En este artículo incidiré en un tema que muy pocos comprenden y de importancia capital en todo tipo de dolencias, incluido el cáncer: el metabolismo del oxígeno y su relación con la hipertensión.
Antes explicaré someramente el sistema renina-angiotensina-aldosterona, que la medicina entiende de forma aislada como el único punto de presión que debe ser tratado, puntual y específicamente, con drogas patentables, cuando existe hipertensión.
Recuerda que este es un extracto de uno de los libros de la “Enciclopedia del cáncer”, un conjunto de 7 libros que marcarán un antes y un después conceptual y de tratamiento en la oncología.
Sistema renina-angiotensina-aldosterona (RAAS)
El sistema RAAS modula la presión sanguínea y asegura que permanece en rangos que posibilitan la circulación y el intercambio de gases y nutrientes con las células. Los desencadenantes de la acción de este sistema son el bajo volumen de líquido sanguíneo (relacionado casi unívocamente con una baja concentración de sodio o con una deshidratación), lo cual produce una baja tensión sanguínea, y la activación del sistema simpático (que actúa a través de los receptores beta1-adrenérgicos e incrementa la actividad de las catecolaminas adrenales, de las que ya he hablado en otro apartado del libro) (artículo).
En el hígado se libera angiotensinógeno que, a su vez, induce la liberación de renina por los riñones. La reacción de ambas enzimas conduce a la síntesis de angiotensina I que viaja hasta los pulmones e induce la síntesis de ACE (enzima conversora de angiotensina), que transforma la angiotensina I en la hormona angiotensina II. A su vez, la angiotensina II induce la liberación de la hormona aldosterona en las glándulas suprarrenales.
Los efectos de esa cadena de sucesos son múltiples, debido sobre todo tanto a la angiotensina II como a la aldosterona.
La angiotensina II produce los siguientes efectos (estudio):
- Induce una vasoconstricción al estimular la producción de la hormona hipotalámica vasopresina (ADH), que también es una hormona antidiurética y, por tanto, incrementa el volumen de líquido de la sangre y la presión sanguínea.
- Actúa sobre el sistema simpático, activándolo e incrementando la producción de catecolaminas adrenales, que influyen a su vez en el latido cardíaco.
Todas esas medidas estimulan por sí solas el incremento de la presión sanguínea, que garantizará la oxigenación y nutrición adecuada de los tejidos.
Además, la angiotensina estimula la producción de aldosterona, que actúa en los riñones estimulando la recaptación de líquido, sodio (Na+), cloro (Cl-) y bicarbonato (HCO3-), y potenciando la eliminación de potasio (K+) e iones hidrógeno (H+). Previamente, la angiotensina II ha actuado también induciendo la liberación del potasio intracelular al espacio extracelular, para poder ser excretado con facilidad.
El resultado final es un incremento del volumen de agua en la sangre (que conlleva un incremento de la presión sanguínea), un incremento del ratio Na+/K+ y un decremento de la concentración de iones H+ (que conlleva una subida del pH, esto es, un incremento de la alcalinidad de la sangre).
Estos dos últimos hechos son de gran importancia en el cáncer, como estudiaremos más adelante, en dos apartados: en el dedicado a estudiar la influencia metabólica de los diferentes iones y los canales iónicos (algo que analizaré en el tomo IV de la enciclopedia del cáncer), y en el dedicado a estudiar la influencia de la concentración de iones H+ y del pH (que analicé en este largo artículo).
De momento sólo remarcaremos el papel que esas dos hormonas juegan en el cáncer y por qué su inhibición relativa (con medidas sistémicas y puntuales) aportará ciertos beneficios.
La sobreactivación del sistema RAAS facilita la promoción de las neoplasias al sobreactivar el sistema simpático, reducir las concentraciones de iones H+ y alterar el ratio Na+/K+ que comprenderemos más adelante, pero seguramente también de otras formas: dificultar la oxigenación, facilitar la síntesis de factores angiogénicos o ejercer de forma directa en las células tumorales algún papel como factores de crecimiento (estudio).
La angiotensina II parece garantizar la supervivencia de las células de cáncer de endometrio (estudio), y la aldosterona en solitario parece participar también para favorecer las metástasis de cánceres como el renal (estudio). Al mencionar los estudios que indagan en estas dos moléculas de forma aislada, recordemos que con toda seguridad las culpas no recaigan en una sola molécula. Estos estudios proponen reduccionismos que no pretende adosarles infantilmente y sin matices, a dichas hormonas, el calificativo de ‘malas’, sino conocer sus efectos potenciales cuando sus niveles son excesivos y saber si debe modularse a la baja el sistema del que forman parte.
Hay una hipótesis, que conocí por primera vez de Ernesto Prieto Gratacós, que explica la hipertensión en otros términos, y que nos permitirían entender la importancia de este sistema. Nos permite también adelantar la importancia capital que en el organismo en general y en el cáncer en particular tiene un correcto metabolismo del oxígeno y las nefastas consecuencias de la existencia de hipoxia, bien sea local o sistémica.
Hipertensión e hipoxia
Explicado de forma muy somera y reduccionista (lo analicé ya en profundidad en el tomo I, dedicado al sistema inmunitario): el sistema inmunitario tiene dos comportamientos fundamentales: atacar y defender. Es decir: se libra de patógenos y repara tejidos. Esas son a grandes rasgos sus funciones. Unas especies inmunes se especializan en un fenotipo “de ataque” y otros “de defensa”, pero otras alternan de uno a otro, en función de cómo “captan” las señales del ambiente donde están.
El ataque citotóxico actúa contra patógenos y células neoplásicas, pero puede convertirse en patológico cuando se dirige hacia tejidos sanos y tendríamos un problema autoinmune. Y la defensa reparadora de tejidos dañados, embriones o heridas puede convertirse en patológico en una neoplasia o infección.
Uno de los más importantes y transversales reguladores del comportamiento inmune es la presión de oxígeno en los tejidos, a través de proteínas (HIF) que “alertan” al organismo de que se está produciendo algo que seguramente será una situación de emergencia que puede conducir a un daño irreparable en un órgano por ausencia de flujo sanguíneo, por isquemia: herida, ictus, etc (analizo extensamente el fenómeno de la hipoxia asociada localmente al cáncer en el tomo III, dedicado al metabolismo tumoral. Ahora nos enfocaremos en su importancia sistémica).
Esa emergencia conduce a proliferación para reparar el tejido dañado, pero también a angiogénesis: se traduce en un sistema inmune que crea nuevas ramificaciones sanguíneas (también analizo su importancia en el cáncer en el tomo III: proliferación y angiogénesis son las marcas de un tejido tumoral agresivo).
Esa situación, que es necesaria en isquemias y heridas reales, es muy perjudicial cuando no está en el contexto adecuado: para mantener esa proliferación el sistema inmune de fenotipo “defensivo”-reparador segrega altas cantidades de citoquinas inflamatorias. De nuevo, lo que es “bueno” en una herida, se convierte en dañino en otros contextos, como en infecciones y neoplasias, comparten esa “tormenta de citoquinas” característica del microambiente de cánceres agresivos y de infecciones avanzadas, donde lo que mata al paciente no es el microbio en sí, sino la respuesta exagerada del sistema inmune: sucede en las sepsis, que es un proceso que comparten infecciones avanzadas.
Esa alerta hace que se activen fenómenos de reparación tisular, ligados unívocamente con la fermentación. La fermentación es el proceso en el cual las células no oxidan los combustibles metabólicos, bien porque no hay oxígeno suficiente o bien porque “deciden” no usarlo. En este último caso (hay oxígeno suficiente, pero no se usa para oxidfar combustibles) se denomina efecto Warburg y es típico de las células tumorales, pero no sólo de ellas, sino de todo tejido que necesite proliferar. Fermentación implica consumo acelerado de altas cantidades de glucosa debido a que es un proceso energéticamente poco eficiente, y proliferación. Si el tejido necesita proliferar, fermenta, pero si no puede usar el oxígeno y fermenta, prolifera.
Todo oncólogo (convencional o no), sabe que las zonas necróticas en una neoplasia son una mala señal: zonas donde la perfusión es tan mala debido a que los vasos no están bien configurados, que la anoxia mata a las células. Pero allí donde hay sólo hipoxia, el crecimiento se acelera exponencialmente, al tratar el organismo, infructuosamente, de solventar un problema que, a la postre, sólo empeora. La hipoxia conduce a proliferación y angiogénesis aberrante que no puede seguir el ritmo de crecimiento del neotejido, eso conlleva más hipoxia, más proliferación y aquí tenemos el círculo vicioso. Por eso el cáncer es una enfermedad tan difícil de resolver.
Lo mismo sucede dentro de una infección y por eso las técnicas que oxigenan los tejidos, como la ozonoterapia (la analicé en dos artículos: aquí y aquí) o incluso la ivermectina (que incrementa la eficiencia de utilización del oxígeno en hipoxia de las células) son beneficiosas.
Supongamos que no existe un fenómeno agudo como herida o neoplasia ¿Qué pasa con una hipoxia tisular de bajo grado, insidiosa, subclínica, constante? Pues que el organismo debe asegurar que se incrementa la presión de oxígeno en los tejidos, y para ello se desencadenan respuestas no agudas, no tan “espectaculares”, pero igualmente necesarias y a nivel sistémico: se incrementa la presión sanguínea, regulada por el sistema renina angiotensina.
Es decir, la hipertensión es un mecanismo adaptativo (estudio), un fenómeno alostático, un cambio en el punto de equilibrio homeostático para adaptarse a una situación a corto plazo, lo mismo que sucede con la obesidad, donde el organismo modifica el punto de equilibrio homeostático para adaptarse a una circunstancia nueva: en el caso de la hipertensión para que la hipoxia tisular no se convierta en un problema a corto plazo.
Es decir, se adapta para evitar un mayor daño a corto plazo, pero al hacerlo introduce nuevos riesgos a largo plazo. Y es necesario entender esa diferencia entre respuesta aguda y mantenida crónicamente. Algunas civilizaciones antiguas engordaban estacionalmente, debido a la variable disponibilidad de recursos, pero esa obesidad temporal no era dañina. Los osos lo hacen cada año: hibernan, adelgazan, despiertan y se hinchan a comida para soportar otro invierno de hibernación.
La hipertensión puntual por esfuerzos físicos o a cambios emocionales no es dañina, es necesaria para adaptarse a los mayores requerimientos de oxígeno de situaciones que requieren un estado de alerta, de huida o ataque. Otra cosa es la situación crónica, que acarrea problemas a largo plazo, como luego explicaré.
¿Por qué esa hipoxia? Porque en algún punto se pierde capacidad para procesar adecuadamente el oxígeno. Una posible razón es porque la sangre no puede ejercer su labor correctamente, que es la de intercambiar gases con los tejidos: darles oxígeno y retirar dióxido de carbono, además de nutrirlas con otras sustancias. Para eso debe existir un gradiente de presiones parciales adecuado de cada uno de esos gases entre sangre y tejidos y que se pierde en anemias (baja hemoglobina y escaso intercambio de O2), o viscosidad y coagulabilidad aumentada que hacen más difícil la circulación y debe ser “empujada” incrementando la presión.
El estrés también produce hormonas vasoconstrictoras. Por eso es tan perjudicial y el estrés crónico está ligado a tantas dolencias. Otra es porque las mitocondrias, centros de producción de energía oxidativa, no ejercen correctamente su función. Es decir: alteración sanguínea o mitocondrial.
Por eso todo lo que ocasione disfunción mitocondrial o perturbe la eficacia de la sangre en su labor de intercambio de gases con las células de los tejidos conduce a mayor riesgo de hipoxia, y la hipertensión es la alerta el marcador intermedio que nos avisa de que se está produciendo esa deficiente oxigenación de tejidos.
La hipoxia acabará por incrementar el riesgo de muchas dolencias. De momento cáncer e infecciones, pero también enfermedades cardiovasculares. De eso hay estudios consistentes que encuentran la fuerte correlación.
La hipertensión es por tanto sólo el fenómeno adaptativo ante un problema, el chivato, no el problema real. Hacer que el organismo no pueda adaptarse a la hipoxia mediante la hipertensión usando fármacos, no soluciona el problema de la hipoxia, sólo lo oculta.
Pero la “solución” temporal, a corto plazo, al problema de la hipoxia, conduce a su vez a otros problemas a medio y largo plazo cuando se hace crónica.
El primero es el estrés mecánico al que se somete a los vasos sanguíneos con cada latido, que sigue un patrón pulsátil. Una cosa son las tensiones puntuales máximas que pueden soportar los materiales y las estructuras, y otra las tensiones dinámicas que van minando la resistencia mecánica del tejido, y si se desarrollan con suficiente tiempo pueden producir iguales daños sin necesidad de ser muy elevadas.
¿Qué sucede en un vaso sanguíneo sometido a esa tensión dinámica constante? pues que puede romperse y producir un accidente vascular hemorrágico. Los vasos sometidos a estas tensiones elevadas se adaptan a ello reforzándose: se engrosan, se tienen que hacer más fuertes para resistirlas, y por eso se incrementa la fibrosis, que equivale a menor flexibilidad, más rigidez e incluso más estrechamiento. En el tomo III analizo también el fenómeno de la fibrosis y su correlación con más riesgo de cáncer.
Se añade este hecho a los fenómenos inmunitarios de acumulación de macrófagos en inflamación crónica que suceden en los vasos sanguíneos. Con todo ello, tenemos que se pueden producir obstrucciones vasculares (estenosis) que conducen a más hipertensión, insuficiencia cardíaca, etc.
La hipoxia conduce a hipercoagulación, es un hecho muy estudiado (estudio, estudio), que desemboca en trombos y estos en embolias que a su vez pueden ocasionar infartos que pueden ser fulminantes, sobre todo en personas sometidas a altas demandas físicas, como deportistas.
Por tanto, la hipótesis de relación causal entre unos problemas limitados en cantidad, conduce a una panoplia de posibles problemas aparentemente desconectados:
- Impedimento sanguíneo para realizar intercambios gaseosos con los tejidos y/o disfunción mitocondrial -> Hipoxia -> cáncer
- Hipoxia -> coágulos -> embolias -> infartos
- Para contrarrestar la hipoxia -> Hipertensión->Ictus.
- Hipertensión->Fibrosis->estenosis->insuficiencia cardíaca.
Recordemos que el cáncer, a su vez, empeora los fenómenos de hipertensión al conducir a un escenario de más hipoxia y más coagulabilidad, formando otro de los “círculos viciosos tumorales” de los que he hablado en otras ocasiones (estudio).
Es decir, un abanico de dolencias “diferentes”, pero relacionadas con unos pocos sospechosos habituales. La hipertensión es una señal inequívoca de problemas futuros y/o ya presentes.
El ratio Na+/K+
El otro aspecto en el que el sistema renina angiotensina participa es en el ratio Na+/K+, que explicaremos debido a su importancia en el cáncer. Analizaremos en profundidad posteriormente, en el tomo IV, dedicado a la biofísica celular, el papel que juegan los canales dependientes del voltaje (de calcio, sodio, potasio y cloro) y estudiaremos la hipótesis que considera el cáncer como una canalopatía. Es un tema de extraordinaria importancia, no sólo por su impacto conceptual (sobre todo quizá el de los canales de potasio –estudio), sino sobre todo porque ya existen fármacos específicos para regular sus funciones.
Esa simple diferencia de concentración intra y extracelular de iones de sodio y potasio es de vital trascendencia al modificar la respuesta a vitales programas celulares. Las que más nos interesan son la apoptosis y la proliferación: la elevación del ratio sodio/potasio intracelular bastó para inducir un freno a la apoptosis y una aceleración de la proliferación (estudio, estudio).
Para demostrar que el reduccionismo de los médicos al enfocarse sólo en “la sal” cuando abordan terapéuticamente un problema tan complejo como el de la hipertensión tenemos el caso de la tensión elevada en niños con historial familiar de hipertensión: en contra de lo esperado, sus eritrocitos tienen un bajo ratio de iones sodio/potasio, demostrando que el sodio intracelular no es el evento primordial relacionado con la hipertensión (estudio).
No es sorprendente comprobar que el ratio Na+/K+ está muy elevado en células tumorales, hasta 5 veces más altos: la entrada masiva de sodio y la salida de potasio de la célula aceleran los procesos de proliferación (estudio). Por tanto, toda medida que logre bajar el ratio Na+/K+ intracelular específico de las células tumorales será de extraordinaria importancia.
Es más fácil decirlo que hacerlo, porque se necesita no sólo usar la sustancia que lo logre sino conseguir traspasar la defensa del microentorno tumoral (que explico en los libros y que analicé en este artículo) y que alcance a las células diana, pero al menos tenemos un objetivo accionable, y casi universal en toda célula de cáncer agresivo, mucho mejor que el disperso y terapéuticamente absurdo enfocado en miles de genes y proteínas. Y encima tenemos más objetivos universales, como trato de explicar en estos libros.
La regulación de las concentraciones extra e intracelulares de esos iones se realiza con las bombas (ATPasas) de sodio potasio, cuyo funcionamiento se encuentra influido a su vez por neurotransmisores (estudio). Las estudiaremos en el tomo IV dedicado a la biofísica.
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Como resumen: la presión sanguínea será un excelente indicador de si las acciones antitumorales sistémicas son eficaces en su labor de eliminar zonas hipóxicas, no sólo por el hecho en sí de equilibrar la homeostasis del oxígeno en el enfermo de cáncer, sino porque indicará que se equilibran las concentraciones de iones sodio y potasio, lo cual ayudará a su vez a contener los fenómenos proliferativos y antiapoptóticos.
Y recordemos: función renal y cardíaca están íntimamente relacionadas: si falla una, falla la otra (artículo).
¿Cómo actuar contra la hipertensión?
Que la medicina haya reducido el complejo sistema que controla la hipertensión a un “coma usted sin sal y tome esta pastilla (que ANULA la capacidad de adaptación del organismo a la hipoxia)” es uno de los ejemplos más paradigmáticos de en qué se ha convertido esta: en una pseudociencia de la peor calaña. La que se viste con ropajes suntuosos confeccionados con tecnocientificismo y manipulación estadística, y cuyos miembros desconocen el nivel de corrupción cognitiva que les habita.
Por supuesto, la solución a un problema sistémico debe ser múltiple y compleja, y debe combinar medidas que incidan en TODO el organismo (actuando como cimientos del edificio terapéutico), con acciones concretas que modifiquen otros puntos de presión más específicos.
Si ya estás familiarizado en este blog no te extrañará saber que las medidas sistémicas contra la hipertensión son las habituales que permiten controlar o aliviar la mayoría de las dolencias crónicas y que ya analicé en varios artículos:
- Ejercicio físico (artículo).
- Ritmos circadianos, luz y melatonina (artículo).
- Alimentación (artículo, artículo).
Hay otras sustancias que han demostrado su capacidad para mantener los rangos de tensión en niveles saludables, incidiendo en las causas primeras, sin enmascararlas:
- Magnesio (artículo 1 y artículo 2).
- Vitamina D (artículo).
- Taurina (vídeo).
Y a lo largo del tomo I y tomo II de la “Enciclopedia del cáncer”, analizo decenas de tratamientos para equilibrar el sistema inmune y fortalecer la microbiota, que inciden también en la tensión sanguínea. Algo que no debería sorprender a quienes ya saben bien que el organismo es un todo interrelacionado, no un conjunto de islas incomunicadas. Sistema inmunitario y microbiota intervienen en TODOS los aspectos orgánicos, incluido el metabolismo, que analizo en el tomo III.
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Por último, en este artículo hay un vídeo imprescindible para entender cómo las «vacunas» Covid inducirán una epidemia de cáncer al provocar fenómenos de hipercoagulación e hipoxia tisular.
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Muy bien. Eres un crack y muy valiente. Mi apoyo a tu trabajo y pensamiento
Gracias, Pedro
Excelente articulo, Tengo una hija con Cáncer cerebral y este artículo como la enciclopedia qué espero comprar son de gran ayuda y leerlos ayudan a entender la complejidad del cáncer
Gracias, César, y espero de corazón que mis artículos ayuden a tu hija.
Te mando mucha fuerza.
Hola Alfonso.Algo muy parecido a lo que comentas en este artículo -relaccion entre una sobreactivación nervioso-simpática y cancer- lo postulaba el genial científico masacrado por este sistema corrupto Wilhelm Reich en libros como «La función del orgasmo» o «La biopatia del cáncer».Si puedes échales un vistazo.
Gracias, Mario
Hola Alfonso.Desde Argentina ,vaya para ti un fuerte abrazo.Tu trabajo es excelente y al compartirla ya perteneces al conjunto de seres humanos,pocos por cierto,que hacen del mundo un lugar mejor.
Te agradezco mucho tus palabras, Ramón.
Muchas gracias por el artículo y por tu trabajo y esfuerzo, Alfonso. En el punto en el que comentas la relación entre la función renal y cardíaca ( que ya conocía) no pude evitar recordar cómo la medicina china, hace más de 2000 años, ya conocía está relación y tenía un modelo configurado que daba explicación a fenómenos «redescubiertos» mucho después desde la alopatía. Lo denominaban el eje agua-fuego (riñon-corazón para entendernos). Al igual que el eje agua-metal ( o riñón-pulmon) fundamental en la regulación de «los líquidos corporales». Es decir de la volemia, la presión arterial y regulación de CO2 en sangre y por tanto del pH. El sistema RAAS, bajo otra óptica.
Muchas gracias, Celedonio
Tu labor es impresionante! Perteneces a las pocas personas que hacen de este mundo un lugar más humano. Gracias!
Muchas gracias por tus palabras.
Buenos dias como se le puede contactar? Gracias.
Un correo o web o watsap no me aparece opcion
Quiero adauirir sus libros.
Gravias
Hola, los libros se pueden adquirir desde este link, al que se accede desde mi web:
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Gracias y un saludo