COVID-19. Distopía y horror (II): mortalidad 2020, efecto cosecha, autopsias y la infamia de las residencias

En el primer artículo de la serie, analicé los tratamientos eficaces contra la COVID que han sido censurados y difamados en las sociedades occidentales, pero que han salvado incontables vidas en países “pobres” o en Japón y controlado por completo la pandemia.

En éste abordo el controvertido tema de la mortalidad durante el primer año de “pandemia”, 2020, antes de la llegada de las “vacunas” salvadoras, las autopsias y el trágico asunto de las residencias de ancianos.

Iba a incluir también otros temas, pero el artículo se estaba convirtiendo en mi habitual exceso y preferí dividirlo. Aun así, mi análisis es sólo superficial: podría haber añadido toneladas de información, pero prefiero que estos artículos abran un melón de debate y matiz posteriores.

Mortalidad y efecto cosecha

Quizá tras la lectura del primer artículo, tras asistir al hecho asombroso de que en África apenas hayan muerto por COVID pese a casi no haberse “vacunado” y de que países como Japón o India hayan abordado exitosamente una política de tratamiento temprano, sigas albergando dudas: “Pero, en Europa, ha muerto mucha gente, Alfonso” (parece que escucho).

Con alta probabilidad ha sido Covid lo que ha matado a mucha gente los dos primeros meses de pandemia (marzo y abril de 2020), no lo niego, pero debemos matizar con mucho cuidado lo que sucedió durante esas fechas fatídicas para entender los motivos adicionales que contribuyeron a la tragedia. A Covid hay que sumar unos cuantos condicionantes que convirtieron la «pandemia» en algo mortal pero no sólo por la presencia del supuesto virus de Wuhan.

Tras ese período se produjo una situación similar o quizá puntualmente algo peor de lo habitual, durante los meses de otoño-invierno de 2020, similares a la que provocaba todos los años también la “simple” gripe, que saturaba la sanidad pública CADA otoño-invierno y no por ello se paralizaba el planeta.

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En 2005 ya había problemas con la gripe, incluso tras todas las campañas de vacunación
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«Epidemia» de gripe en 2017-2018. Y los «expertos» recomendaban, como ahora, vacunar, pese a que cada año la epidemia era la misma.
Noticia de enero de 2019, un año antes de la “pandemia” de COVID.
Noticias recurrentes cada año en la prensa.

Europa es un continente más envejecido que África, y lleno de personas metabólicamente enfermas debido a las condiciones de vida que el sistema se ha empeñado en cultivar, pero no explica por sí sólo la bajísima mortalidad en África, incluso de ancianos.

COVID, enfermedad producida (de momento esa es la principal hipótesis de trabajo) por un virus “nuevo”, se ha cebado en personas que tenían sistemas inmunes innatos dañados y cuyo sistema adaptativo no podía hacerse cargo deprisa de la nueva “foto” del virus. Personas a quienes les quedaba de todas formas poco tiempo de vida y cuya muerte quizá simplemente se adelantó un tiempo.

Comentaré la mortalidad y letalidad de la enfermedad en otros artículos, y hablaré también de la mortalidad observada en 2021, pero en este nos enfocaremos en lo sucedido en 2020.

De los datos del MOMO del Instituto Carlos III observamos los picos de mortalidad evidentes que se produjeron durante el año 2020 en dos períodos: uno muy alto durante los meses de marzo y abril, y otro menor en octubre-diciembre, meses que forman parte de la temporada de subida típica de muertes por enfermedades estacionales, porque COVID-19 es una enfermedad estacional, lo mismo que la gripe.

La banda violeta del gráfico es la zona de mortalidad estimada, basada en la observación de años previos, dentro de la cual se espera que se sitúe la mortalidad real. Si esta se sale de esa banda hay un 99% de probabilidades de que se deba a algún evento extraordinario. Como vemos, marzo y abril de 2020 suponen un exceso de mortalidad muy relevante: está claro que algo muy duro sucedió en ese período. Esos meses de saturación extrema en algunas zonas sirvieron para imprimir el trauma en la mente de algunos sanitarios, que se ha mantenido a lo largo de estos dos años como si nada hubiera cambiado.

Pero si analizamos los datos desglosados por regiones, en la web de MOMO a tiempo real (fuente), el exceso de mortalidad por todas las causas se concentra en unas pocas provincias y, sobre todo, durante los meses de marzo y abril de 2020: extremadamente alta en Madrid, alta en Cataluña, Castilla León y Castilla La Mancha, moderada en País Vasco y Navarra, baja en el resto (En Valencia se produjo más adelante).

Analicemos los datos desglosados por comunidad autónoma, que van de enero de 2020 a enero de 2022. Por tanto, los datos de 2020 corresponden a la primera mitad de los siguientes gráficos:

Cuadro 1: Datos de Andalucía, Aragón, Asturias, Baleares, Canarias y Cantabria: sobremortalidad destacable en Aragón en marzo-abril y en Andalucía en octubre-diciembre de 2020. Sólo picos puntuales de mortalidad extraordinaria, no significativa, en el resto.

Cuadro 2: cambian las cosas: mortalidad muy elevada en marzo-abril de 2020 en las dos Castillas y Cataluña. En Valencia sobre todo en octubre-diciembre de 2020. Un pico moderado en Extremadura, normalidad en Galicia.

Cuadro 3: aquí llegamos al quid de la cuestión: comunidad de Madrid. Sobremortalidad enorme, concentrada en marzo-abril de 2020, con un pico agudísimo, que no volvió a repetirse más. Pico agudo en Navarra y Euskadi durante esos dos meses, pero normalidad el resto del tiempo. Leve pico en Murcia, retrasado. Normalidad para Rioja, Ceuta y Melilla (único no mostrado en la imagen).

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La distribución etaria de la mortalidad es la que más salta a la vista: lo analizaremos en profundidad en otro artículo posterior, pero básicamente se concentró en ancianos. Algo previsible, porque es lo mismo que sucede con la gripe TODOS LOS AÑOS, más aún con un virus nuevo, para lo cual el sistema inmune desequilibrado de muchos ancianos no está preparado. Recordad lo que comenté en el primer artículo de la serie acerca del sistema inmune y sus líneas “de ataque” (innata y adaptativa) y “de defensa”.

Con este gráfico me adelanto un poco a lo que explicaré en otro artículo: como sucede con la gripe, la Covid atacó casi exclusivamente a ancianos (90% de los muertos eran mayores de 70 años) y enfermos con graves comorbilidades asociadas (el resto).

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Por tanto, esos dos meses de marzo y abril de 2020 (y algo menos durante el otoño-invierno siguiente) son los únicos donde realmente se justificó un escenario de pandemia, con auténtica presión hospitalaria, y ni mucho menos en todas partes: en Madrid fue un caos; en otros sitios como, por ejemplo, Asturias, Galicia, Cantabria, Baleares o Canarias, la presión fue mucho menor en comparación. Y dicha presión se produjo también por evidentes incompetencias en la gestión, que saltan a la vista cuando se produce una emergencia real.

Lo que no se ha valorado aún es la mortalidad producida por causas diferentes a la COVID, derivados de unos confinamientos que pusieron patas arriba los sistemas de salud debido a la histeria: se dejó de atender lo que en otras circunstancias habrían sido urgencias graves, situaciones agudas para las que la medicina occidental sí está muy bien preparada (no así para tratar dolencias crónicas).

La enfermedad se propaga en interiores. Así que confinar a la población, sometida a la depresión inmune de la falta de sol, del estrés, del miedo, de la incertidumbre, en realidad aceleró la enfermedad. Compararemos en otro artículo los datos de mortalidad en diferentes países y regiones que aplicaron restricciones muy diversas y veremos que éstas no influyeron en los resultados, si acaso para empeorar las cosas.

Pero no sólo existió el virus durante ese período de incremento de mortalidad. Los sistemas sanitarios se convirtieron en maquinarias al servicio exclusivo de la COVID: los infartos, los ictus y todos los procesos agudos pasaron a un segundo plano, justo los únicos donde la medicina sí brilla.

En procesos crónicos la medicina ha estado siempre perdida y sometida a los fármacos caros y poco útiles de la industria, pero en los agudos, ahí donde sí salva muchas vidas con sus intervenciones agresivas, también dejó de ejercer sus funciones y el incremento excesivo de mortalidad durante ese período de tiempo no se debió sólo a COVID, sino a enfermos que no fueron atendido a tiempo ni de forma adecuada.

Esa culpa no es sólo achacable a un sistema de salud puesto a los pies de los caballos sino al ambiente de histeria al que colaboraron, como siempre, autoridades y medios, que hizo que muchas personas no acudieran al hospital por miedo (acertado) de contagiarse allí. Editorial de la sociedad española de cardiología.

Noticia de septiembre de 2020. Fuente

Digo que dicho miedo era acertado porque los hospitales donde sí hubo saturación se transformaron en los principales centros de contagio. Se habrían evitado quizá el 90% de las muertes y casi todas las hospitalizaciones que realmente fueron por COVID, Gripe o cualquier infección, como vimos en el primer artículo de la serie, con tratamiento ambulatorio temprano de personas con síntomas, aislamiento en su domicilio durante unos pocos días y seguimiento telefónico. Lo mismo que hicieron exitosamente otros países “pobres”, no tocados por la gracia redentora de la religión tecnocientífica de los países “ricos”, además de Japón.

Pero lo curioso es el contraste entre algunos hospitales, que realmente experimentaron la saturación extrema durante esos meses, y otros en otras zonas de España que permanecieron fantasmalmente vacíos. Pareciera que los recursos hubieran sido convenientemente desviados para producir cuellos de botella que permitiesen destacar la gravedad de la situación.

Artículo con vídeos de hospitales vacíos en toda Europa durante lo más crudo de la pandemia.

No estoy negando la presión hospitalaria en algunas zonas, pero afirmo que la gestión fue, como mínimo, incompetente y condujo a desequilibrios y asimetrías. Los vídeos de TicToc con sanitarios bailando no ayudaron tampoco demasiado.

También debemos tener en cuenta no sólo los datos de mortalidad, sino de hospitalización y UCI, aunque es la mortalidad total el único dato difícil (que no imposible) de manipular.

Revisaremos más a fondo esos datos en otros artículos, pero de momento dejemos algunas pinceladas: los datos de hospitalizados, admisiones en UCI y muertes POR Covid han sido siempre ERRÓNEOS.

Que aporten información correcta depende de dos factores principales

UNO:

Que los enfermos hayan sido correctamente asignados como pacientes COVID. Como veremos en otros artículos, las herramientas ad hoc han facilitado que enfermos CON una PCR+ (ni siquiera que padezcan la infección sintomática Covid), hayan sido considerados enfermos POR Covid, lo cual ha ensuciado las estadísticas de hospitalización, UCI y mortalidad por esa enfermedad. Así, accidentados, infartados, pacientes oncológicos, etc con una PCR+ pasaban automáticamente a ser considerados pacientes Covid y aislados en plantas Covid, donde muchos de ellos se contagiaron realmente (estudio que demuestra que menos de un 19% de los hospitalizados asignados como pacientes Covid lo eran realmente).

Algunos se han pasado DOS AÑOS avisando de este hecho, que altera profundamente el devenir de la “pandemia”, pero al parecer los políticos se enteraron en enero de 2022: lo hacen porque ahora se necesita maquillar como sea el fracaso de la vacunación anti-Covid, algo que explicaré en siguientes artículos.

DOS:

Que los recursos sanitarios disponibles se recorten en general, disminuyendo la capacidad total de asistencia hospitalaria, lo cual implica que los porcentajes de hospitalización y UCI se elevarán, independientemente de la causa asignada, mucho más en el caso de Covid si además tenemos en cuenta el punto 1.

Resulta curioso que en una “pandemia” tan devastadora, se cierren pabellones de hospitales y se despida a los sanitarios contratados para capear la situación de emergencia, porque ¿Cuándo se produjeron los despidos? Justo tras los DOS MESES (marzo-abril) donde la situación sí puede considerarse pandémica.

Repito: analizaré en profundidad estos temas de los parámetros y las herramientas usados para medir la “pandemia” en artículos posteriores.

Autopsias

Poco después del inicio de la “pandemia” se escucharon algunas voces que alertaban de que se habían prohibido las autopsias a fallecidos “por” Covid, que presentaban una característica neumonía bilateral.

Hasta mayo de 2020 en España sólo se hizo una autopsia a las supuestamente decenas de miles de fallecidos. En Italia ya se habían hecho para entonces casi 40, no muchas más, pero suficientes para encontrar patrones que descartaban la afectación únicamente pulmonar y poder actuar con mejor criterio clínico con los pacientes salvables.

Fuente del 29 de abril de 2020

Los médicos italianos alertaron ya en marzo y abril de 2020 de que Covid podría no ser una enfermedad respiratoria, sino vascular sistémica (lo expliqué en el primer artículo de esta serie), lo cual implicaba que los respiradores mecánicos no sólo eran un tratamiento erróneo sino que podía precipitar la muerte de los pacientes ingresados en la UCI, al no radicar la causa del problema en los pulmones, sino en la sangre, que no podía ejercer óptimamente su labor de intercambio gaseoso con los tejidos.

El clamor se extendió, pero sólo tocó tímidamente a la prensa mainstream. De nuevo, como ha sucedido a lo largo de estos dos años, el público permaneció ignorante de todo lo que sucedía entre bastidores, proclamado por científicos y médicos tan válidos (en realidad mucho más) que los que salían en televisión.

Al no proporcionarles un altavoz en medios masivos, esas voces de debate fueron silenciadas y el público siguió creyendo que “la ciencia” era un bloque monolítico de opinión común totalmente objetiva.

Pero no era así.

Eso implicaba que, literalmente, se había aplicado un tratamiento erróneo a miles de personas, cuya muerte probablemente se habría acelerado con el uso de respiradores mecánicos.

La excusa utilizada era el miedo al contagio y el riesgo al que se expondría a los profesionales encargados de las autopsias (documento del ministerio de sanidad español de mayo de 2020 acerca del manejo de los cadáveres): el ministerio “no las prohibía, pero las desaconsejaba”, lo cual viene a ser lo mismo que dar carta blanca para no hacerlas.

Un miedo a un virus que por entonces ya se sabía tenía una mortalidad muy por debajo de la del SARS-COV-1.

Tras la incompetencia en la gestión, el hacinamiento y la falta de recursos materiales y humanos se añadía la de la aplicación de unos protocolos usados sin ápice de reflexión ni conocimiento previo, traicionando el “primero no dañar” tan cacareado por los siervos de la Medicina Basada en la Evidencia.

Pero aún quedaba espacio para una infamia aún mayor. Y la lista no ha hecho más que aumentar desde entonces.

La infamia de las residencias de ancianos

La mortalidad por COVID no se concentró sobre todo en hospitales, sino en residencias de ancianos, un hecho que pasará a la historia de la infamia: en varios países parecen haber recibido órdenes de no trasladarlos al hospital y, literalmente, dejarlos morir solos y aislados en sus habitaciones.

Este es el documento técnico del ministerio de Sanidad de España, con fecha del 5 de marzo de 2020, dos semanas antes del confinamiento, con título: “Recomendaciones a residencias de mayores y centros sociosanitarios para el COVID-19” (documento).

Los ancianos con síntomas debían permanecer recluidos en su habitación y al ser atendidos llevar mascarilla quirúrgica (veremos más adelante la completa inutilidad de esa medida).

Y debía reducirse al mínimo el personal sanitario y no sanitario en contacto con los residentes.

Lo que parece de sentido común condujo en la práctica en un panorama dantesco, porque la mayoría NO eran trasladados a centros hospitalarios. Algunos trabajadores trataron de alertar acerca de lo que sucedía, como uno que incluso Antena 3 sacó en abril de 2020 en sus noticias (porque esto sí ayudaba a alimentar el pánico, que siempre vende).

En abril de 2020 ya habían muerto en esa residencia 60 de los 180 residentes. Un tercio del total. Y esa situación se reproducía en numerosos centros de toda España, sobre todo en ciertas comunidades como la de Madrid.

La cosa no queda ahí. Los testimonios de quienes presenciaron cómo se sedaba a los ancianos en vez de atenderlos adecuadamente o trasladarlos a centros hospitalarios se suceden.

Constituyen un indicio demasiado consistente y espantoso como para no indagar en él hasta averiguar si sucedió realmente y cuál fue su extensión y explicación.

Fuente de agosto de 2020

El resultado fue más de 30.000 ancianos fallecidos, y eso sólo hasta el verano de 2020. Un infame final para toda una generación que conoció penurias y trabajo duro y ayudó a construir este bienestar reblandecedor que ha permitido algo que huele a eugenesia.

Es revelador y desgarrador el testimonio de Cinta Pascual, presidenta de la patronal de residencias (círculo empresarial de atención a personas o CEAP), durante una comisión en el congreso de los diputados que investigaba estos hechos: relata que:

  • Acudieron a todas las instancias oficiales para que les proveyeran de EPIs y atención médica, sin éxito.
  • Compraron material ellos mismos y se lo confiscaron
  • Los ancianos fueron absolutamente olvidados por TODAS las administraciones públicas.
  • Y lo peor, su testimonio cuando presenció cómo un médico acudía a una residencia y decía “mórfico, mórfico, mórfico”, apuntando a los casos que debían ser sedados.

Justo casi dos años después, en enero de 2022 (cuando escribo este artículo), la audiencia provincial de Madrid reabre la investigación sobre la muerte de ancianos en las residencias, pero no albergo muchas esperanzas de que se aclaren los hechos, se depuren responsabilidades y se haga justicia.

Fuente de enero de 2022

***

Ante semejante tragedia, algunos médicos honestos intentaron hacer algo pero, como ha sucedido a lo largo de estos dos años, quienes se negaron a plegarse dócilmente al estándar, quienes recordaban qué es el código deontológico y la auténtica Medicina Basada en la Evidencia, que incluye experiencia clínica y opinión del paciente, fueron los más castigados.

¿Qué sucedió cuando algunos médicos trataron de usar medidas sencillas de profilaxis y tratamiento temprano (para impedir que la enfermedad progresara a etapas más difíciles de tratar y donde habría que hospitalizar al paciente) como Vitamina C, de bajísimo riesgo y potencial beneficio, tras comprobar en la realidad que eran protectoras y los ancianos se restablecían? (Algo que ya se sabía desde hacía años, y que reflejé en este artículo).

Pues que fueron amenazados por el colegio con quitarles la licencia.

Fuente de abril de 2020

¿Qué pasó cuando se comprobó que, en aquellas residencias de ancianos donde se había desatado una epidemia de sarna y los residentes fueron tratados con Ivermectina, no moría nadie por Covid?

Pues que todos los medios, divulgadores, autoridades científicas y médicos pusieron el grito en el cielo, clamando en contra de la “pseudociencia”: “Se necesita más evidencia”, “Quien use ‘pasta de caballos’ para tratar a los ancianos será despedido, inhabilitado, censurado, insultado, difamado”.

Resulta especialmente obsceno que quienes han permitido semejante grado de pseudociencia tecnochamánica (y pido perdón a los chamanes) se suban al carro de una “ciencia” cuyo significado desconocen por completo.

Los ancianos pudieron haberse salvado con medidas sencillas: baratas, inocuas y eficaces, pero fueron traicionados y asesinados (no se me ocurre qué otra palabra usar) por un sistema podrido hasta el fondo de su negra raíz.

Antecedentes criminales

Pero esto no es nuevo. Las farmacéuticas lo hacen desde hace mucho tiempo. Por ejemplo: se descubrió que Merck había creado una lista con los médicos que había que “desacreditar”, “neutralizar” o “destruir” por criticar el Vioxx.

¿Qué es Vioxx? Un fármaco antiinflamatorio que tuvo que ser retirado del mercado ante las sospechas de haber producido graves daños: hasta 140.000 muertes e infartos.

Fuente: de cuando El Mundo no era otra sucursal de las corporaciones.

La infamia es peor: no es que trataran de ocultar los daños una vez se supo que era perjudicial, tras salir al mercado, sino que lo sabían en etapas previas y pudieron haber detenido su comercialización.

Fuente: de cuando el WSJ tampoco era un mamporrero de las corporaciones.

Pero, ahora, ¿Hemos de pensar que las farmas no están repitiendo la jugada? ¿Que los cárteles criminales se han reformado y no hacen lo mismo siempre que les es posible?

Conclusión

Decir que fue “la pandemia” y la Covid quien mató a esos ancianos en las residencias y a todas esas personas en los hospitales es inexacto: los mató la incompetencia de los tratamientos equivocados y la maldad, la necesidad de que nadie supiera que existía tratamiento para una enfermedad a la que le aguardaba la salida del pelotazo comercial más gigantesco de la historia: las vacunas anti-COVID, cuya autorización en emergencia para pinchar repetidamente a todo un planeta podría verse amenazada si se descubriese tratamiento y si se supiera que el miedo estaba artificialmente alimentado, sobredimensionando la amenaza, incluyendo como Covid muchísimos casos que NO lo eran, azuzando los terrores atávicos de una ciudadanía presa de la desinformación de medios, autoridades y expertos.

Y el tratamiento ya existente no era uno fastuoso, tecnocientífico, patentable, lleno de novedad, no: simples vitaminas, extractos y viejos fármacos sin patente, conocidos, baratos e inocuos. Eso habría sido un golpe tremendo para los asesinos, y habría permitido salvar miles de vidas.

El miedo debía dirigir todas las decisiones, nadie debía enterarse de que era una enfermedad MEDIOCRE, fácilmente atajable en sus etapas iniciales e incluso tratable en etapas avanzadas.

Y, a la vista de la maldad que impera en este mundo, debemos considerar posible la hipótesis de que la muerte de tantos ancianos (receptores de pensiones de un sistema quebrado, económica y éticamente) fue un acto premeditado. Dejarnos llevar por la ingenuidad y la imposibilidad de creer en lo monstruoso no es inteligente, sobre todo después de un siglo XX donde el ser humano ha demostrado de qué es realmente capaz.

Pero el tratamiento temprano está llegando incluso al parlamento europeo, donde se está exponiendo ante los psicópatas al mando lo que podrían haber hecho.

Ya no tienen sitio donde esconderse. No podrán negar nunca más que no podían haberlo sabido, no pueden meter la cabeza debajo de una piedra para negar que han permitido un genocidio.

Lo que ha quedado claro sobre todo es que la “pandemia” no ha afectado a jóvenes, como pasaba con la peste o la viruela, sino a personas ya vulnerables. Eso se deduce porque, a los incrementos de mortalidad de algunos meses de 2020 en ancianos, le sigue inmediatamente después un período de baja mortalidad en esos grupos etarios, cuya muerte se había adelantado un tiempo. Se llama “efecto cosecha”: mueren antes muchos, pero el cómputo anual no se ve tan afectado.

Para que haya “pandemia” debe haber una mortalidad excesiva, y debe llevarse por delante a personas que, de otra manera, habrían vivido mucho más. Los años de vida perdidos son quizá la métrica más valiosa para calcular el impacto de una situación pandémica.

Pues bien: si acudimos al instituto Carlos III, las muertes Covid de menores de 70 años, desde mayo de 2020 (momento en que finalizó el pico de mortalidad que podríamos describir como “pandemia”) hasta febrero de 2021, fueron aproximadamente un 13% del total.

Y si acudimos a los datos de defunciones del 2018, el porcentaje de fallecidos por debajo de 70 años fue aproximadamente del 19%.

Por tanto, a partir de mayo de 2020, la “pandemia” NO se ha llevado significativamente a más personas jóvenes, NO ha arrebatado prematuramente años de vida. Porque NO hubo “pandemia” en sentido estricto.

La comparación entre esta “pandemia” mediocre y las devastadoras pandemias del pasado, con la peste negra matando entre el 30% y el 70% de la población de algunas ciudades o la viruela aniquilando pueblos enteros, es ridícula (artículo). Esta “pandemia” ha durado unos meses y podría haberse evitado porque había tratamiento. Una gripe estacional muy mala durante un corto período de tiempo, pero sólo realmente peligrosa para vulnerables (ancianos y con altas comorbilidades) y que tenía tratamiento. Punto.

Pero aquí estamos, dos años después, con un planeta entero empantanado en medidas cada vez más delirantes y distópicas. Pregúntate por qué.

Esta perpetua obediencia e incapacidad crítica ante lo que es un flagrante atentado contra el sentido común sólo refleja el estado de una población criada en la abundancia, reblandecida e infantil, sin signos de entereza individual o grupal ni capacidad de análisis crítico.

***

En siguientes artículos continuaremos analizando las herramientas y profundizaremos en los parámetros utilizados para manipular la “pandemia” y la percepción que el público tenía de la situación. Nos permitirán matizar aún más el análisis somero que he pergeñado en este artículo.

Y certificaremos que la pandemia finalizó hace mucho tiempo, quizá en junio de 2020, y seguro que en 2021, año de la llegada (qué casualidad) de las “vacunas salvadoras”, que poco tenían ya que salvar.

Lo que mantenemos desde entonces es una hipnosis, una ilusión global fabricada por trileros habilidosos, usada para mantener las medidas que nos conducen a los resultados reales, a los objetivos auténticamente perseguidos y que NO tienen nada que ver con salud, sino con una ingeniería social y económica que conducirá a la imposición de un neofeudalismo tecnocrático.

Porque la pandemia ha sido sólo una excusa, un medio para alcanzar un fin más ambicioso, negro y distópico que, de llevarse a cabo, implicará un game over para el 99% de la humanidad, dilapidará lo que llevamos miles de años construyendo y será el fin de las sociedades liberales.

Foto de cabecera por Mat Napo en Unsplash

18 Comments

  1. Pedro 28 de enero de 2022
    • Alfonso Fernández 1 de febrero de 2022
  2. MARINA AURTENETXE 31 de enero de 2022
    • Alfonso Fernández 1 de febrero de 2022
  3. javier 4 de febrero de 2022
    • Alfonso Fernández 4 de febrero de 2022
  4. Nani 4 de febrero de 2022
    • Alfonso Fernández 4 de febrero de 2022
  5. José María 4 de febrero de 2022
    • Alfonso Fernández 4 de febrero de 2022
  6. Alejandra González 4 de febrero de 2022
    • Alfonso Fernández 4 de febrero de 2022
  7. Alejandra González 4 de febrero de 2022
  8. Sandra 6 de febrero de 2022
    • Alfonso Fernández 9 de febrero de 2022
  9. Pedro Martin Moreta 11 de febrero de 2022
    • Alfonso Fernández 11 de febrero de 2022
  10. Pedro Martin Moreta 12 de febrero de 2022

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