vitaminas y hormonas
  • Fármacos como metformina, hidroxicloroquina, mebendazol, dicloroacetato de sodio, etc.

3. Tomaron el control de la propia salud

Los pacientes que vencían a la enfermedad tomaban el control: asumían consciente y voluntariamente el cambio de vida y protagonizaban las acciones a emprender

Sé por experiencia propia lo difícil que es transmitir no sólo el conocimiento acumulado, sino la voluntad de aplicarlo de forma práctica. Es casi imposible que sean efectivas unas medidas que no se apliquen con convencimiento, de ahí que sean más frecuentes los casos de pacientes que salen adelante luego de ser ellos y no un familiar quien estudia y aplica.

No significa que no pueda ocurrir que un familiar provoque el cambio, pero será más difícil. Por eso, a veces, es necesario que el enfermo conozca la dura verdad. Puede llevarlo a la depresión, pero también a la acción, sobre todo si existe una alternativa razonable.

4. Siguieron su intuición

Es difícil de explicar pero sencillo de entender. La intuición como aliada de la inteligencia y del conocimiento puro, que nos alerta de si lo que hacemos es bueno o malo. Un aliado de la razón, no su némesis, como los cientifistas creen

5. Mejoraron su respuesta emocional y controlaron el estrés

Una teoría muy controvertida hablaba hace tiempo de ciertas características de personalidad comunes entre los pacientes de cáncer: personalidades tipo C que se caracterizaban por internalizar las emociones y ser poco capaces de mostrarlas; personas generalmente generosas y empáticas, a veces en exceso pero, pese a poder ser socialmente extrovertidas, poco capaces de ‘dejarse ir’.

No tengo ni idea de cuánto hay de verdad en ello, pero la relación científicamente establecida entre cuerpo y mente es sólida. No proclamo que esté seguro de la verdad de esa teoría, pero desde luego no la considero, en absoluto, descabellada, y no seré yo quien se sorprenda si algún día resulta ser cierta.

Jamás dejo deslizar una sonrisilla pretenciosa ante una supuesta idea estrafalaria. La experiencia previa y el conocer mínimamente la historia nos demuestra que ésta está repleta de personas que avanzaron por delante de su tiempo sumergidos en los improperios e insultos de sus contemporáneos, llenos de cerrazón y estrechez de miras.

Siempre intento considerar sin prejuicios lo que se me plantea y te aconsejo que tú también lo hagas.

Si queremos ser estrictamente ‘racionales’, se acumulan los estudios que relacionan los estados depresivos o los niveles crónicamente elevados de cortisol con la depresión del sistema inmune

Esto no va de decir ‘la solución está en ti’ , porque es tanto como decir que es el enfermo el responsable de su sanación, nada más lejos de mi intención

Las frases publicitarias que tratan a los enfermos como ‘guerreros’ y que ‘deben mantener una actitud positiva’ son estomagantes formas de quitarse el problema de encima y endosárselo al enfermo

Sólo digo que el aspecto emocional, aunque no tiene que ser la causa de una enfermedad, sí puede ayudar a mejora el pronóstico, si se aplica sinérgicamente con el resto de medidas; fármacos, ejercicio, alimentación, suplementación, etc

6. Potenciaron la resiliencia y la autoconfianza en las propias posibilidades

Esas emociones no implican comenzar a sonreír estúpidamente ante todo. No me gusta la ‘filosofía positiva’ que implica ausencia de reflexión y crítica. Es un buenrrollismo que me produce desprecio.

Prefiero el estoicismo, que proclama un control emocional que no tiene nada de estupidizante sino que fomenta el pensamiento crítico pero despojado de creencias malsanas y estructuras mentales negativas. Promueve una sabiduría implícita basada en conocimiento y control, pero sus efectos inducen emociones positivas, que es tanto como decir que alejan el miedo, la ira o la envidia

Quien haya leído la historia de ciertos centenarios que alcanzaron avanzada edad sin haber sufrido ninguna enfermedad, encontrarán rasgos comunes: alimentación frugal y saludable, trabajo duro y actividad física hasta avanzada edad, relaciones sociales y familiares satisfactorias y una especial forma de ser, que ‘fluye’, que no se preocupa en exceso por lo que no tiene remedio, que afronta el futuro con escepticismo y, a la vez, con  aceptación, que piensa sobremanera en el presente y que no se aferra al pasado. Un comportamiento tan sobrio y frugal como sus costumbres. Un estoicismo vital

Una forma de pensar que se puede potenciar mediante la meditación o mediante otras técnicas psicológicas

7. Abrazaron el apoyo social

Al hilo del punto anterior: el apoyo familiar y la calidez como base del control de la enfermedad: hay pruebas de que el sistema inmunitario se ve afectado positivamente por la certeza de sentirse querido o por un simple abrazo auténtico, cálido y prolongado.

8. Profundizaron en la conexión espiritual o mental

No importa si uno es religioso o ateo: este punto va más allá de la pura trascendencia espiritual. Puedo entender el concepto y respetarlo; quien no se sienta cómodo con ello puede pensar simplemente en términos mentales.

La introspección generosa, el autoconocimiento sin ahondar en sentimientos de culpabilidad, la paz mental, aportan un mejor balance hormonal, y esa relación está científicamente establecida.

No hablamos de cosas etéreas ni de poner velas perfumadas e invocar a los espíritus (o sí, si ello aporta paz), sino de conocernos y hallar la tranquilidad.

Todos los médicos saben del efecto placebo y que tiene poco que ver con la simple sugestión: no significa que uno crea que ha mejorado, sino que uno realmente mejora, y los análisis objetivos pueden constatarlo.

Un electroencefalograma a un monje budista meditando muestra un patrón de ondas cerebrales muy diferente al del común de los mortales, y seguramente también un paisaje endocrino e inmunológico mejorado.

La psiconeuroinmunoendocrinología no sólo es una palabra extraordinariamente larga, sino una cada vez más constatada realidad.

9. Tenían fuertes razones para vivir

Tal vez la más lógica y, a la vez, la menos obvia, pero una consecuencia de algunas de las demás: los lazos personales, la profesión que nos apasiona, los hijos a los que queremos ver crecer, los hermanos y los padres a los que no queremos abatir de dolor con nuestra pérdida…

170 Comments

  1. joan 13 de febrero de 2015
    • Alfonso Fernández 13 de febrero de 2015
    • Miriam Cifuentes 12 de febrero de 2020
      • Alfonso Fernández 12 de febrero de 2020
  2. Luis 13 de febrero de 2015
    • Alfonso Fernández 13 de febrero de 2015
      • Adan 9 de octubre de 2016
      • Alfonso Fernández 9 de octubre de 2016
  3. Paula 13 de febrero de 2015
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    • JAVIER VERGEL 14 de abril de 2017
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  4. Jose Vargas 13 de febrero de 2015
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    • Alfonso Fernández 14 de febrero de 2015
  6. Paco Sánchez 13 de febrero de 2015
    • Alfonso Fernández 14 de febrero de 2015
      • Moris 15 de febrero de 2015
      • Alfonso Fernández 15 de febrero de 2015
      • catalina 16 de febrero de 2017
      • Alfonso Fernández 17 de febrero de 2017
  7. Manuel 13 de febrero de 2015
    • Alfonso Fernández 14 de febrero de 2015
  8. Victoria 13 de febrero de 2015
    • Alfonso Fernández 14 de febrero de 2015
  9. Concha 13 de febrero de 2015
    • Alfonso Fernández 14 de febrero de 2015
    • laura 5 de febrero de 2016
      • Alfonso Fernández 5 de febrero de 2016
  10. Sol 14 de febrero de 2015
    • Alfonso Fernández 14 de febrero de 2015
  11. Niebla 14 de febrero de 2015
    • Alfonso Fernández 14 de febrero de 2015
  12. José Luis Jacob 14 de febrero de 2015
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    • José Luis Jacob 15 de febrero de 2015
      • Alfonso Fernández 15 de febrero de 2015
  13. Manuel Arrabal 14 de febrero de 2015
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  14. Moris 15 de febrero de 2015
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    • Ana Maria 5 de febrero de 2017
  15. Pilar 15 de febrero de 2015
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  16. Alfonso Jimenez 15 de febrero de 2015
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      • Arturo 14 de marzo de 2015
      • Alfonso Fernández 14 de marzo de 2015
      • Miguel 4 de julio de 2016
    • José Luis 16 de febrero de 2015
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  17. Mª José 15 de febrero de 2015
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  18. Silvina Del Rosso 16 de febrero de 2015
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  19. Mª José 17 de febrero de 2015
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  20. jjose antonio 18 de febrero de 2015
  21. Celedonio 19 de febrero de 2015
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  22. Guillermo De Sensi 24 de febrero de 2015
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  24. Mª José 2 de marzo de 2015
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  25. José 2 de marzo de 2015
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  26. Jorge Gorriti 14 de marzo de 2015
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  27. Nerjeño 2 de abril de 2015
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  28. Jesus 13 de mayo de 2015
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  30. Nombre * 6 de julio de 2015
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  31. Imma Rodríguez 24 de julio de 2015
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  33. Gustavo Navarro Occhiuzzo 1 de septiembre de 2015
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  35. Leonel Zavala 3 de febrero de 2016
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  36. Onesimo Molina 21 de marzo de 2016
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  37. Laura Jimenez 10 de abril de 2016
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  38. Pedro 15 de mayo de 2016
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  40. Alfredo 4 de julio de 2016
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  61. MARCELA 9 de agosto de 2017
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  73. julian gonzalez 16 de agosto de 2020
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  74. julian gonzalez 16 de agosto de 2020
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  76. Ali 13 de marzo de 2023
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