Coronavirus: enseñanzas de tratamiento ante la hipocresía en el cáncer

Este artículo explica cómo la realidad de una potencial pandemia por coronavirus está obligando a adoptar medidas con un empirismo que, hasta ahora, era considerado pseudociencia cuando algunos proponíamos algo similar para tratar el cáncer.

Analizaremos las medidas prácticas que “los expertos” están proponiendo para tratar a pacientes infectados y comprobaremos que es el camino que, conceptualmente, debería seguirse de forma oficial contra el cáncer y que propongo en este blog y en el libro de Cáncer Integral.

La aparición del coronavirus y el riesgo de pandemia global

Publico este artículo el 2 de marzo de 2020. Tras la aparición de los primeros casos en Wuhan, China, el gobierno de ese país decidió realizar un draconiano esfuerzo de contención ante la amenaza de expansión de un virus hasta ahora desconocido.

Esfuerzo que no parece estar siendo replicado por otros países, pero que sí cuentan con el periodismo más alarmista, amarillo e irresponsable del mundo, haciendo que confluyan la aparente dejadez institucional con la irresponsabilidad informativa ¿Qué podría salir mal?

Aunque la familia de los coronavirus no es nueva, el Covid 19 o 2019-nCoV sí parece ser un nuevo virus que ataca sobre todo las vías respiratorias, puede ocasionar neumonías y, como toda neumonía, puede resultar peligrosa, sobre todo en enfermos inmunodeprimidos (como los pacientes oncológicos) y ancianos.

Los datos son contradictorios y no se sabe aún el potencial peligro real, pero los porcentajes de mortalidad en función de franja de edad parecen ser, aproximadamente, similares a los de la gripe, que deja miles de muertos al año en todo el mundo.

No se trata ni de lejos de un virus tan letal como, por ejemplo, el ébola, pero justo debido a su relativamente escasa mortalidad y largo período de incubación sin la presencia de síntomas, su mayor transmisibilidad que la gripe y su resistencia a vivir largo tiempo en superficies, su capacidad de expansión es enorme.

Aunque es probable –ojalá- que el tiempo lo convierta en otro virus de presencia estacional mundial que no ocasionará más problemas que los que ya ocasiona la gripe (y son bastantes, porque es una enfermedad seria que, repetimos, mata al año a muchos miles de personas en todo el mundo), su novedad acarrea algo extremadamente peligroso: la incertidumbre y un potencial “cisne negro”.

Siempre es posible que una mutación más letal del virus de la gripe la convierta de nuevo en una pandemia similar al de la “gripe española”, que mató a millones de personas, pero las probabilidades son escasas.

[Actualización: además, como certeramente retrata Ernesto Prieto Gratacós en este artículo el virus de la «gripe española» no presentaba características muy diferentes que hicieran presagiar tanta mortalidad, y probablemente ésta se hubiera debido a una población debilitada tras años de guerra. La mayoría de las víctimas morían por infecciones bacterianas asociadas al virus].

Mientras que las mutaciones anuales del virus de la gripe están razonablemente estudiadas y sus síntomas más habituales son conocidos, el nuevo coronavirus es aún un asunto demasiado enigmático y hay demasiadas variables que no tenemos controladas aún como para tomarnos la potencial pandemia a broma. Los gobiernos deberían prepararse para lo peor (como ha hecho el gobierno chino) mientras informan adecuadamente. Justo lo opuesto a lo que hasta ahora hemos visto en muchos países.

Aunque la mortalidad sea baja, el COVID-19 tiene una tasa de transmisibilidad bastante mayor y las altas tasas de infección podrían colapsar los sistemas de salud y producir muertes colaterales en otras dolencias debido a la sobrecarga de recursos sanitarios, que no son infinitos.

Aprovecho para resaltar que la vacuna de la gripe es casi inútil y que no espero que se desarrolle una vacuna eficaz para este nuevo virus, cuyas mutaciones estacionales serán probablemente similares a los de la gripe “común”. Pero sí tengo confianza en que se desarrollen medidas antivíricas para quien ya tenga la enfermedad, como explicaré en este artículo.

La obligación de usar “atajos empíricos”

Ya se sabe que cuando tocan a su economía es cuando los países saltan y hacen lo que no harían si los perjudicados fueran otros. En ese caso, el control deja de estar del lado de las corporaciones y los países dejan de lado los prejuicios para solventar un problema real.

Es similar a lo que sucede en tiempos de guerra: el objetivo no es ganar dinero sino derrotar al enemigo. En ese momento todas las manipulaciones informativas se detienen, las frases hechas se deshacen, los fantoches quedan expuestos como lo que son y todo se resume en: “haz lo que sea, pero resuelve esto”.

Gracias a la segunda guerra mundial el avance técnico (aplicado a partir de los descubrimientos con fines militares, eso sí) avanzó varios órdenes de magnitud. Si la “guerra contra el cáncer” fuera una guerra real entre países, y ganase quien consiguiese hallar una cura, el cáncer habría sido vencido hace décadas, y estoy firmemente convencido de que YA tenemos el conocimiento teórico y las armas prácticas para derrotarlo.

Cuando la realidad llama a la puerta las cosas se ven de otra forma, porque toda acción depende del objetivo perseguido. Cuando el objetivo deja de ser potenciar una carrera o ganar dinero y se convierte en algo dolorosamente real, como evitar un potencial desastre, asistimos a un cambio en la forma de actuar.

Cuando cambian los objetivos, cambian las acciones. Y cuando el mundo ideal de la “ciencia” académica se transforma en el purulento mundo real de la neumonía pandémica, los mundos de Yupi se desvanecen y nos transportamos al sucio lodo de la incertidumbre.

Y, así, muy poco después de la aparición del virus nos informaron que el gobierno chino incluiría la medicina tradicional china en su arsenal de medidas terapéuticas y que estaban probando una combinación experimental de drogas YA conocidas, que incluía antiretrovirales, antivirales y cloroquina (un fármaco antiparasitario con potencial antiviral).

[Actualización del 09/03/2020: en esta web traducida del chino (referencia) se puede leer que el gobierno chino incluye entre las medidas aconsejadas para el tratamiento de las neumonías y problemas respiratorios asociados al COVID-19 el uso de vitamina C intravenosa a altas dosis, un tratamiento que lleva usándose casi en secreto durante décadas para tratar el cáncer y que ha sido sistemáticamente perseguido y desprestigiado con argumentos falaces, llenos de cinismo y miseria moral.]

Y hace unos días aparecía una noticia en España, que afirmaba que uno de los primeros infectados españoles con síntomas había sido tratado en un hospital sevillano con un “tratamiento experimental” que, tras cuatro días de aplicación, parecía haber curado al paciente.

Titular de la noticia
Texto de la noticia

Si no se tratara de algo potencialmente tan dramático, sería para echarse a reír, porque el tratamiento no era exactamente “experimental”. Al leer esa palabra la mayoría de la gente asumiría que se trataría de un fármaco “nuevo”, que “los científicos” habrían descubierto recientemente. Pero, en realidad, el tratamiento se basaba en estos preceptos:

  • Drogas conocidas desde hace años, empleadas algunas en otras dolencias
  • Estrategia de tratamiento combinado
  • No han esperado a que hubiera ensayos clínicos en humanos para hacer la prueba

Es decir, han aplicado un empirismo razonable basado en un bajo ratio riesgo/beneficio, asumiendo una incertidumbre que no podrá JAMÁS ser anulada del todo. Y esas son las mismas bases que algunos como yo llevamos AÑOS proponiendo para tratar al cáncer

El resultado ha sido un N=1, un “caso anecdótico”, un “amimefuncionismo” de manual que, no obstante, no ha detenido a la prensa para afirmar que podían sacarse conclusiones de él.

Los mismos que “alertan” histéricamente ante el “avance de las pseudociencias”, incapaces de detectar un comportamiento que ellos mismos llamaban “pseudocientífico” en otros. Pero está claro que, a estas alturas, exigir un mínimo de capacidad de análisis a estos seres tecleantes resultaría ingenuo.

Traslación al cáncer. La necesidad de abrazar la incertidumbre y retornar al empirismo del siglo XIX.

En tuiter, un médico me anunció que “ya había consenso” para aplicar ese protocolo experimental de drogas combinadas. El “consenso” es palabra mágica para quienes no ven que los argumentos de autoridad tienen el menor valor en la pirámide de la evidencia.

Cuando le pregunté que si se habían hecho ensayos en humanos con esa combinación, me envió un estudio IN VITRO. Y, ante mi sorpresa, me dijo que “no había tiempo para hacer esas pruebas, porque la situación era de emergencia”.

Ajá: así que la “emergencia” (el baño de realidad), justificaba contravenir todas las normas que sí se aplican, con rigidez prusiana, a otras dolencias. ¿Será que en esas otras dolencias no hay una “emergencia”?

¿Pueden entonces aplicarse esas medidas a la gripe común?, ¿Seremos llamados magufos si decidimos usar esas mismas medidas contra un enemigo que SÍ es una pandemia estacional y que mata a miles de personas cuya salud está comprometida?

***

Y llegamos al cáncer: ¿Podemos aplicar en el cáncer ese sistema empírico de terapias combinadas con medidas de todo tipo que incluyan fármacos YA usados para otras dolencias, o seremos (de nuevo) linchados?

Quienes conocen este blog ya saben que llevo AÑOS recomendando hacer el mismo “atajo epistémico” que los médicos recomiendan con alegría aplicar al coronavirus, y que esa es la razón por la cual he emprendido el largo, intrincado y solitario camino de redacción del libro de Cáncer Integral.

He profundizado en las razones que me han llevado a mantener este blog y escribir ese libro en este artículo y lo he ejemplificado al hablar de la oportunidad terapéutica que representa el desequilibrio del pH en diversos escenarios tumorales, que utilizo para concluir que NADIE, JAMÁS nos sacará las castañas del fuego y que debemos aplicar un empirismo lleno de incertidumbre y “casos anecdóticos” o todo seguirá igual unas cuantas décadas más, ignorando los ataques de dos tipos de mediocridades cognitivas:

  • Los enamorados de los “ciclos largos” de ciencia básica, que ponen etiquetas de “solucionismo tecnológico” a todo intento por solucionar en la realidad un problema, porque sólo son cobardes poseídos por una parálisis por análisis, que se olvidan de que, por ejemplo, la penicilina se descubrió tras observación empírica individual, y que usamos aspirina durante décadas sin comprender su mecanismo de acción.
  • Y los enamorados del ensayo clínico que sólo puede ser llevado a cabo por la industria, que aísla variables con ingenuidad, reduciendo la complejidad orgánica con el objetivo de aprobar fármacos, y que se olvidan de que el escorbuto se curó gracias a 1 ensayo con 12 pacientes y 6 sustancias y que sólo la observación de DOS personas curadas con cítricos condujo a la obtención de una solución.

No entienden que el espacio muestral necesario es inversamente proporcional al efecto terapéutico observado y que UNA SOLA remisión de cáncer avanzado ya aporta enorme cantidad de información y no debe ser metida en el cajón del “caso anecdótico sin valor”.

Ambos grupos acusando A LOS DEMÁS de practicar pseudociencia, y ambos cometiendo el principal error cognitivo del farsante que no sabe que lo es: considerar la incertidumbre como algo evitable.

  • Los primeros intentan minimizarla ahondando en la profundidad teórica, como si alguna vez fuera suficiente para entender por completo una materia tan compleja.
  • Los segundos usando un reduccionismo empírico que aísla variables sin tener en cuenta las infinitas interrelaciones con otros millones de variables orgánicas, creyendo que alguna vez hallaremos una explicación por simple acumulación de pruebas.

Unos son ingenuos que creen podrán destruir la incertidumbre, otros cobardes, que evitan enfrentarla. Ambos desprecian a quien no piensa igual, y usan figuras prominentes en el campo de la epistemología y la filosofía de la ciencia, como Popper o Kuhn, para defender sus posiciones.

Pero ambos pasan de puntillas por la figura incómoda de Feyerabend y su “anarquía epistémica”, que otorga a todo tipo de estrategias la categoría de armas válidas para alcanzar el conocimiento, y que define con mayor precisión cómo debe ser el pensamiento científico, en oposición a quienes se enfocan exclusivamente en el método científico y creen que ambos son equivalentes o sinónimos.

Bayes es también una figura estadística molesta, sobre todo para el grupo de ingenuos que creen que la arbitrariedad del p-value y su mágico 0,05 es racional o quienes consideran que toda referencia a la subjetividad es un peligro para esa “ciencia” que creen confeccionada con el rigor objetivo y milimétrico de un relojero suizo.

Actualización: NO estoy diciendo que debamos prescindir ni de la ciencia básica ni de la clínica tal y como la entendemos ahora, sólo digo que debemos AMPLIAR el espacio epistémico de qué se considera «ciencia» o no podremos obtener evidencias de dos tipos:

  1. De moléculas no patentables, porque nadie paga por ensayos clínicos para ponerlas a prueba, debido a que no podrían obtener un retorno de la inversión.
  2. De estrategias combinadas, porque los ensayos clínicos existen para AISLAR efectos de fármacos individuales y poder justificar su aprobación. Un ensayo con diferentes terapias no permitiría asignar responsabilidades a cada molécula, sólo saber si el conjunto funciona o no, que es lo que le interesa al enfermo pero NO a la corporación que paga por levantar el ensayo.

***

Los motivos estructurales de que nos encontremos en este punto a la hora de tratar el cáncer los voy desgranando en toda una serie de artículos, que llevan por título genérico ¿Por qué perdemos la guerra contra el cáncer?

Las propuestas de aplicación de cócteles de fármacos (a los que sumo medidas crónicas como dieta cetogénica) empiezan a extenderse y los casos “anecdóticos” de enfermos de cáncer incurable que consiguen sobrevivir contra todo pronóstico al seguir esas medidas también se multiplican, como éste de Ben Williams.

¿Creeís que alguno de esos “casos anecdóticos” con “terapias experimentales” que remiten su cáncer avanzado saldrán alguna vez en los medios?

Yo tampoco.

La forma como la realidad está poniendo en su sitio a tanto científico de salón al abordar el tratamiento del coronavirus está despojando a la velocidad de la luz a los farsantes de sus máscaras.

La medicina basada en la evidencia ha sido el triunfo de la “ciencia” corporativa, dedicada a convencer de que sus tretas dirigidas a ganar dinero son la única “ciencia” válida.

Por el contrario, algunos creemos que debemos retornar a las humildes pruebas decimonónicas, llenas de incertidumbre, escaso número de pacientes, velocidad, aprendizaje y el a veces cruel pero valioso ensayo-error, aposentado, eso sí, en hipótesis razonables gracias a los miles de estudios de ciencia básica acumulados hasta la fecha.

El cáncer es una emergencia epidémica desde hace décadas

Coge a una persona y pásate la vida pisándole la cabeza. Para cuando alcance la edad adulta considerará que eso es lo normal y se extrañará cuando alguien le diga que no tiene por qué dejar a nadie que le pise la cabeza.

Con el cáncer es lo mismo: nos han dicho tantas veces que “tenemos más cáncer ahora porque vivimos más” y es tan habitual que los caos de cáncer nos rodeen que la mayoría repite como un loro ese mantra. Pero es FALSO.

La edad es un factor de riesgo, cierto, y se incrementan las probabilidades de padecer cáncer conforme envejecemos (hasta cierta edad, en la que el riesgo disminuye), pero el incremento se produce en TODAS las franjas de edad. Hablé de ello en este artículo, donde resalto cómo la manipulación informativa está conduciendo a la ciudadanía a un comportamiento de rebaño sin criterio.

El cáncer ya es la principal causa de muerte en muchos países, y el número de casos se dispara. Si añadimos que los fármacos no aportan en general más calidad o tiempo de vida, algo que sucede desde hace 70 años, comprobaremos que no es posible llamar a la muerte anual de millones de seres humanos de otra forma que PANDEMIA QUE DURA 7 DÉCADAS.

¿Haremos algo al respecto? ¿Esto no es una emergencia que requiere medidas drásticas, teniendo en cuenta que hasta ahora sólo han servido para que las farmacéuticas ganen toneladas de dinero?

Similitudes entre infecciones y cáncer

Por si los motivos esgrimidos hasta ahora no fueran suficientes, resulta que el cáncer tiene grandes similitudes con las infecciones microbianas.

Si has llegado hasta aquí creyendo también a pies juntillas que el cáncer “son en realidad más de 200 enfermedades de origen genético”, tengo noticias: hay más de 50 objetivos metabólicos específicos que comparten TODOS los cánceres y que NO presentan las células sanas, y que podrían usarse para deducir medidas terapéuticas.

Algunos de esos “puntos de presión” son similares a los que muestran virus, bacterias, hongos y parásitos: dependencia del hierro para medrar, “escudos metabólicos” para esconderse del sistema inmune o cambiar su fenotipo hacia uno que colabore con tumor o infección en vez de atacarlos, o sobreexpresión de ciertas glicoproteínas que “achican” los fármacos y conducen al fenómeno de la multirresistencia, común tanto en cáncer como en infecciones.

Y por eso TODA medida antimicrobiana es TAMBIÉN, en mayor o menor medida, antitumoral, y forma parte de cócteles de fármacos que han conducido a mejoras e incluso remisiones que confirman esa amorfa entidad denominada por los científicos de salón como “casos anecdóticos” y que deciden arrojar, con displicencia, al basurero del conocimiento.

  • Antivíricos, como Aciclovir
  • Antibióticos (algunas de las primeras drogas quimioterápicas, que aún se usan, fueron antibióticos), como doxorubicina . Deben usarse con cuidado, porque al afectar a la microbiota podrían producir más daño al medio plazo que beneficio al corto plazo (artículo).
  • Antifúngicos como ketoconazol o itraconazol
  • Antiparasitarios como hidroxicloroquina, pyrvinium pamoato o ivermectina.

Otras medidas habitualmente consideradas “magufadas”

Cuando la realidad llama la puerta, los fantoches lo tienen más difícil para seguir aposentando sus argumentos en manipulación y prejuicios.

Y entonces asoman la cabecita medidas que acumulan evidencia o enorme potencialidad y sospechamos los motivos por los cuales han sido sistemáticamente difamadas: porque son baratas, efectivas y NO PATENTABLES:

  • Vitamina C a altas dosis
  • Yodo molecular
  • Ozono
  • Dióxido de cloro (ClO2)

Y, sí, esas medidas podrían ser efectivas contra el Coronavirus. Hay muchas más incógnitas y potencial peligro en uso interno con ClO2, es cierto, pero podría considerarse como desinfectante de superficies e incluso tópico.

[Actualización: Andrés me ha hecho reflexionar en dos comentarios a este artículo en el que me dice que no hay suficiente evidencia para recomendar el uso dióxido de cloro. Tiene razón y de las 4 sustancias mencionadas es la que aporta la evidencia más débil.

No hay suficiente evidencia de eficacia antivírica con uso interno, aunque en uso tópico y en superficies ha demostrado ser, junto con ozono, el mejor biocida.

Pero, aclarado esto, hay que entender que sólo propongo ampliar el debate y frenar el intento por mover la ventana de Overton. La mención del ClO2 no implica aconsejar su uso, sino estar atento a la evidencia que pueda ir surgiendo.

No obstante, al respecto del cáncer dejo por aquí este estudio donde el ClO2 se usó como parte de un protocolo metabólico en el que un paciente logró contener su grave enfemedad. No sabemos si el ClO2 ayudó en ello, pero lo pongo como ejemplo de la necesidad de asumir esas incertidumbres razonables].

Los científicos de salón y los bocazas de tuiter

Hasta ahora, cuando lo más peligroso que los científicos de Salón que pueblan tuiter podían experimentar era que sus compañeros de grupo los ridiculizasen por atreverse a opinar diferente, llamaban a estas propuestas “amimefuncionismo peligroso” porque no se basaba en “evidencia” y si uno se atrevía a proponer algo semejante unos cuantos seres de luz se acercaban a explicarte “cómo funciona el método científico” que tú, al parecer, desconocías por ser un pobre ignorante (o, peor aún, un estafador).

Pero los infelices que confunden “método científico” con pensamiento científico, y reducen espectacularmente la epistemología de la ciencia a una metodología llena de burocracia mental, no saben que han sido atrapados por los manipuladores, los cuales han conseguido, tras décadas de machacona repetición en los medios, hacerles creer que sus limitaciones cognitivas son axiomas y que su mediocridad es un premio.

Mientras, quienes los han convencido de que son unos genios se parten de risa.

El “método científico” y sus deficiencias

El “método científico” aplicado a la biomedicina afirma que deben seguirse unas etapas que van conduciendo paulatinamente a algo que los ingenuos identifican con “objetividad”, y una pandilla de fanáticos con “verdad” y hasta “inevitabilidad”, es decir, que NO podría haberse alcanzarse un resultado diferente y que todo quien proponga críticas al modelo no entiende que si “la ciencia” no alcanza una conclusión diferente, nada podrá alcanzarla.

Quienes hablan de “objetividad” pura no entienden la suciedad que introduce en la ecuación el componente HUMANO. Y quienes se atreven a hablar de “verdad” e “inevitabilidad” son simples fanáticos que han sustituido a dios por La Ciencia y a las normas y ritos de la religión por un conjunto de metodologías igualmente estrechas.

Todos ellos son mentes temerosas de la incertidumbre, refugiados en un grupo lleno de autoridad que no debe ser puesta en duda, porque esa autoridad es como un cimiento axiomático sobre el cual construir el edificio de sus ideologías. Si los cimientos fallasen, TODO se derrumbaría, y lo que han tardado carreras enteras en construir podría revelarse una farsa.

Están ligados solidariamente, por tanto, a una metodología, a un checklist de acciones externas que creen anulan la incertidumbre y que convierten a la ciencia biomédica en algo semejante a una entidad platónica (a la cual en realidad sólo las matemáticas pueden acercarse).

Una mente mediocre cabe perfectamente en esas normas coercitivas y puede convertir a todo quien las cuestione en herejes que no acatan normas que han elevado a la categoría de ciertas. Su querencia por el uso de etiquetas que definan con precisión todo lo que no son capaces de matizar con variadas gamas de grises no refleja más que su incapacidad. Meter en esas cajitas cognitivas a quien representa una amenaza a sus axiomas es una forma de tranquilizarse y decirse a sí mismos: “todo está bien, ese que nos reta forma parte de una cajita que lleva una etiqueta definitoria absoluta y que representa algo MALO”.

De nuevo, la ciencia como sustituta de la religión, capaz de inducir comportamientos que aluden a la moralidad y como manera de imponer un ORDEN que aminore las amenazas de ese universo terrible y aparentemente arbitrario que nos ha tocado vivir.

***

La medicina NO es una ciencia. O, al menos, no una ciencia pura. Debe asumir una incertidumbre inherente a la complejidad de nuestro organismo. Una complejidad que seguramente JAMÁS podremos resolver por completo. Cada intento de profundización nos conduce a nuevos retos, misterios y complejidades que convierten la empresa en una tarea infinita.

El siglo XX, además, nos condujo al callejón sin salida de nuestra propia incapacidad inherente de alcanzar mediciones absolutamente precisas. No sólo la relatividad nos puso en nuestro sitio sino, sobre todo, la teoría más “cierta” y experimentalmente “correcta” que el ser humano ha logrado definir jamás a la hora de explicar el universo: la mecánica cuántica, que es, paradójicamente, la que nos enfrenta al muro infranqueable de la incognoscibilidad completa del mundo físico.

Recientemente, la biología cuántica ha conseguido resolver parcialmente algunos de los misterios que hasta ahora resultaban inexplicables, demostrando que nos enfrentamos a algo que hace sólo unas décadas sería considerado esotérico. Pero en esa misma definición explicativa se encuentra contenido, paradójicamente, un enigma que no podremos descifrar JAMÁS.

Quienes desestiman a cualquiera que aluda a lo “cuántico”, intentando hacer creer que justifican el “pensamiento mágico”, sólo intentan en realidad aferrarse al mundo conocido, milimétrico y burocrático de las reglas newtonianas, donde el mundo es sólo un reloj suizo de piecitas cognoscibles y definibles con un puñado de ecuaciones. Suelen desconocer en realidad los fundamentos de la mecánica y la biología cuántica y la desechan por motivos prosaicos: ¿Cómo va a ser cierto algo “tan raro”?

Frente a la oportunidad de la maravilla que se nos abre sólo perciben amenazas a su seguridad. No son científicos apresados por el motor de la curiosidad y el ansia de saber, sino burócratas temerosos del vacío que se abre ante sus narices.

Yo tampoco sé demasiado de esos temas, pero sí lo suficiente como para sacar una única conclusión: somos incapaces de apresar la “verdad” absoluta y objetiva, así que debemos aproximarnos a ella con acciones que nos permitan vivir mejor, renunciando a la pretensión de poder definirlo todo y, a la vez, escapando de los reduccionismos.

Debemos alcanzar un equilibrio que nos permita alcanza SOLUCIONES PRÁCTICAS que abracen la incertidumbre sin ser reduccionistas.

Viendo la oportunidad en la amenaza

Los baños de realidad pueden venir bien para que los científicos de salón comprendan que no sólo debemos alterar el paradigma conceptual de qué es el cáncer, mirándolo con ojos que se enfoquen en sus alteraciones metabólicas que vienen ANTES que las genéticas, sino para modificar la forma como entendemos el tratamiento en medicina: desde uno tecnificado y sujeto a las decisiones empresariales de las corporaciones hacia uno más humilde, lleno de otra clase de imperfección y sometido a la incertidumbre, que no es una enemiga sino sólo una compañera inevitable.

Esa es la razón por la cual puse en marcha este blog y por el cual emprendí el solitario camino de redacción del libro de Cáncer Integral: porque sólo enfermos y familiares estamos exentos de duda respecto a cuáles son nuestras intenciones: no nos importa medrar en una carrera ni ganar dinero, sino sólo obtener soluciones, aunque sean aún parciales, en el camino de derrotar en la REALIDAD a este enemigo brutal.

19 Comments

  1. ALFREDO MEDINA 2 de marzo de 2020
    • Alfonso Fernández 2 de marzo de 2020
  2. Javier. 2 de marzo de 2020
    • Alfonso Fernández 2 de marzo de 2020
  3. pedro 3 de marzo de 2020
    • Alfonso Fernández 3 de marzo de 2020
  4. Andrés 3 de marzo de 2020
    • Alfonso Fernández 3 de marzo de 2020
      • Andrés 3 de marzo de 2020
      • Alfonso Fernández 4 de marzo de 2020
  5. FELIPE HERNANDEZ RAMOS 3 de marzo de 2020
    • Alfonso Fernández 3 de marzo de 2020
  6. Carlos 6 de marzo de 2020
  7. Carlos 6 de marzo de 2020
  8. Sandra 7 de junio de 2020
    • Alfonso Fernández 11 de junio de 2020
  9. Luos 1 de julio de 2020
    • Alfonso Fernández 5 de julio de 2020

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