¿Quién le pone el cascabel al gato en el reino de las medias tintas? (¿pseudoescépticos?, ¿Oncólogos?, ¿Twitteros?…)

En este artículo voy a hablar extensamente de ‘hargumentos’ (con hache), vertidos por pseudoescépticos y otros representantes de la desinformación que no cesa pero, para poner en situación, antes hablaré de la campaña de crowdfunding para escribir el libro que creo debe escribirse, y del cometido y dificultades de este blog

Desde que me planteé la campaña para escribir el libro supe que la polarización estaría asegurada y que caminaría sobre el alambre, porque mezclar cáncer y crowdfunding en una misma frase supone fabricar una bomba de relojería.

En cualquier otro asunto habría desestimado dar explicaciones, pero cuando la gran C entra en una habitación todos se vuelven dolorosamente conscientes de su presencia, y evitar hablar de ella sólo conduce a incrementar las tergiversaciones y las interpretaciones erróneas.

Esta campaña ha recibido una gran cantidad de bendiciones, aportaciones de gran generosidad y muchos comentarios de apoyo (una gran mayoría), pero también onerosos silencios, algún comentario despectivo y unas pocas maldiciones, que en casi cualquier otra situación podrían ser obviados por su puerilidad, necedad o maledicencia, pero que al tratarse de un tema tan escabroso deben ser explicados, no a sus autores sino al resto de quienes pueden albergar dudas acerca de mis motivos e intenciones.

Entiendo bien lo que significa el término ‘escéptico’ (lo que debería significar), porque me he pasado mucho tiempo dudando de mis conclusiones, sospechando de una posible disonancia cognitiva que estuviera torpedeando mi razón.

Durante un tiempo busqué con ahínco que alguien me explicara en qué estaba equivocado. Que me aportaran argumentos sólidos y razones para demostrar que simplemente había malinterpretado los datos y alcanzado conclusiones incorrectas debido a mi ingenuidad o a mi torpeza mental.

Pero lo único que obtuve fueron insultos, falacias, afirmaciones basadas en el principio de autoridad y débiles intentos por manipular lo que cualquier mente racional consideraría un hecho objetivo.

En este artículo explicaré cómo funciona el argumentario de muchos que forman parte, directa o indirectamente, del grupo que niega que algo va muy mal.

Para exponer su manera de pensar y actuar, utilizaré las críticas que he recibido desde el inicio del blog y, sobre todo, desde el inicio de la campaña, y me servirán para demostrar que, hoy más que nunca, estoy convencido de que sólo los enfermos y sus familiares tendremos la capacidad de hacer que algo cambie o todo seguirá igual unas cuantas décadas más.

Introducción: una web sobre el Cáncer en los tiempos de Twitter

Cuando comencé este blog no tenía más ambición que la de reflejar lo que iba leyendo y averiguando. No adjuntaba los estudios que leía, no me preocupaba por el tono de los artículos, y mezclaba afirmaciones procedentes de las lecturas científicas con opiniones y relatos personales.

El blog me permitía aliviar mi frustración e incredulidad ante lo que averiguaba y ordenar mis ideas al ponerlas por escrito.

Poco a poco la cantidad de suscriptores crecía, y los lectores comenzaban a hacer preguntas para las que yo no tenía respuesta.

Me inquieté cuando por primera vez una persona desesperada me pidió consejo y dudé mucho antes de contestar, pero luego recordé que hablar de alimentación no podía hacerle daño a nadie, y que jamás había aconsejado abandonar el tratamiento estándar ni asegurado que las medidas propuestas fueran a suponer su salvación.

La web funcionó casi en automático durante año y medio mientras yo seguía investigando, hasta que una nueva recidiva del cáncer de mi mujer me obligó a reactivarla. Y poco a poco comprendí varias cosas:
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  • Que no había atisbos de que una cura estuviera cercana. Aún más: de que era imposible que la hubiera.
  • Que todo aquél que intentaba plantear simples hipótesis basadas en datos objetivos era sistemáticamente vilipendiado por una extraña horda de supuestos científicos
  • Que nadie más estaba haciendo ni haría nada por nosotros

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Cuando las cosas alcanzaron un punto dramático en la enfermedad de mi mujer tomamos una decisión: contradecir a 8 médicos, algunos de los cuales habían alcanzado un alto prestigio en sus respectivos campos, y proponer algo que sistemáticamente todos consideraron descabellado. Incluso la oncóloga que nos apoyó en dicho tratamiento no estaba convencida de que fuera a salir bien.

Nada de volver a cortar y lobotomizar (su primera opción), nada de reirradiar y dañar permanentemente su cerebro (su segunda opción), nada de altas dosis de quimio agresiva (la tercera).

No, aplicaríamos quimio a dosis bajas (incluso más bajas que la mínima dosis supuestamente efectiva, un tratamiento que generalmente los oncólogos se niegan rotundamente a recetar, porque no viene en su excel), dieta, ejercicio y suplementación.

Me imagino las porras que habrían hecho en privado, apostando que a estas alturas mi mujer estaría muerta o en caída libre tras varias líneas diferentes de quimioterapia fallida.

Casi 2 años después, un glioma de alto grado sigue en remisión, encogiendo y mostrando análisis tras análisis que pierde virulencia mientras el cuerpo sano de mi mujer sigue en perfecto estado. Y la oncóloga le hace a mi mujer las siguientes afirmaciones:
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  • Sólo otra persona y tú estáis respondiendo tan bien de entre las decenas de pacientes con neoplasias de gravedad similar a la tuya que atiendo y he atendido (y la que responde de forma similar está aplicando medidas adicionales parecidas a las tuyas)
  • No es normal que no hayas tenido efectos secundarios incluso a dosis tan bajas de quimio. Los analistas me comentan lo extraño que eso es.

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Y entonces la cosa se puso seria. Ya no hablábamos de teorías, sino de realidades, por mucho que se tratase de un ‘simple’ caso n=1.

Por entonces yo ya había acumulado centenares de hojas con enlaces a papers, anotaciones propias y relaciones entre lo que iba leyendo, que conformaban una entidad de peso.

De vez en cuando resumía esas conclusiones en el blog en guías sucintas y larguísimos artículos, pero eso no era suficiente para un enfermo, que buscaba estructura y pautas prácticas concretas, basadas en argumentos razonables y con peso científico.

Y me encontré con una disyuntiva curiosa a la hora de abordar la información que proporcionaba y el planteamiento del blog, debido a las siguientes particularidades:

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  • La mayor efectividad en cualquier actividad se consigue si puedes dedicarle la mayor parte del tiempo, pero para eso debes poder ganarte la vida con ello
  • Puedes tener un blog que hable de cómo adelgazar o de cómo abordar casi cualquier enfermedad y no perder excesiva credibilidad si pretendes vivir de él, pero en cuanto la palabra ‘cáncer’ hace su aparición todo el mundo (con cierta razón), se pone rígido y camina con pies de plomoEl cáncer es La Enfermedad, y a su paso todo se vuelve excesivo y emocional: todos tienen una fuerte opinión al respecto, bien por haber absorbido las explicaciones oficiales como dogmas inamovibles, bien por haberlo sufrido en sus carnes o en las de un ser querido.

    Mezclar cáncer y dinero en una misma frase es casi un oxímoron para muchas personas, que pasarán a catalogar a quien las mezcla como estafador.

  • He trabajado en marketing. Sé más o menos lo que hay que hacer para ganar dinero con un blog, y con mi nivel de suscriptores y de tráfico podría haberme puesto a vender un poco un año después de haber comenzado con él.Incluso podría haber aceptado un par de propuestas comerciales para promocionar productos. Pero no podía hacerlo, porque vender un libro rápido, de poca utilidad en una situación tan dramática no habría sido ético y me habría supuesto una pérdida de credibilidad.

    Aunque los productos que me ofrecían promocionar fueran realmente útiles, de nuevo obtener beneficio a través de esa práctica habría perjudicado la fuerza del mensaje

  • Un blog puede ser una ayuda en momentos concretos, pero no permite reunir la información de forma estructurada, ni aportar una visión integradora de cambio de vida, que es justo lo que necesita un enfermo de cáncer cuando aborda su tratamiento. Eso sólo se conseguirá en un formato de libro
  • Tengo toneladas de información, pero aún no la he articulado por completo. He reunido bastante conocimiento, pero no una cantidad equivalente de sabiduría. Tengo datos, pero no los he analizado con la suficiente profundidad para obtener de ellos estrategias totalmente vertebradas.
  • Mi mujer está en remisión, pero aún está lejos de considerarse a salvo: nos encontramos en una etapa decisiva de su tratamiento. Es el momento de echar el resto y adquirir sabiduría a partir de todos esos datos acumulados.
  • Para mí, a veces escribir no sólo ayuda a pensar, sino que escribir ES pensar. Escribir es la mejor manera de adquirir una estructura que ayude a mi mujer y al resto de lectores.
  • Esta tarea requerirá una dedicación casi completa, pero no soy rico, ahora mi mujer no trabaja y tengo dos hijas. Necesito tener un aporte económico que me asegure que este riesgo (calculado, pero riesgo), no es tan grande como para poner en peligro mi primera obligación: el bienestar de mi familia
  • Sólo podré proponer hipótesis, que necesitan ser validadas en la práctica con autoexperimentación: los lectores del libro pueden proporcionarla, además de nosotros mismos. Eso podría implicar poner en marcha una prueba clínica virtual, la única posible en un sistema bloqueado por quienes podrían pagar esas pruebas pero jamás lo harán.
  • Necesito una comunidad que apoye el libro, y para eso debo dimensionarla antes de lanzarme a ello. No puedo ponerme a escribir sin saber si tendrá sentido.

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Coged esos mimbres y se entenderá…

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  • Porqué he publicado tan poco durante este tiempo, pero con artículos muy extensos, que realmente tuvieran sentido.
  • Porqué no he vendido jamás nada a pesar de haber podido hacerlo.
  • Y porqué ahora es el momento de dar un salto cualitativo y escribir un libro mediante una plataforma de crowdfunding, por motivos tan idealistas como egoístas
    • Egoístas: porque escribir y ordenar la información acumulada es la manera más útil que ahora tengo de adquirir sabiduría a partir de los datos e incrementar las probabilidades de que mi mujer controle crónicamente la enfermedad. Y eso ahora es más importante que cualquier trabajo alimenticio.
    • Idealistas: porque es la manera más útil que conozco para iniciar algo que pueda calificarse como un “movimiento”, una acción grupal que fuerce un cambio y que impacte claramente en el bien común.

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Hay también una motivación económica al elegir este momento concreto para escribir el libro

Tras hacer una encuesta acerca del posible apoyo que tendría un crowdfunding para un libro (y, como me conozco el percal, apliqué un coeficiente de reducción drástico al número de lectores que supuestamente me apoyarían), concluí que podría conseguir entre 8.000 y 12.000 euros (al final he conseguido justo 12.000 euros, tras las devoluciones a inversores que se arrepintieron)

Y ésa sería la cantidad ideal, porque:
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  • Es la suficiente como para no perder dinero durante el período de redacción, o de perder el mínimo: seré menos que un mileurista, pero podré afrontar ese período sin tener otros ingresos ni tener que dedicar mi tiempo a otras cosas
  • No es tanto como para perder credibilidad.
    Si bien es cierto que querría poder vivir del blog y del libro, porque no hay nada más importante y definitivo que pueda hacer ahora con mi vida (para mi mujer y para muchas personas), cualquiera con un mínimo de conocimiento sabe que es muy difícil que me “enriquezca” con algo así.
  • Elegiré una cantidad de dinero mínima para el crowdfunding (5.000 euros, incluso bastante por debajo de lo que considero mínimo), para que se entienda que no es el dinero lo que me empuja en primer lugar, y porque psicológicamente invita a seguir invirtiendo cuando ya se ha alcanzado el 100% solicitado.

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Elegir un crowdfunding para financiar un libro y vivir como un mileurista para ello son acciones extrañas y arriesgadas. Cualquiera que se dedique al marketing me diría que no he actuado con ‘inteligencia’, y yo le daría la razón, pero es que mantener un blog dedicado a un tema tan delicado, y encima dirigido a un público de habla hispana, requiere hacer encaje de bolillos y asumir riesgos mucho mayores que si abordase casi cualquier otro tema.

Un asunto extraordinario requiere medidas extraordinarias.

Y ahora comencemos con las críticas recibidas y mi contestación. Porque es su debilidad argumentativa la que me reafirma en que el libro no es sólo necesario, sino imprescindible.

Incompetencia

En alguna ocasión me han insinuado que yo sólo era un incompetente. Que no podía pretender saber tanto como un médico. Que era, en definitiva, un ‘cuñado’.

Si pretendían acusarme de algo que yo no supiera, no tuvieron fortuna, porque ésa no es una acusación, sino una confirmación: SOY un incompetente.

Creo haber demostrado siempre, en todos los trabajos y proyectos que he emprendido, todas esas cualidades-pamplinas tan queridas por los gestores de recursos humanos, pero en lo que respecta al cáncer no soy más que un aprendiz que ha tenido que sumergirse a marchas forzadas en terrenos que no le eran familiares y para los que no estaba preparado

Me sonaban de la escuela la mitocondria y el ciclo de Krebs, pero poco más: mis conocimientos de biología, bioquímica o fisiología eran prácticamente nulos, e incluso ahora albergo lo que yo llamo un ‘conocimiento Frankenstein’: trozos que conforman algo que se mueve pero que no puede remedar el saber de un bioquímico, un médico o un biólogo.

La adquisición de conocimientos que he tenido que llevar a cabo es deslavazada, incompleta, a retazos

Pero una vez dicho esto, digamos también otras cosas:
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  • La constante evolución del saber hace que, una vez adquiridos ciertos conocimientos básicos, sólo puedas actualizarte con fiabilidad mediante la lectura de cada nuevo estudio que aborda un tema concreto, a través de las bases de datos.El conocimiento académico se está revelando como un campo abonado para la desactualización, cuando no para la manipulación, con la oncología como epítome.

    Los ejemplos de personas formadas y de cierta inteligencia que asumen las riendas de su tratamiento se multiplican: internet ha permitido un autodidactismo que, en muchos casos, mantiene más al día a los legos que a los propios profesionales.

    Aunque el aprovechamiento de esa información sería óptima si quien la usase fuera médico, los ejemplos de ingenieros, geólogos, arquitectos u otras profesiones que producen materiales innovadores son abundantes.

    Dos ejemplos, de entre los muchos que existen:

    marty-kendall

    Marty Kendall es un Ingeniero civil australiano, cuya esposa es una paciente de diabetes tipo I. Marty emprendió una ruta conocida: investigar y descubrir para controlar los niveles de glucosa de su mujer con opciones dietéticas.

    Es el creador de Optimising Nutrition, una web con mente ingenieril, donde Marty analiza con numerosas gráficas los mejores nutrientes en función de tus objetivos.

    Marty utiliza el concepto de “carga de insulina” para aplicar una visión más amplia a la forma cono interactúan los diferentes alimentos con nuestra biología, y me ha servido para mejorar mi visión.

    Otro caso n=1 que ha conseguido aplicar un protocolo que funciona en una supuesta enfermedad incurable y, más importante, que funciona en otros que lo replican.

    rddikeman

    R.D. Dikeman es otro ingeniero, esta vez aeronáutico, empleado en Lockheed en Reino Unido, que controla igualmente la diabetes tipo I de su hijo con medidas dietéticas similares a las que están demostrando ser útiles para casi cualquier enfermedad crónica que uno pueda imaginar.

    Ha creado la web Type One Grit, así como el grupo de Facebook Typeonegrit para ayudar a pacientes de la enfermedad que siguen las enseñanzas del doctor Bernstein, él mismo enfermo de diabetes tipo I desde hace muchos años.

    La historia de ambos es similar: personas formadas y acostumbradas a resolver problemas complejos en sus trabajos, que se enfrentan a una enfermedad propia o de un ser querido, que toman las riendas de su vida, que contradicen el saber académico y que lograr estabilizar o curar la enfermedad. Y que comprenden que han vivido hasta entonces en una especie de Matrix.

    Casos n=1 por doquier, que conforman una red no oficial de puntualidades con la suficiente densidad y abundancia como para permitir sacar conclusiones a un grupo menos cerril que el de la medicina oficial, inundada de personas que desearían poder describir la biología y fisiología humana con ecuaciones y curvas de tendencia estadística, pero que a su vez descartan datos que les acercarían a la verdad (terapéutica)

  • Pocos biólogos, bioquímicos u oncólogos han leído estudios que aludan al metabolismo del cáncer y que otros sí hemos leído y relacionado.No basta con conocer únicamente las intimidades biológicas de la célula si nadie te ha puesto sobre la pista de las intimidades metabólicas tumorales: cuando el dogma te bombardea con informaciones del cáncer como enfermedad genética, no pierdes el tiempo en investigar el metabolismo tumoral y eludes un conocimiento del cual no te hablaron en tu universidad, porque desconocían su existencia.

    Puedes ser un buen estudiante y aun así no saber nada de lo que realmente importa del cáncer.

  • Cuando el conocimiento oficial se sustenta en intermediarios (paneles de expertos), puedes estar seguro de que un lobby se habrá metido por el medio para infectarlo de intereses corporativos.Y ese conocimiento se habrá convertido en algo tan inservible a los efectos para los que supuestamente ha sido orientado, como inductor de beneficios para quienes lo han manipulado.
  • Mi intención no es publicar ‘papers’ o adquirir un conocimiento de extraordinaria profundidad en un tema concreto, sino aplicar algo que sea ÚTIL. No me importa nada (o no es lo que más me importa) saber sin lugar a dudas los porqués de algo que funciona, sino estar seguro de que algo realmente funciona.Usaré cientos de estudios que me permitan definir aproximaciones teóricas en las que basar las acciones posteriores, pero siempre existirá un margen de desconocimiento. Mi primer objetivo es controlar la enfermedad, no hacer que avance la Madre Ciencia.

    En estos momentos estoy más cerca de los médicos empíricos de la antigüedad, que establecían hipótesis aproximadas a través de la observación y de la prueba y el error, antes que de los estadísticos que se han hecho cargo de la medicina contemporánea (y no digo con ello que su labor no sea útil en ciertos aspectos)

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Siempre recuerdo en estas circunstancias la frase de Albert Einstein: “Todos somos muy ignorantes, pero no todos ignoramos las mismas cosas

Porque incluso arrastrando el pesado fardo de mi incompetencia he conseguido mantener con vida a mi mujer y contradecir el pronóstico de todo un plantel de médicos. Y este ‘caso a mí me funciona’ me permite validar (hasta cierto punto) mis hipótesis de partida, en las cuales basé su tratamiento.

¿A nadie más le parece razonable compartirlas? ¿A nadie más le parece que merece la pena que otros las repliquen, con la intención razonable de reproducir igualmente sus resultados?

De momento prefiero mi incompetencia a la visión túnel de tantos expertos, que no conducen a una solución práctica.

La ciencia ha avanzado en muchas ocasiones a base de prueba y error, de empirismo basado en hipótesis razonables. Pero todo eso se ha ido sustituyendo por una acumulación de datos que a veces sólo sirven para ocultar, no para esclarecer.

Estamos llenos de datos y vacíos de hipótesis

Los suscriptores decepcionados

Casi un 1% de los suscriptores del blog se borraron tras el inicio de la campaña. Aunque no es una cantidad desconocida en el mundo del blogging yo no estaba acostumbrado a algo así: durante casi 4 años he tenido apenas un puñado de desuscripciones.

Una de esas personas me envió además un correo, que me sirvió para poder hacerme una idea de los motivos por los que se había borrado el resto:

Creía que usted era diferente, pero me ha decepcionado, venía a decir, en resumen.

No puedes hacer caso a todo comentario negativo que te llegue o perecerás, sobre todo cuando te ocupas de un tema, repito, tan sensible como el del cáncer, pero sí puedes reflexionar:

Al parecer para algunas personas uno tiene que ser una especie de entidad heroica mítica para ser completamente creíble: sacrificarse más allá del honor, dormir debajo de un puente, exhibir una generosidad absoluta y vivir en olor de santidad.

Las visiones maniqueas impiden comprender los matices, y en eso consiste realmente ser inteligente: matizar es comprender, y si no matizas no entiendes cabalmente el mundo y, por consiguiente, no podrás moverte de forma óptima en él.

Si hablo de esta crítica, que casi todos hubieran recomendado simplemente obviar es porque me sirve de introducción para exponer la siguiente tesis:

[quote]Lo que nos permitirá vencer al cáncer es el marketing, no sólo la ciencia. Lo que hará daño a quien nos mantiene en un Matrix desde hace décadas son modelos de negocio que le quiten cuota de mercado, no sólo investigación.

Y también, idealmente, apuestas públicas de salud que busquen la prevención y la curación y no el rendimiento económico (y creo que podrían ser compatibles inversiones públicas y modelos privados que persigan el bien común).[/quote]

El marketing no es malo o bueno per se, lo serán aquello que vende y los métodos que utilice.

Cuando el marketing se usa para manipular a la población y convencerles de que algo inútil o perjudicial es útil o beneficioso, comprendemos porqué esa palabra se ha devaluado hasta niveles peyorativos, pero si se usa como simple herramienta para difundir ideas cuyo objetivo sea promover el bien común, entonces es adecuado que quienes lo usan se beneficien como forma de alcanzar un ganar-ganar justo y saludable.

Y, si eso sucede, quienes nos han mantenido en esta situación a base de hacernos creer que algo avanza verán de verdad amenazado su poder, y ésa es la clave. La ciencia preclínica crece a un ritmo exponencial, y hay datos suficientes como para saber que este sistema no funciona.

Ahora nos toca difundir eficazmente ese conocimiento con mensajes claros apoyados en argumentos sólidos, y para ello no hay nada más útil que conseguir que hacerlo salga rentable, porque atraerá a otros que conformen un grupo con mayor capacidad de presión e influencia.

Por eso siempre he intentado que el mensaje que transmito sea entendible, transmisible (y sé que a veces no lo consigo). Una cosa es que yo no haya podido extraer toda la potencia comercial del blog, porque antes debía pensar en mi credibilidad, y otra que lo ideal es que todos quienes intentamos usar la información para mejorar la salud de los ciudadanos estructuremos una red de negocios prósperos, porque ahí es donde duele: les importa un rábano que les llames manipuladores, pero enloquecen cuando les tocas el bolsillo.

El mito de los tratamientos probados

De vez en cuando también recibo comentarios de personas que suelen decir cosas como éstas:

“Lo que es una pena es que sin saber nada de nada, venga aquí a tachar de charlatanes a los que no creemos ciegamente en los tratamientos PROBADOS.
Sr mío, discúlpeme, pero desconoce totalmente la trastienda de todo el sistema sanitario. Infórmese ampliamente, y quizás, solamente quizás, se le abra un poco el cerebro para ver el tema con otro punto de vista. Claro que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Le deseo mucha salud.”

Quedémonos con estas frases: “Tratamientos probados” y “trastienda del sistema sanitario”

Analicemos lo que hay de probado en dichos tratamientos.
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Podría seguir así hasta mañana, pero resumamos con un solo estudio el coste/beneficio de lo más moderno que se ha producido en el campo de la quimioterapia últimamente: 71 drogas comercializadas entre 2002 y 2014
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  • Muchas de ellas basaron su supuesto ‘éxito’ en las pruebas clínicas en variables subrogadas como OFS (tiempo libre de progresión), y evitaron hablar de lo único que realmente importa (si eres un enfermo, claro): mejorar la cantidad y/o la calidad de la vida.
  • Para buena parte de las quimioterapias no hay datos disponibles (y algo me dice que si fueran muy positivos todos lo sabríamos)
  • Con los datos disponibles, la mejora media en la extensión de la vida del conjunto de las 71 drogas fue de 2,1 meses. La que parece demostrar mayor efectividad (con mucha diferencia) fue Cetuximab, con unos destacadísimos 19.7 meses (año y medio más de vida, de media). La segunda fue Oxaliplatin, con 5.6 y de ahí todas para abajo, apenas un trimestre más de vida muchas de ellas, con algunas que parecen incluso acortarla.

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¿Extienden generalmente algo la superviviencia las quimioterapias? ¡Hasta ahí podíamos llegar!: claro que sí. Como para no hacerlo, teniendo en cuenta las astronómicas cifras gastadas y todo el capital humano e intelectual invertido durante décadas.

Pero, ¿significa que estemos ganando alguna ‘guerra’? ¿Certifican los datos objetivos que estemos evolucionando? ¿Merecen la pena los costes económicos y humanos, las cargas enormes para los sistemas de salud públicos y los a veces dramáticos efectos secundarios de los pacientes para obtener estos mínimos avances?

La respuesta es un rotundo NO, basado en algo llamado DATOS.

¿Tratamientos probados? Sí, se ha probado que su efectividad es muy escasa y el ratio coste/beneficio muy elevado.

Y, aun así:
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  • ¿He dicho yo que nunca haya que aplicar tratamiento estándar? NO
  • ¿He aconsejado alguna vez a alguien que abandone el tratamiento estándar? NO

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Lo único que he dicho es que hay que usarlo de forma racional, con inteligencia y conocimiento, aplicando un criterio adulto de personas informadas, porque pensar que una sola molécula será alguna vez curativa es no entender nada de las abismales complejidades de la fisiología o, peor aún, creer que realmente ya se entiende todo lo necesario.

Medidas combinadas como, entre otras cosas, dieta, suplementos y otros fármacos, aplicando los estudios preclínicos (los únicos que la industria nos permite tener), para bajar así las dosis de quimioterapia, tal vez nos permitan avanzar, pero seguir creyendo que la industria abandonará la ‘teoría de la bala mágica’, con todo el beneficio económico que esto les aporta, es ser, por utilizar palabras amables, un poco ingenuo.

Mi mujer controló la enfermedad durante muchos más años y con mejor calidad de vida de lo que ningún médico apostó jamás. Por eso le diría a este amable comentarista: ¿A quién se cree usted que se dirige? ¿A un pobre diablo sometido a la tiranía de sus prejuicios?

Puedo explicar racionalmente, con datos objetivos, porqué digo lo que digo: he pasado de pensar como usted a pensar como ahora debido a un recorrido vital e intelectual, tras duras experiencias personales y la lectura de cientos de estudios, y he escrito muchos miles de palabras con dichas explicaciones.

¿Puede usted decir lo mismo?, ¿Cuál es SU recorrido intelectual?, ¿En qué datos se basa? Eso sí: absténgase si lo único que va a utilizar son argumentos de autoridad, como los de los ‘expertos’ encargados de redactar las guías médicas. Vaya a las fuentes y a lo mejor alcanza esa catarsis tan necesaria para pensar por uno mismo.

Lo mejor (y lo más divertido) a la hora de responder a estos comentarios es que para despedirme sólo tengo que copiar y pegar sus propias palabras:

“Sr mío, discúlpeme, pero desconoce totalmente la trastienda de todo el sistema sanitario. Infórmese ampliamente, y quizás, solamente quizás, se le abra un poco el cerebro para ver el tema con otro punto de vista. Claro que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Le deseo mucha salud”

La jauría escéptica

Llegamos al punto más desagradable del artículo. Muchos me han dicho que simplemente ignore a este grupo falaz y deprimente, pero son un síntoma de algo preocupante y de mayor importancia de lo que parece e ignorarlos no va a permitirnos sacar ninguna conclusión constructiva acerca de lo que representan.

No dar importancia a algo no va a impedir que siga existiendo. En cambio, mencionar y deconstruir algo desagradable puede contribuir a eliminar su posible ‘contenido mítico’ y el temor que induce.

Tras un amable tweet de un seguidor, un señor se fija en mi campaña de crowdfunding, ‘alerta’ en twitter a sus compadres, y les pide que ‘miren’ si lo que digo es serio. Busca que algunos de los sacerdotes de su congregación, que saben más que él, le digan qué debe pensar al respecto.

Yo entonces le contesto que acababa de comenzar la cacería, porque en su perfil resulta que dice ser un ‘escéptico’, y me conozco el percal.

Tarda poco el percal. Uno de sus sacerdotes habla:

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M-I-E-R-D-A, en vertical. De momento no me acusa del aspecto económico del crowdfunding, sino que se concentra en un aspecto conceptual: el dogma del cáncer como enfermedad genética acaba de ser mancillado por mí y, por lo tanto, soy un hereje culpable de apostasía (o un ignorante, aunque en esta religión ambos conceptos son intercambiables).

Antes, el lanzador de la liebre me había preguntado que si acaso yo ‘tenía miedo de debatir’. Los debates en twitter duran lo que duran 140 caracteres de compresión verbal. ‘Debatir’ no es el verbo que me viene a la cabeza cuando pienso en ese ping-pong casi monosilábico con el que la gente se entretiene durante horas.

Debatir, sobre todo de temas tan complejos como el cáncer, requiere matiz, detalle, argumentación precisa. Una precisión imposible de alcanzar en 140 caracteres. Por eso twitter es el paraíso de manipuladores y fundamentalistas atenazados al titular apresurado y tendencioso. La lógica de unos y ceros es su hábitat natural, su paraíso.

Además, comenzar un ‘debate’ definiendo 4 años de blog y lecturas con un MIERDA, no invita mucho a intercambiar ideas. Sobre todo porque no aporta argumentos para apoyar su insulto.

De momento la racionalidad y la coherencia, banderas de todo científico que se precie, brillan por su ausencia, y son sustituidas por primitivas manifestaciones que provienen del prejuicio: no tiene necesidad de sentir curiosidad y conocer porqué digo eso. Él SABE que lo que digo es falso.

¿Y quién es el sacerdote? Un Químico que publica de vez en cuando en una revista de ‘divulgación científica’ donde habla de lo bonica que es la ciencia: una de esas agradables y blancas formas de usar la Tablet para no aburrirte mientras estás en la sala de espera del dentista. La ciencia como entretenimiento, a lo Órbita Laika.

Muchos de los escépticos han estudiado ciencias puras, y trasladan esa pureza (en forma de creencia) a un mundo tan impuro como la investigación médica y las pruebas clínicas, que creen entidades ‘ecuacionales’, cuando son en buena parte un sumidero de intereses.

Una vez que el sacerdote detecta el pecado, sus acólitos asumen su palabra como Verdad Suprema y deciden que, por lo tanto, soy un estafador.

Uno de ellos, por ejemplo, me llama buitre.

Parece ser un profesor de una escuela técnica de Ingeniería o Arquitectura y, como el resto de acólitos, en alguna parte de su bio de twitter se afana por explicitar que es también ‘escéptico’.

Eso sí, no tiene ninguna duda de sus primeras impresiones ni del dictamen de su Sacerdote, porque TODO lo que se salga del dogma es denunciable, y NADA de lo que diga el dogma es sancionable. Y no necesita tener opinión propia, sino tan sólo la dictada por su autoridad eclesial.

En su cuenta demuestra que es a la vez guay pero culto: se define como ‘debelador de mixtificaciones’. Supongo que se ve a si mismo como un luchador por la libertad y la opresión de las fuerzas oscuras de la ignorancia.

Por ejemplo de la ignorancia y maldad de homeópatas que cruzan en rojo los semáforos, aunque luego no digan nada de los medicamentos que matan todos los días a cientos de personas (tercera causa de muerte, sólo por detrás de enfermedades cardiovasculares y cáncer) tras haber pasado por pruebas clínicas con datos inflados, inventados u ocultados.

Cualquiera con un poco de mala leche diría que, o bien su orden de prioridades es extraño, o bien que los asesinos le pagan para que nos enfoquemos en el que cruza en rojo mientras olvidamos a los homicidas, auténticos peligros públicos.

Sea un mercenario o un tonto útil, el resultado es el mismo: distraer de lo importante, dividir y atemorizar a las personalidades débiles para que se abstengan de apoyar a los herejes o serán igualmente castigados.

Y entonces el DAESH desata su furia. Es la traslación twitteriana de un linchamiento. Uno tras otro, deciden que para demostrar su racionalidad y profundidad de criterio deben insultar.

¡Cuánta dignidad ultrajada! Me recuerda a la reacción de un niño de 5 años que creyera que has llamado puta a su mamá.

Otros se unen y casi todos parecen cortados por el mismo patrón: foto de twitter donde sonríen levemente pero mantienen una actitud… ¿cómo llamarla? ¿De preadolescente frunciendo el ceño para avisarte de que es cool pero duro, de que puede ser peligroso? ¿De matón de escuela atenazado por sus temores, que sólo adquiere fuerza gracias al grupo, un grupo que suma entre todos sus miembros una sola y pequeña personalidad?

Sí, algo así.

Una señora decide entonces proponerme para los premios Brandolini, con una imagen de mi bio en twitter donde afirmo que el cáncer es una sola enfermedad metabólica, no 200 enfermedades genéticas. Son premios que se otorgan a los más freaks, a los más ignorantes, a los más ‘cuñaos’, a los más ridículos, a los más ruines. En todas esas categorías opto a premio.

La señora se dedica a algo relacionado con la energía eléctrica (no sé si es instaladora de contadores o dealer), pero parece saber bien que el cáncer ES, sin duda, una enfermedad genética.

Tal vez haya estado suscrita a alguna revista de divulgación tan blanca como la que redacta el amigo Químico, y allí leyó que el cáncer ‘son más de 200 enfermedades’, o quizás ha leído una entrevista a Mariano Barbacid donde afirma que abordar el cáncer como si fuera una sola enfermedad ‘es naif’, así que a ella le parece que sólo un cuñao puede contradecir el dogma: “¿El cáncer una sola enfermedad metabólica? Te vas a enterar”.

El tiempo pasa y recibo muchos votos, entre ellos los de un periodista que comenta, con ese asombro escandalizado propio de señora mayor que contempla a una buena moza toda despechugada en plena plaza del pueblo: ‘¡Qué barbaridad!’

Y los de un conocido nutricionista más bien vegetariano, que también es un ‘escéptico’ y que suele denunciar las tropelías de la industria alimentaria, aunque en lo que respecta al Cáncer… bueno, en el cáncer hay quizás demasiada carne para un vegetariano. El Cáncer ya tal.

Si la cosa era ridícula ahora se pone cómica.

Primero un señor que me acusa de querer ‘forrarme’ a costa del dolor de los enfermos

Forrarme. Sí, ahí me ha calado bien.

Después, un señor pide que intervenga la SEOM ‘por el bien público’.

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Lo siento, no puedo resistirme, por primera vez en la historia de este blog tengo que poner un Meme

piensa-ninos

‘Por el bien público’. Con un par.

¿Qué se creerá que recomiendo?, ¿Abandonar el tratamiento estándar, poner velas negras y bailar desnudos a la luz de la luna? Pobre patán.

Supongo que la SEOM que menciona será la misma SEOM que promueve este blog, en el que habla de… terapias integrativas

oncosaludable

La SEOM pone esas informaciones debido ‘a que los pacientes usan extensivamente terapias alternativas’, y como forma de darles ‘la información más veraz’.

Sus ayudas textuales consisten en descripciones con la frialdad de un congelador y listados, muchos listados, a pelo, de hierbas. Ya se sabe la utilidad de los listados que no catalogan, ni priorizan, ni relacionan, ni justifican: nula. Y muchos de los textos de las hierbas han sido actualizados por última vez en el año 2010.

Todo en orden: dando apoyo a las terapias ‘alternativas’ (siempre le pongo comillas a esta forma curiosa de despreciar lo racional) pero no tanto como para que alguien pueda realmente usarlas en su beneficio.

A pesar de lo poco útil de esa web, el hecho es que han invertido un tiempo en ello y eso hay que agradecérselo. Supongo que los ‘hescépticos’ aún desconocen su existencia o ya habrían acudido en masa, antorchas en mano, a quemar la sede de ese nido de infiltrados magufos en pleno corazón de la Madre Ciencia.

La Religión

Lo peor de esta religión no es su violencia, ni su puerilidad. Tampoco su incoherencia ni que con cada palabra y acto contradigan todo aquello que dicen defender. Ni siquiera su petulancia ni la hilarante manera con que se toman tan en serio a sí mismos.

Lo realmente preocupante es su irrelevancia, su banalidad. Su nulo impacto en los problemas reales, en el bien común. Su clasismo al considerar que sólo Los Sacerdotes pueden ejercer el oficio de La Ciencia, dejando para el populacho los divertimentos científicos de El Hormiguero.

Su intento por circunscribir los avances a lo estándar y creerlo a pies juntillas mientras degradan cualquier hipótesis que se aparte del dogma. Su división cerril entre lo establecido-bondadoso y todo avance heterodoxo-malvado.

Su intención es crear una ciudadanía apresada por un locus de control externo, convencida de que sus problemas serán resueltos por entidades que nada tienen que ver con sus actos: la salud es cosa de médicos, la ciencia de científicos; métete en tus propios asuntos o serás castigado.

Tras cada intento por instalarnos en El País de Nunca Jamás y su curioso orden de valoración de lo que realmente importa no hay más que adoctrinamiento y obediencia. Sumisión y odio hacia toda forma de imaginación.

Porque su objetivo es impedir cualquier intento del ciudadano por establecer hipótesis y ponerlas a prueba. La imaginación y la creación de teorías que pongan en duda el edificio formal sobre el que se asienta La Ciencia de sus amos no pueden ser permitidas. Sus bestias negras son las frases “¿Qué tengo que perder por poner esto a prueba” y “Pues a mí me funciona”.

Dos frases que infinidad de pacientes y familiares podemos suscribir y de las que ellos deben burlarse porque no hacerlo implicaría validar la libertad individual y la capacidad de los ciudadanos de pensar y actuar de forma independiente.

No, somos criaturas estúpidas a las que hay que tratar con condescendencia y paternalismo cuando somos sumisos, y con desprecio y agresividad cuando no.

Para ese cometido usan la lógica de la fe, y le añaden con hipocresía e incoherencia unas vestiduras racionales que sólo son mantos de fariseo. Repito: ser inteligente implica saber matizar. Cuando todo matiz se confunde con crítica absoluta la razón muere:
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  • Si alguien dice que la vacuna del papiloma no tiene evidencia científica sólida detrás, que hay sospechas de su toxicidad y que debería dejar de usarse siguiendo el principio de precaución, se le llamará antivacunas, aunque no haya hecho alusión al resto de vacunas. Ni siquiera aunque digas que sí crees que algunas vacunas son útiles y han salvado muchas vidas.
  • Si alertas del peligro desconocido para el equilibrio ecológico que representan los cultivos extensos de GMO, estás en contra del avance científico y quieres volver a la Edad Media.
  • Si hablas de que los datos objetivos demuestran que buena parte de los fármacos usados habitualmente son dañinos, caros y basados en simple pseudociencia, eres un vendedor de hierbas y un defensor de la homeopatía
  • Si intentas explicar la validez del efecto placebo y muchas terapias inocuas que tal vez lo manipulen, eres un chamán
  • Si preconizas, como añadido a muchas otras acciones, meditación o ejercicios de respiración para un paciente de cáncer (y dará igual que aportes estudios serios y variados y fundamentación fisiológica) eres un vendehúmos New Age

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Para cuando despiertas de los efectos de esta droga anti-raciocinio, descubres que su cometido no es otro que mantenernos en el redil, construir fronteras mentales que imiten los efectos de una valla electrificada que creemos no podremos atravesar sin electrocutarnos. Impedirnos gritar que el emperador va desnudo, en pelota picada.

Su objetivo es ponerle puertas al campo, restringir toda acción que refleje libertad individual, pensamiento crítico, heterodoxia. No ha habido un solo régimen autocrático en la historia que no haya empleado las mismas armas: manipulación, miedo, inducción a la mediocridad.

La historia se repite tenaz en cada época, que cree no volver a cometer los errores anteriores: desde Alfred Wegener, creador de la teoría de la deriva continental, hasta Ignac Semmelweis, que propuso que los cirujanos se lavasen las manos para evitar las numerosas muertes por sepsis puerperal, cada tiempo ha ridiculizado al creador de toda teoría que pusiera en entredicho un dogma imperante, usando a los más cerriles y mediocres de sus representantes científicos: los que dicen que todo lo que no pertenezca a su sistema de creencias es M-I-E-R-D-A. Los ‘divulgadores’ científico-festivos.

En este momento, sin embargo, decir que el cáncer es una enfermedad metabólica ya no constituye la excentricidad de una sola persona, sino una tendencia mundial e imparable, que sólo se verá frenada por los múltiples intereses en conservar un dogma que permite ganar aún mucho dinero.

Me baso en infinidad de estudios científicos para decir lo que digo, de investigadores anónimos mucho más brillantes que yo, pero si necesitan Auctoritas que apoyen la teoría metabólica del cáncer, les daré Auctoritas:
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Y pongamos como ejemplo el de un par de científicos españoles, mucho más preparados que el Divulgador de Salón (y que yo) para hablar de cáncer:
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Además, unos cuantos proyectos seleccionados por la fundación Ramón Areces, que se enfocan en el metabolismo tumoral

Y añadamos que múltiples publicaciones científicas aumentan progresivamente el volumen de estudios que tratan de forma directa o indirecta el especial metabolismo del cáncer como forma de obtener medidas terapéuticas.

Por ejemplo, todo un número de la revista Cell dedicado al metabolismo del cáncer, en el que se afirma que ya debería existir una rama de la biología específicamente dedicada al metabolismo tumoral.

Y podría seguir.

¿Y todo eso es M-I-E-R-D-A?, ¿Really?

Me encantaría ganar el premio Brandolini para que, dentro de unos años, cuando todos se hayan convencido de que es inútil seguir poniéndole puertas al campo y esta teoría sustituya a la actual, permanezca como ejemplo de estupidez colectiva de una masa manipulada y acrítica.

Auschwitz y Sobibor

En lo que respecta a muchos pacientes de cáncer y sus familias, lo que se juegan no es su orgullo, ni una apuesta para ver quién tiene razón, sino la vida. Cuando alguien intenta restringir tus opciones hasta limitarlas a lo que SABEMOS que NO va a funcionar, tu única opción es rebelarte.

Cuando digo que lo que han hecho durante décadas con los tratamientos contra el cáncer es algo parecido a un genocidio lo hago con conocimiento de causa: quienes estamos implicados en esto vivimos en un campo de concentración donde personajes como los creyentes de la religión escéptica pretenden erigirse en nuestros carceleros. Su mensaje es: abandona toda esperanza. Si intentas eludir tu destino serás castigado.

Si crees que exagero o que estoy siendo demagógico es que no eres un enfermo o un familiar de un enfermo con una enfermedad incurable.

Pero lo que ellos creen es que el campo donde nos han recluido es Auschwitz, de donde prácticamente nadie, que se sepa, logró escapar. Por el contrario, el cometido que me he impuesto es convencerte de que ese campo donde estamos recluidos no es Auschwitz, sino Sobibor.

Sobibor fue un campo de exterminio nazi, construido en Polonia, que supuso el fin para más de 250.000 prisioneros, la mayoría judíos.

Gracias al liderazgo de dos presos, el soldado soviético Alexander Pechersky y el judío polaco Leon Feldhendler, organizaron la mayor fuga masiva registrada en cualquier campo de concentración nazi, por el método expeditivo de asesinar a la mayor cantidad de guardias posibles en una acción combinada, y atravesar a pecho descubierto las alambradas y los campos minados.

300 de ellos pudieron escapar, y de ellos unos 100 consiguieron evitar la posterior cacería, aunque no suele dársele mucha publicidad, salvo en alguna película olvidada de televisión, basada en el libro ‘Escapar de Sobibor’, escrito por Richard Rashke.

Cuando los papers se van, la enfermedad se queda. Esto no va de practicar judo en un tatami impoluto y con reglas bien establecidas. Esto es una lucha callejera con técnicas de Krav Maga, dedos en los ojos y patadas en los huevos. Para que tu carcelero deje de machacarte no servirán bonitas indirectas con la esperanza de que abrace la bondad, como por ejemplo dejarle bajo su almohada las ‘Meditaciones’ de Marco Aurelio, en versión de tapa dura y una flor como separador de páginas.

La ciencia nos servirá para establecer hipótesis, pero luego hay que bajar al barro y experimentarlas, obviando a los que pretenden que esperes a que la medicina solucione tus problemas, porque quieren hacerte creer que habitas en un bonito balneario con vistas, cuando saben que estás insertado a fuego en un campo de exterminio.

Pero te aseguro que ese campo es Sobibor, no Auschwitz: salir es difícil y trabajoso, no hay garantías, pero no debes abandonar toda esperanza: salir es posible si juegas bien y, si es necesario, si juegas sucio.

No esperes, querido linchador, que ponga la otra mejilla cuando me llames buitre, porque me juego la vida y si intentas impedir que haga lo que debo hacer te consideraré mi enemigo y actuaré en consecuencia.

Lo haré con armas inofensivas para tu integridad física, con armas mucho menos expeditivas que degollar a un guardia, pero a lo mejor llegará el día en el que, cada vez que intentes salir en jauría, un grupo fuerte y lleno de credibilidad te abrumará con cientos de papers que dicen que no te enteras de nada.

En ellos habrá, además, una total ausencia de insultos, algo que anulará aún más tu ya casi inexistente credibilidad.

Psicopatía ‘hescéptica’

Entender cabalmente implica comprender las motivaciones emocionales. Los recursos intelectuales de los escépticos son tan pobres, tan absurdos, que recuerdan a la forma de razonar de los psicópatas. No estoy diciendo que todos ellos lo sean, pero sí que las profesiones que muchos exhiben, el supuestamente alto nivel intelectual ‘tipo test’ que parecen poseer, chocan frontalmente con su pueril manera de juzgar, con un mínimo de sentido común, cuestiones muy simples.

En contra de lo que la gente piensa, los psicópatas no son simplemente ‘malas personas’, sino que su ausencia de emoción, su incapacidad de ponerse en la piel de otros les impide razonar cabalmente y tomar buenas decisiones. Cuando juzgan un hecho lo hacen sin tener en cuenta el componente emocional ni lo que los demás entendemos por ‘ética’, y exhiben una frialdad que, como bien saben Antonio Damasio, Robert Hare o Paul Babiak, no permite comprender en toda la humana extensión del término aquello que están valorando.

Los psicópatas son incapaces de asignar un elemento de emoción a lo que es ‘bueno’ o ‘malo’. No pueden usar cabalmente conceptos que no comprenden, que no sienten ‘en las tripas’ (ni en la amígdala), porque no han podido darles ‘color’ emocional durante su crecimiento. Sólo pueden hacer cábalas intelectuales con lo que les resulta extraño.

Al no poder calificar como ‘bueno’ algo que no sienten como el resto de los mortales, sólo pueden darle ese significado en función de componentes externos, convenientemente intelectualizados y racionalizados.

Generalmente lo ‘bueno’, para ellos es todo aquello que ellos quieren. Si ellos lo desean es bueno. Si ellos no lo desean será ‘malo’. Por eso, en función de sus gustos y preferencias, lo bueno y lo malo puede cambiar a lo largo del tiempo, pero hay algo que siempre permanece constante: es ‘bueno’ lo que es bueno para ellos, y es ‘malo’ lo que es malo para ellos.

Una de sus mayores deseos es el poder. Por lo tanto los psicópatas identifican a quien tiene poder con quien es ‘bueno’, y a quien no lo tiene con quien es ‘malo’. Por eso tantos psicópatas se encaraman a puestos directivos o políticos, por eso los pobres serán catalogados universalmente como ‘malos’ por tantos incapaces de matizar ni de ver en ellos seres humanos que deben ser valorados individualmente aplicando una mayor complejidad de criterio, de la que ellos carecen.

Las empresas farmacéuticas y la medicina tienen el poder, son las Entidades Supremas de su Religión, administran La Ciencia. Son buenas. Sus productos son La Verdad. Todo lo que se salga de esos límites es Anatema y debe ser perseguido.

Todo linchamiento de la historia perseguía, supuestamente, castigar sumariamente a un malhechor, pero en multitud de ocasiones entre el grupo de linchadores se escondían sujetos que sólo querían sentir placer haciendo daño a otro ser humano.

Y si no me crees, no pasa nada, el resultado sigue siendo que un grupo de personas supuestamente inteligentes impiden cualquier crítica contra un sistema farmacológico ineficaz y a veces dañino (aun teniendo en su poder abundantes datos objetivos), para atacar a personas (sí, muchos de sus ataques son ad hominem) que toman o defienden que se tomen posibles placebos tan inofensivos como la homeopatía.

La asimetría y desproporción de estos comportamientos parece evidente. O bien proviene de alguien incapaz de percibir esa asimetría (que defiende al poderoso y ataca al débil) y, por lo tanto, con una grave carencia de sentido común y de empatía, o bien de alguien a quien le pagan para que actúe de esa manera. En cualquiera de los dos casos nos encontraremos con personas con graves problemas éticos.

No defiendo esta hipótesis de la psicopatía con vehemencia, como si explicara este hecho con exactitud, faltaría más. Me consta que algunos escépticos son personas con alta conciencia ética, pero puedes estar casi seguro de que toda agrupación humana que permita actitudes de jauría albergará en su seno muchos elementos que encuentran en esa agrupación una válvula de escape para su natural tendencia, diluida en un supuesto ‘afán de desenmascarar estafadores’.

Pero no hablo principalmente de personas concretas, hablo de organizaciones, de sistemas. Todo el sistema corporativo en que se basa nuestra civilización es un sistema psicopático, incapaz de lograr el bien común, que infectará múltiples aspectos humanos para alcanzar sus objetivos.

Si digo que el movimiento escéptico es una invención de la industria, o que lo ha promovido, no digo que todos sus participantes estén comprados, pero sí que pertenecen a un movimiento que los ha convencido de sus bondades cuando el fin último es el opuesto. Si persigues el rastro del dinero encontrarás la verdad. Si encuentras a quién beneficia un sistema organizativo detectarás la fuente.

Los círculos escépticos (con su irrelevancia, con su ciencia reservada para la elite, con su ataque a cualquier hipótesis que contradiga al dogma), salvo contadas excepciones, no benefician a los pacientes, a los médicos honestos ni a la medicina en general; benefician a la medicina farmacológica, a las pruebas clínicas pagadas por la industria y a la industria misma.

Ésos son sus dueños y para ellos son vasallos.

Los mandamientos de los siervos escépticos

Su cometido es simple y se reduce a unos mandamientos grabados en sus tablas de La Ley:
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  • La Ciencia es perfecta y nos permite vivir en el mejor de los mundos posibles.
  • Lo que no existe aún es porque aún no puede existir. Si La Ciencia no lo ha descubierto todavía, nadie puede
  • La Ciencia sólo puede ser puesta a prueba por nuestros amos, y sólo nuestros amos pueden poner a prueba lo que les venga en gana.
  • Si quien expone una teoría no ha usado La Ciencia de nuestros amos no producirá nada Verdadero. Sólo nuestro amos pueden producir Verdad
  • Si aun así alguien decide exponer hipótesis basadas en otra ciencia diferente a la de nuestros amos, es perverso y sus motivaciones son heréticas.
  • Todo resultado práctico individual que parezca contradecir a La Ciencia será considerado abominación, o ‘amimefuncionismo’
  • Todo aquel que crea haber mejorado su condición con acciones fuera de La Ciencia será catalogado como posible apóstata y habrá que luchar contra él con sarcasmos retóricos: ‘sí, claro, qué daño puede hacer’
  • Todo aquel que pida que se tenga en cuenta otra ciencia diferente a La Ciencia es un Anticientífico, un apóstata y debe ser ridiculizado, vilipendiado y castigado en la plaza pública de las Santas Redes Sociales.
  • Todo aquel que preconice resultados procedentes de otra ciencia diferente de La Ciencia, será un Magufo
  • Todo aquel que plantee cualquier crítica a La Ciencia o a las motivaciones de nuestros amos será un Conspiranoico

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Al final, por encima de ese baile de comportamientos pueriles, queda un regusto de camisas pardas impartiendo el orden. Pero hay algo más grave: aunque estos twitteros a los que he hecho referencia son los trolls, los representantes más bajos de la Religión Escéptica, no se diferencian en exceso de muchos de sus dirigentes, que deberían mostrar un comportamiento más racional.

Algunos son como el inspector Torrente de la Religión Escéptica: simples, soeces y tabernarios que afirman tajantemente cosas como que todos los productos naturales son un timo (sí, todos, incluso aquellos en los que se han basado el 75% de los fármacos sintéticos existentes), o que confunden seguridad alimentaria con valor nutricional.

O aquellos que se dedican a avisarnos acerca de ‘los peligros de creer’, como si creer en un fármaco que ha matado a miles de personas no fuera mil veces más peligroso que la homeopatía.

Su problema es que son algunos de los representantes de un sector posicionado en zonas de cierto poder: profesores de universidad o periodistas, cuya influencia en los más jóvenes es evidente: entra en un foro de reddit donde los más testiculares y exaltados afilan los colmillos y sabrás que algo que debería ser un oxímoron, “Jauría de Científicos”, se hace realidad.

Y eso sucede porque ésa y no otra es su función: una tarea de Lobby, de presión (en todo el amplio sentido de la palabra), para empujar a la sociedad a que elimine de las conversaciones a todos los que puedan constituir una competencia para sus amos, una pérdida de cuota de mercado.

No importa que sean mercenarios o creyentes convencidos: desestiman razonar de manera equitativa en todos los aspectos de la vida, y reservan su parcialidad para lo que pueda hacer perder dinero a los sumos sacerdotes de su congregación.

Asistir a performances en las que un grupo hace un ‘suicidio homeopático’ (se atiborran de homeopatía para ‘demostrar’ que no sirve para nada) tras avisar a la prensa para que les hagan la foto, mientras en un hospital cercano mueren decenas de personas, arrasados por fármacos casi inútiles, es cuanto menos bochornoso.

Escuchar que ‘deben’ explicar a los ignorantes lo ‘equivocados’ que están, como si esa fuera una misión sagrada de extrema importancia, revuelve un poquito el estómago.

No hay mayor dejadez intelectual que la de asignarse etiquetas a sí mismo y a los demás. Mira, mamá, una tag y me acabo de ahorrar toneladas de matices que podrían darme dolor de cabeza y me permiten seguir siendo feliz y reunirme con mis colegas a masturbarnos colectivamente y asegurarnos los unos a los otros que somos el culmen de la evolución. Como siempre, grupos formados para proteger a sus miembros de los espejos, tan reveladores.

Esos objetivos débiles, fáciles de perseguir en jauría, están pensados para asignarles una etiqueta a su cajón de sastre y meter en ella todo lo que moleste a sus amos.
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  • ¿Hablas del cáncer como enfermedad metabólica? Seguro que te va la Homeopatía. Magufo.
  • ¿Qué? ¿Que quieres explicarme en qué te basas para hacer esa afirmación? No, no hay evidencia. Magufo.
  • ¿Qué? ¿Que nadie pondrá el dinero para que la haya? La ciencia se abre camino, encuentra siempre la manera. Si no hay evidencia es porque no puede haberla. Magufo. Y charlatán. Y estafador.

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Leer webs como Science based medicine permiten saber qué se siente al ser un hámster corriendo dentro de una rueda: para cuando has leído algunos de los comentarios de sus artículos sientes que nada ha cambiado, que no sales de ellos más sabio, que al parecer las preguntas con las que acudías son todas absurdas, que tu criterio nunca es válido y, más importante aún, que nada puede cambiar, que vivimos en el mejor de los mundos posibles.

La retórica banal, la racionalización y los sofismas se apoderan de tu razón tras un buen rato leyendo cómo una serie de comentaristas intentan medir quién la tiene más grande a base de citar a Popper y de presumir de poderío intelectual. Para cuando sales de la rueda todo sigue igual, y el resumen siempre es: el mundo es tan perfecto como puede ser. No te desvíes un ápice del camino marcado. Pero Popper estaría revolviéndose en su tumba si supiera que se usa su nombre para algo que no es más que puñetera estrategia comercial.

No es Popper quien nos permitirá entender este tinglado. No lo hará ningún filósofo sino un escritor de ficción. Elige a Kafka si quieres entenderlo mejor. Mejor dicho, elige a Kafka si quieres no entenderlo en absoluto, pero sí intuirlo.

Y ya no hablemos de Quack Watch, una burda web corporativa supuestamente dedicada a ‘alertar’ de la manipulación de los ‘estafadores magufos’, llena de datos directamente falsos, de contradicciones, de brochas gordas destinadas al segmento menos sutil de la población.

Hay otros círculos escépticos más razonables, es cierto, e incluso algunos hablan abiertamente del fracaso de la detección precoz o incluso de la ausencia de evolución de los tratamientos, pero en otras muchas ocasiones incluso los escépticos más racionales hacen una inestimable labor de desinformación mediante un doble juego: se dedican, por ejemplo, a investigar lo que dice la ciencia para adelgazar, pero a la vez afirman que la quimioterapia es una terapia bastante útil.

Adquieren un estatus en un área donde la corrección política ya ha llegado y donde no está mal visto decir que las empresas alimentarias son el demonio, y lo usan para poder desinformar en donde importa: en las grandes ligas del cáncer donde el resto de bloggers no entran porque saben que pueden salir trasquilados. Tema chungo, tabú: mejor me quedo en la zona de confort en la que sé que mi grupo me apoyará. No quiero que me llamen magufo.

Y no me importa si lo hacen conscientemente o no, si son pagados o no. Me importa un bledo que lo hagan de buena fe porque el resultado es el mismo: desinformación y mantenimiento en el redil de todo aquel que ose proponer hipótesis que se salgan un ápice de lo establecido.

(Actualización: hay honrosas excepciones como la de Marcos Vázquez y su blog Fitness Revolucionario, que publica artículos tan precisos y comprometidos como éste o éste)

Incluso en los círculos escépticos más racionales hay una resistencia a hablar de problemas realmente graves, de las manipulaciones de la mayor pseudociencia de todas, la más peligrosa a gran escala, la que se cobra miles de vidas humanas: la medicina farmacológica y su ama, la industria farmacéutica.

Les revienta que alguno de sus miembros hable de mamografías inútiles o de la poca eficacia de los fármacos, “porque eso dará alas a los magufos”. Pasan de puntillas por conspiraciones reales, como la que demuestra que el lobby del azúcar compró a científicos para culpar a las grasas de los problemas cardiovasculares, lo que nos ha traído lodos de enfermedad durante décadas y miles de muertos.

Pusieron en un pedestal a Ben Goldacre tras la publicación de su libro ‘Mala ciencia’, y se rasgaron las vestiduras cuando publicó el demoledor ‘Mala farma’. No importa que este último demostrara hechos delictivos que impactan infinitamente más en la salud pública, lo único que parece importarles es no dar combustible a los magufos.

Prefieren ocultar bajo la alfombra un hecho trágico, un delito contra la salud pública, con tal de que un señor pueda ser ridiculizado por tomar un trozo de glucosa. Porque, además, ninguno de ellos entiende el significado ni el valor del placebo. No comprenden que un placebo es una herramienta terapéutica de gran importancia (como bien saben casi todos los médicos), porque dista mucho de ser lo mismo que la simple autosugestión.

La característica principal de los pseudoescépticos es que no ponen su “skin in the game”, como dice Nassim Taleb

Esto es, que no se juegan su pellejo, sino su pequeño prestigio intelectual entre sus coleguitas twitteros. Habrá que verlos cuando la parka les eche el aliento en la cara formando una gran C: tal vez demudados, sollozantes, enfrentados por fin a sus minucias. Tal vez entrando en las páginas que un minuto antes denostaban, con gafas de sol y nuevos nicknames, moviendo temblorosos los mismos deditos que antes usaban para insultar

Quienes sí nos jugamos nuestra economía y luchamos por salvar la vida de nuestros seres queridos sentimos un pelín de desprecio ante los academicismos banales de quienes no se juegan nada en ello, salvo unos comentarios y unos tweets

Diagnóstico final: mediocridades de cartón piedra, posibles fracasados psicopáticos en busca de algo que calme sus egos amenazados. Portadores de simple ruido y peste, como pequeñas flatulencias online

Y hasta aquí mi revisión del oscuro hábitat de los irrelevantes.

Médicos en el reino de las medias tintas

Muchos médicos saben que algo no va bien, pero pocos son capaces de explicitarlo inequívocamente.

Pocos de ellos hablarán o actuarán contundentemente, porque sus carreras dependen de no hacerlo, y porque sus colegas podrían ridiculizarlos. Si un médico está leyendo esto sabrá que ésa es la realidad.

Pertenezco a algunos grupos de Facebook dedicados a temas de salud o de estilos de vida paleo, que son de gran utilidad, mucha mayor de la que algunos creen que tiene. Ese desconocimiento o ausencia de interés en meterle el dedo en el ojo a nadie y buscarse problemas hace que uno pueda publicar las recetas que le dé la gana, pero que sea visto con recelo cuando publica estudios que certifican las bondades del estilo de vida paleo, keto o primal para tratar enfermedades.

Hace poco publiqué un estudio con un pequeño grupo de pacientes en etapas iniciales o moderadas de Alzheimer, en el que todos menos uno habían visto detener e incluso revertir sus problemas de memoria y otros síntomas de la enfermedad gracias a medidas combinadas de dieta, ejercicio y suplementación, similares a las que propongo en el blog.

Los médicos que pertenecían al grupo y que, por lo tanto, algo se huelen acerca de la influencia de la dieta, reaccionaron todos a la vez, como si pisaran huevos. Decían lo de siempre: no hay nada seguro, debemos ser precavidos, hay que esperar a que haya estudios extensos…

Claro, yo sé que eso es lo ideal, que no podemos estar seguros, que sería estupendo que alguien pagara por estudios extensos. ¿Necesito confirmar que eso YA lo sé?

Pero si en un simple grupo de Facebook hay ese tipo de reacciones, algo raro sucede. Yo sé a lo que se refieren ellos, pero ellos no parecen saber a qué me refiero yo. ¿No se puede siquiera mencionar ese estudio sin que todos se pongan tensos?

Una médico me confirma en Facebook que sí conocen el estudio compañeros suyos neurólogos, pero luego me dice que no le parece ético comentarlo a los pacientes con Alzheimer, ni mencionarle la dieta Wahls a enfermos de Esclerosis Múltiple.

Yo le contesto que lo que no me parece ético es no decirlo y ella responde que no puede establecerse una relación directa entre una acción y el resultado terapéutico.

Y entonces veo que o bien no me explico o no hay interés en entender: yo NO he dicho en ningún momento que el resultado sea seguro al aplicar la dieta pero, ¿no es ético mencionárselo al menos a un paciente desesperado , avisando de que sólo es una remota posibilidad? No, lo que NO es ético es NO decirlo, NO agotar todas las posibilidades terapéuticas aunque no estén basadas en estudios extensos por los que nadie va a pagar, porque es algo inocuo y el enfermo es incurable por la medicina.

Y a ti lo que te pasa es que no quieres buscarte problemas con tus compañeros, o con tu jefe, y racionalizas tus acciones amparándote en que no hay nada seguro.

No hay nada seguro en NADA, sobre todo en las medicinas comercializadas con datos falsos. Lo único que SÍ es seguro es que los medicamentos para el Alzheimer y la Esclerosis NO funcionan, NO curan.

¿Ética? ¿En qué punto me he perdido en este asunto? ¿Qué se me escapa?

Vivimos en la civilización de las medias tintas, pero para los enfermos no hay medias tintas que valgan. Lo más divertido fue comprobar cómo nada menos que 3 personas del grupo, enfermos de Esclerosis, aseguraron estar controlando sus brotes gracias a los cambios de estilo de vida. Tres personas de un grupo limitado en Facebook, en un solo post. ¿Cuántas más podrían mejorar también su condición si alguien tuviera narices de hacer algo?

Y si alguien me dice que es fácil decirlo y más difícil hacerlo, le diré que tiene razón, pero también diré que o forzamos a que las buenas personas asuman la carga que se han echado encima al hacerse médicos o no esperemos que los miserables lo hagan.

Siempre digo lo mismo: todo es cuestión de objetivos. Si tus objetivos primordiales no son tus pacientes, sino que no te toquen la carrera, nada cambiará.

Es revelador leer la historia de médicos completamente sometidos a los convencionalismos durante toda su vida y que jamás han hecho nada que se salga del estándar pero que, cuando uno de sus hijos es diagnosticado con un cáncer incurable, mueven cielo y tierra para formar grupos de internet y traficar con fármacos que poner a prueba en sus retoños. Sus objetivos acaban de cambiar.

Es lógico que así sea, no digo que no, pero la diferencia entre ambos comportamientos es demasiado drástica y, sobre todo, los motivos que exhiben para no comportarse de forma más radical en favor de sus pacientes no son sinceros: dí que no quieres buscarte problemas, pero no racionalices.

El juramento hipocrático es, en muchas ocasiones, un aditamento retórico que queda mono al ser escrito en un papel, pero que se diluye cuando la realidad entra en escena.

Twitteros

La sociedad se mueve, y cada vez más, a golpe de Lobby. Los grupos de presión, concitados por individualidades fuertes e intereses concretos, son elementos indispensables para lograr cambios globales.

Generalmente lo hacen de forma encubierta y persiguiendo que los gobiernos y los organismos efectúen modificaciones en las leyes para beneficiar a las corporaciones a costa de los ciudadanos, pero otras veces también pueden ser elementos benéficos que persiguen y logran el bien común.

Asociaciones como Dietética Sin Patrocinadores reúnen a nutricionistas que buscar lo mejor para sus pacientes antes que ganar dinero fácil gracias al patrocinio de empresas alimentarias. Basan sus conclusiones y recomendaciones en la ciencia disponible, y no en paneles de expertos, y su labor es un ejemplo de cómo deberían ser todas las asociaciones donde la salud estuviera implicada.

Cuando publican en Twitter tienen apoyos instantáneos de su grupo y hacen presión para denunciar lo que Coca-Cola y otros gigantes alimenticios han estado haciendo, lentamente, y con su propia labor de lobby, a lo largo de décadas.

Pero me doy cuenta de que no existe, que yo sepa, nada similar en twitter en lo relativo al cáncer, es decir, una asociación que denuncie a las farmacéuticas pero que proponga medidas adicionales basadas en ciencia.

Sí, están personas como Miguel Jara, o asociaciones de oncólogos integrativos, pero no poseen el prestigio científico de los nutricionistas, porque la oncología oficial sigue siendo la que dicta qué es ciencia oncológica y qué no.

Aunque el carácter metabólico del cáncer es cada vez más evidente, tipos como yo somos recibidos (o al menos ésa es mi impresión) con bastante recelo. Si te sigue alguien ‘importante’ lo hace sin implicarse del todo, como lo haces con un aficionado que tiene buenas intenciones pero que, definitivamente, no pertenece a tu grupo. Me he sentido en ocasiones como un semi-advenedizo tolerado de mala gana.

A veces, algunas personas que en teoría estaban del mismo lado de quienes queremos aplicar ciencia y racionalidad y que saben que NO se están usando ninguna de esas dos en el tratamiento estándar, me ha contestado con algo que sólo puedo llamar como cierta rabia contenida: ‘ya está aquí este tocapelotas’, y eso me informaba que simplemente estaba malinterpretando mis intenciones y mis hipótesis.

Voy a ser explícito, para que queden claros mis objetivos y los medios que uso para alcanzarlos:
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  • Mi objetivo es hacer del cáncer una enfermedad controlable, gestionable, manejable. Prefiero esos vocablos a la palabra curación, demasiado manipuladora.
  • Para lograr esos objetivos usaré los medios lícitos que sean necesarios, sin importar su procedencia: me importa un bledo que se trate de moléculas sintéticas o naturales.
  • Si uso preferentemente moléculas naturales es porque han pasado la prueba del tiempo y se conocen sus efectos secundarios tras milenios de haber sido utilizadas en constante prueba y error, y porque son fácilmente accesibles por los enfermos, al contrario que los fármacos
  • Usaré fármacos si el balance riesgo/beneficio me indica, con un margen razonable de error, que merecerá la pena usarlos. No ataco lo sintético de forma sistemática, sólo propongo que se utilice con racionalidad y usando sinergias
  • Los médicos no están siempre equivocados, pero los enfermos no estamos siempre equivocados.
  • Por mucho que ataque a la medicina, mi idea es que los médicos y los pacientes debemos trabajar juntos, y que tan malo es el enfermo que no intenta implicar a su médico en el tratamiento adicional que propone, como el médico que se burla del paciente informado que tiene derecho a opinar, proponer y participar activamente en él.
  • No tengo certezas en nada de lo que digo, sólo sospechas razonables basadas en los estudios disponibles. Merece la pena intentarlo. Sí sabemos lo que NO funcionará. En muchos casos no hay nada que perder y todo que ganar.

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Lo diré alto y claro: necesitamos hacer lobby, con grupos fuertes basados en ciencia rigurosa, que atraigan a estamentos de la inteligencia científica, y que permitan hacer presión y difundir de forma convincente las hipótesis en las que nos basamos. Algo así como ‘Oncología Sin Patrocinadores’ o como ‘Oncología Metabólica’.

Si los pacientes de SIDA que viven en países desarrollados pueden controlar actualmente su enfermedad no es gracias a la FDA, sino a los grupos de presión homosexuales, que hicieron lobby para acelerar la salida de nuevos fármacos y usar combinaciones de ellos. No entraremos aquí a valorar si son los más adecuados o no, sólo debemos tener presente que es gracias a los homosexuales y su activismo que el SIDA es una enfermedad controlable (y también a que las farmacéuticas sacaron su parte de tajada gracias a ello, claro está)

La principal responsabilidad de que no haya conseguido una buena difusión en twitter es mía, al usar en esta red un lenguaje sarcástico y estar muchas veces a la contra en vez de difundir estudios objetivos y ser constructivo (espero que este artículo sea de los últimos en que me dedico a denunciar, en vez de a construir)

Pero también es responsabilidad de quien no quiere mezclarse en asuntos demasiado difíciles. En este reino de las medias tintas donde habitamos, la corrección política se practica incluso por quienes supuestamente no hacen cálculos.

No todo el mundo puede ser Alfonso Bordallo (@muscleblog), que sí habla sin pelos en el twitter.

Me ha entristecido comprobar cómo algunos seguidores importantes de twitter han dejado de hacerlo tras la polémica con los escépticos. No sé si simplemente no han querido ver inundado su twitter con el estiércol de los insultos y los debates estériles o hay en ello algo más.

Espero poder mejorar en el futuro mi credibilidad entre quienes deberían ser aliados naturales
.

La vergüenza

He sentido vergüenza en ocasiones, sobre todo en los inicios del blog. A veces me preguntaba: ¿Quién te crees que eres para hacer esto?, tal vez no seas más que un temerario conducido por el atrevimiento de su ignorancia.

La vergüenza ha sido una constante durante bastante tiempo, pero luego hablaba con oncólogos y la vergüenza se veía sustituida por vergüenza ajena.

He hablado con oncólogos que no habían oído hablar en su vida del efecto Warburg y que no sabían en qué se basaba la tecnología PET. Que jamás habían leído un estudio preclínico ni aun en fase II. Sólo fase III, de fármacos sintéticos. Y todo basado en proteínas y oncogenes, cero metabolismo, incluso en años posteriores al 2013.

Que te recomiendan que comas de todo, ‘porque-no-hay-alimento-malo-sólo-dietas-desequilibradas’, e incluso te dicen, a pecho descubierto, sin anestesia, que mejor si te atiborras de comida basura durante el tratamiento. Que te desaconsejan el ayuno (¡pero qué digo!, que te alertan encarecida, histéricamente, en contra suyo) y te piden que no hagas caso de ‘esas tonterías’ que se leen en internet.

He hablado con médicos que no han oído hablar nunca de una cosa llamada PubMed y que viven tan sólo a base de guías médicas elaboradas por expertos, felices de alimentar exclusivamente su conocimiento mediante intermediarios.

He hablado con nutricionistas que aseguran que las dietas cetogénicas son peligrosas para la función renal y para los huesos.

He hablado con cardiólogos que alertan acerca del consumo de grasas saturadas y que defienden el papel ‘imprescindible’ de las estatinas para evitar problemas cardiovasculares.

Y ninguno de ellos será probablemente vilipendiado jamás, ni tildado de incompetente; no tendrán ningún peligro de perder sus privilegios ni su licencia; serán considerados por el público general como los depositarios de La Ciencia y podrán desestimar sin rubor cualquier argumento que los contradiga, tildándolo con alegría de ‘anticientífico’.

Recuerdo eso y se me quita la vergüenza, porque sólo elaboro (luchando diariamente contra mis indigencias mentales y mis disonancias cognitivas) hipótesis plausibles y razonables de tratamiento con base en trabajos de cientos de auténticos científicos, y las pongo a prueba en constante autoexperimentación de sustancias inocuas o con riesgos calculados, como tantos empiristas del pasado hicieron antes de la llegada de los estadísticos, convertidos en los Golden Boys de la única ‘ciencia’ permitida, la corporativo-farmacológica.

El dinosaurio y el gato

Cualquiera que haya investigado el tema del cáncer con una mínima intensidad y cuyos objetivos sean encontrar una cura, sabrá que entonces la vida se transforma en una paráfrasis del famoso cuento de mi admirado Augusto Monterroso: cada día, cuando despertamos, el dinosaurio sigue allí.

Como Phil, el personaje interpretado por Bill Murray en ‘El día de la marmota’, todos los días asistimos a una procesión de frases hechas y dogmas banales, repetidos hasta la saciedad no sólo por quienes tienen evidentes intereses espurios en mantenerlos, sino por quienes carecen de arrestos para contradecirlos.

Al final del día, tras constatar que los oncólogos no harán nada por ahuyentar al dinosaurio, que la ciencia clínica no hará nada, que los bloggers no harán nada, que los twitteros con alma de paper no harán nada, contemplas a la persona con la que convives y percibes su angustia y los pensamientos que habitualmente le asaltan: ¿veré crecer a mis hijas? Si muero, ¿Qué será de ellas?, ¿tendré que sufrir tanto como ya he sufrido?

Y uno recuerda esos momentos del pasado en los que las frases como “Contemplar el abismo”, que uno consideraba demasiado hiperbólicas, se hicieron cuerpo. Pero no un cuerpo mítico como el que puebla los cuadros de Tamara de Lempicka, sino uno que no retiene sus fluidos, que tiene diarrea, que vomita, que se postra ojeroso y calvo tras recibir el veneno oficial. Ese cuerpo.

El abismo existe, y te mira a los ojos con una negrura como nunca antes has visto. Las hipérboles se hacen carne cuando una bata blanca te informa de que tú o la persona que amas parece tener dictado su destino y que nadie (nadie, recalca) podrá hacer nada por ella.

El destino es algo terco y tenaz, testarudo, que intenta cumplirse contra viento y marea. Los griegos sabían que el Ananké no debía tomarse a la ligera. Y muy pronto una jauría de patanes te hará saber que no tienes derecho a resistirte a ese destino, que te aguarda para engullirte porque La Ciencia (diosa de la religión ‘hescéptica’) así lo dictamina.

Serás un hereje si intentas convencer a otros de tu apostasía, y tratarán de humillar todo rastro de razón, inteligencia e intuición que quede en ti. Unos por ser mercenarios enfangados en su psicopatía. Otros por ser tontos útiles que tarde o temprano comprenderán que han estado defendiendo a sus verdugos. Una caterva que, en otra situación menos dramática, provocaría incontenible hilaridad debido a su puerilidad, a su intrascendencia, a su banalidad.

Cuando llega el final del día, mientras intenta averiguar si alguien ahuyentará al dinosaurio, uno se hace siempre la misma pregunta:

¿Quién le pone el cascabel al gato?

¿Lo harás tú, amigo oncólogo? ¿Tú, irrelevante ‘hescéptico’? ¿Tú, pequeño lobista? ¿Tú, científico twittero? ¿Tú, nutricionista airado contra las empresas alimentarias, pero agachadizo cuando se cuela la palabra cáncer? ¿Tú, banal periodista que abonas el estiércol mental de la población con las frases hechas que te dictan? ¿Tú, querido blogger indignado ante toda pseudociencia salvo la que enviará a sus lacayos a socavar tu credibilidad si te atreves a enfrentarla?

No: a nuestro gato tendremos que ponerle el cascabel nosotros o nadie más lo hará, y de paso construir algo con el objetivo de cambiar el mundo.

Sí, un objetivo ingenuo, desaforado y hasta risible pero, como mínimo, por el camino algunas vidas serán transformadas y tal vez salvadas gracias al peso de la objetividad y de la empatía.

¿Podrán otros decir lo mismo?

93 Comments

  1. Hugo Andrés Gutiérrez Martínez 15 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 15 de noviembre de 2016
  2. marta 15 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 15 de noviembre de 2016
  3. Marcelino 15 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 15 de noviembre de 2016
  4. Ignacio J Reyes 15 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 15 de noviembre de 2016
  5. Angel 15 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 15 de noviembre de 2016
  6. Sofía 15 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 15 de noviembre de 2016
  7. Alejandra 15 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 15 de noviembre de 2016
  8. José María Martínez 15 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 15 de noviembre de 2016
  9. Manuel 15 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 15 de noviembre de 2016
  10. Victoria 15 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 15 de noviembre de 2016
  11. Jose V. 15 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 15 de noviembre de 2016
  12. Encarnita F. 15 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 15 de noviembre de 2016
  13. Sandra 15 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 16 de noviembre de 2016
  14. Carlos 15 de noviembre de 2016
  15. Carlos 15 de noviembre de 2016
  16. CONY 16 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 16 de noviembre de 2016
  17. Alejandro 16 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 16 de noviembre de 2016
  18. Moris 16 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 16 de noviembre de 2016
  19. Matias 16 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 16 de noviembre de 2016
  20. Carlos 17 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 17 de noviembre de 2016
  21. Mar Ayora 17 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 17 de noviembre de 2016
  22. paco crespo 17 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 17 de noviembre de 2016
  23. Paco crespo 17 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 17 de noviembre de 2016
  24. Ramon 18 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 19 de noviembre de 2016
  25. Marsefe 18 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 19 de noviembre de 2016
      • Marsefe 19 de noviembre de 2016
      • Alfonso Fernández 19 de noviembre de 2016
  26. Jorge 20 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 23 de noviembre de 2016
  27. Matias 22 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 23 de noviembre de 2016
  28. Javier 23 de noviembre de 2016
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  29. Miguel 29 de noviembre de 2016
    • Alfonso Fernández 29 de noviembre de 2016
  30. Matias 30 de noviembre de 2016
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  31. Miguel 1 de diciembre de 2016
    • Alfonso Fernández 1 de diciembre de 2016
  32. Nerjeño 7 de diciembre de 2016
    • Alfonso Fernández 7 de diciembre de 2016
  33. Flor 30 de diciembre de 2016
    • Alfonso Fernández 30 de diciembre de 2016
  34. Luis 17 de enero de 2017
    • Alfonso Fernández 17 de enero de 2017
  35. Luis 17 de enero de 2017
    • Alfonso Fernández 17 de enero de 2017
    • Alfonso Fernández 18 de febrero de 2017
  36. juan carlos fernandez 14 de marzo de 2017
    • Alfonso Fernández 14 de marzo de 2017
    • Alfonso Fernández 17 de abril de 2017
  37. Carlos 1 de mayo de 2017
    • Alfonso Fernández 2 de mayo de 2017
  38. Carlos 2 de mayo de 2017
    • Alfonso Fernández 2 de mayo de 2017
  39. Carlos 2 de mayo de 2017
  40. Matias 3 de mayo de 2017
    • Alfonso Fernández 3 de mayo de 2017
  41. Alan 28 de mayo de 2017
    • Alfonso Fernández 29 de mayo de 2017
  42. Alan 29 de mayo de 2017
    • Alfonso Fernández 29 de mayo de 2017
  43. Matias 1 de junio de 2017
    • Alfonso Fernández 1 de junio de 2017
  44. Pingback: Paranoia seudoescéptica – Los seudoescepticos 24 de junio de 2017

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