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La vitamina D en cáncer e infecciones como COVID-19. El precipicio al que conducen esta Medicina Basada en la Evidencia y sus siervos

En este artículo estudiaremos la importancia de mantener niveles adecuados de vitamina D para prevenir múltiples dolencias y ser menos vulnerable a infecciones como la COVID-19.

También la usaremos como ejemplo de cómo la ausencia de matiz, la ingenuidad conceptual y los reduccionismos absolutistas de la Medicina Basada en la Evidencia la convierten en el principal freno de avance.

Por último, sugeriremos que la red de divulgadores  oficiales forman un bloque sin “Skin in the Game” que mantiene la ilusión de que algo se mueve, con la intención de que todo siga igual.

Recuerda que es sólo un pequeño extracto que formará parte del libro Cáncer Integral.

El proceso de síntesis de la vitamina D

El término vitamina D se usa para referirse a lo que en realidad es un grupo de moléculas esteroideas liposolubles. Se requiere la participación de varios órganos para su activación en la sustancia que realmente ejerce efectos fisiológicos.

Las fuentes dietéticas de vitamina D son escasas, la principal iniciadora del proceso de síntesis es el sol, en concreto de la fracción ultravioleta UVB de su luz, que reacciona sobre un derivado del colesterol (7-dehidrocolesterol) y sintetiza en la piel el primer paso del proceso, aún inactivo (colecalciferol o vitamina D3).

Dependiendo de la cantidad de piel expuesta, del tiempo de exposición y del color de la piel se formará más o menos D3, aunque llegado a un punto de saturación la vitamina se degradará al mismo ritmo con el que se sintetiza. Pasado ese punto, la exposición excesiva al sol podría quemar la piel e inducir daños acumulativos, sobre todo en pieles no expuestas de forma progresiva.

Aun así, los beneficios de la exposición al sol superan ampliamente a los riesgos, por lo que el uso de cremas solares de forma excesiva puede conducir a un déficit de vitamina D, agravado por los hábitos y las costumbres de la vida típica del ciudadano medio: ropa que cubre toda la piel casi todo el año, trabajos de interior y exposiciones puntuales excesivas que no aprovechan las ventajas y maximizan los riesgos.

Las cremas solares usadas de forma razonable permiten la adaptación al sol de pieles que han estado todo el año encapsuladas en ropa y edificios, pero su uso constante en la única etapa del año durante la cual la mayoría de personas toman el sol constituye más un peligro que un beneficio, porque son muy eficaces para repeler los rayos UV y pueden llegar a frenar la producción de vitamina D hasta en un 95%.

Tras la primera activación, en un segundo paso el colecalciferol se traslada por la sangre al hígado y allí se convierte en calcidiol (25(OH)D3) mediante la enzima 25-hidroxilasa.

En un tercer paso, el calcidiol se transporta a los riñones donde se convierte en calcitriol (1,25(OH)2D3), que es la forma activa (revisión). Para dicha activación se necesitan niveles adecuados de magnesio (estudio) y se lleva  a cabo con la intervención de la enzima 25-hidroxivitamina D3 1-alfa hidroxilasa, también llamada citocromo p450 que en humanos se codifica con el gen CYP27B1.

Los niveles sistémicos de calcitriol se controlan, por tanto, (tras una adecuada exposición al sol), en hígado y riñones mediante sendas hidroxilasas.

Los niveles séricos de la forma activa, calcitriol, no reflejan los depósitos almacenados y no son útiles para determinar el nivel de vitamina D y el riesgo de deficiencia. Para ello, se usa la medición de los niveles del metabolito 25(OH)D (25-hidroxicolecalciferol o calcifediol). Se considera que unos niveles de entre 30 y 100ng/ml entran en el rango de normalidad, aunque otros estudios consideran que su amplitud es excesiva, y es aconsejable mantenerlo cerca del límite superior y siempre por encima de 50ng/ml.

Las funciones de la vitamina D activa son tan importantes que algunos autores proponen considerarla una hormona. Es imprescindible para aumentar la absorción de calcio en el intestino, fijarlo en los huesos y mantener una adecuada salud ósea, pero interviene también en la diferenciación celular y la regeneración de los órganos, ayuda a mantener la homeostasis de la glucosa y contribuye a mantener las funciones fisiológicas del sistema musculoesquelético y del sistema inmune.

Sólo listo algunas de ellas, porque la complejidad de su influencia alcanza, por ejemplo, a la integridad de la mucosa intestinal (junto con la vitamina A) y el soporte de algunas especies inmunitarias intestinales (estudio).

Su importancia se comprende mejor al revisar la lista de dolencias que correlacionan con su deficiencia:

  • Casi todas las células inmunes presentan receptores de vitamina D y algunos de sus polimorfismos están asociados con mayor riesgo de enfermedades autoinmunes (estudio). Aunque no está claro si la deficiencia de vitamina D es una causa o la consecuencia de la autoinmunidad, el correcto funcionamiento del sistema inmune se relaciona con una adecuada utilización de la vitamina D.
  • Mayor riesgo de enfermedad cardiovascular (hipertensión, fallo cardíaco, isquemia cardíaca o eventos cerebrovasculares). Aunque los mecanismos por los cuales la vitamina D colabora en la salud cardiovascular se desconocen, se han sugerido varias hipótesis, como el equilibrio del sistema renina-angiotensina-aldosterona, mejora directa de la función del músculo cardíaco o mejora en el control de la glucemia (estudio).
  • Lógico mayor riesgo de osteoporosis, fracturas, defectos de mineralización y osteomalacia  al dificultar la fijación del calcio (estudio).
  • Declive cognitivo y demencia. El cerebro contiene de forma extensa receptores de vitamina D y se han encontrado correlaciones entre bajos niveles de calcifediol y mayor riesgo de Alzheimer (estudio).
  • Desórdenes metabólicos, incuyendo diabetes. La vitamina D contribuye a la síntesis correcta de insulina por las β-cells. Ante un escenario de resistencia a la insulina, reaccionan segregando aún más, lo que conlleva un incremento de Ca2+ y de ROS que puede conducirlas a ellas la muerte y al organismo a la diabetes. La vitamina D reduce la inflamación (que facilita la resistencia a la insulina) y atempera los niveles de calcio y ROS. Además, tiene un importante papel en el mantenimiento del epigenoma, impidiendo la hipermetilación y el consiguiente silenciamiento de ciertos genes (estudio)
  • Cáncer: se han encontrado correlaciones entre bajos niveles de vitamina D y el riesgo de padecer ciertos cánceres (estudio). Si se decide suplementar (con formas adecuadas de la vitamina D3) hay que tener en cuenta que puede que la distribución de niveles séricos siga una forma de U: en este estudio, tanto niveles bajos como excesivamente altos correlacionó con peor supervivencia. El nivel óptimo rondaba, aproximadamente, los 80 ng/ml.
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Influencia de los niveles de calcitriol en la aparición de amplia gama de dolencias. Fuente.

La deficiencia de vitamina D parece ser endémica en el mundo industrializado (estudio), lo cual pone en entredicho las recomendaciones, también oficiales, de tomar el sol lo menos posible. Estudiaremos los beneficios múltiples del sol más adelante, pero adelanto que uno de ellos es la síntesis de niveles adecuados de vitamina D.

Cáncer y vitamina D

Las razones por las cuales la deficiencia de vitamina D podría facilitar el desarrollo del cáncer son probablemente multifactoriales: la deficiencia induce un pobre control homeostático de la glucosa, inestabilidad epigenética al inducir hipermetilación, incremento de calcio intracelular y de ROS.

Todas esas características, y muchas más, serán estudiadas a lo largo de este capítulo del libro, y comprobaremos que es razonable y lógico, a la vista de la evidencia, que la deficiencia de vitamina D acarree mayor riesgo de inicio de cualquier tipo de neoplasia, sobre todo si confluyen otros factores de riesgo, que también estudiaremos.

Pero, dejando de lado el siempre escabroso inicio (o “momento 0”) de la carcinogénesis, lleno de interrogantes que tal vez nunca puedan ser despejados del todo, podemos encontrar correlaciones respecto a deficiencia y mayor agresividad de cánceres ya iniciados.

El calcitriol es sintetizado localmente en numerosos tejidos extrarrenales, incluídos las células cancerígenas, en las cuales actúa de forma paracrina (es decir, la célula que sintetiza la molécula influye sobre las células que la rodean). Por lo tanto, el calcitriol tiene una función sistémica cuando se sintetiza en el camino canónico renal, y autocrina, paracrina e intracrina cuando se sintetiza localmente en algún otro tejido, como por ejemplo el neoplásico.

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Síntesis tumoral y renal de calcitriol, con doble impacto local y sistémico. Fuente.

El calcitriol modula numerosos caminos bioquímicos relacionados con la proliferación, apoptosis, diferenciación, inflamación, invasión, angiogénesis y metástasis. También parece que afecta la biología de las células madre, por lo que es un esteroide de influencia múltiple en la progresión tumoral (estudio).

Se une a y activa el receptor nuclear de la vitamina D (VDR), que está expresado extensamente en casi todas las células del organismo. Por esa razón el calcitriol interviene en la modulación de aproximadamente entre un 3% y un 5% del genoma, lo que explicaría su impacto sistémico.

El calcitriol induce la expresión de genes como el CYP24A1, que codifica la enzima que cataliza la degradación de 1,25(OH2)D3 y de 25(OH)D3, por lo tanto el calcitriol induce la generación de su propia enzima limitante y se autorregula.

CYP27B1 y CYP24A1 se regulan también por otras dos hormonas calciotrópicas: hormona paratiroidea (PTH) y factor de crecimiento de fibroblastos 23 (FGF23). Aunque los riñones son la fuente principal de calcitriol circulante, CYP27B1 se expresa también en numerosos tejidos extrarrenales, incluídos los neoplásicos, y parece ejercer acciones antitumorales.

En tejidos extrarrenales la CYP27B1 no se regula por las hormonas calciotrópicas mencionadas. La síntesis local depende de la concentración de 25(OH)D3, y la presencia de CYP27B1 en tejidos neoplásicos indica que la vitamina D procedente de dieta, sol o suplementación podría usarse con fines antitumorales, porque se convertiría fácilmente en 25(OH)D3, cuya subida de nivel influiría en la síntesis local en el tumor de calcitriol, que ejercería efectos antiproliferativos.

Parece lógico comprobar que los tejidos neoplásicos suelen presentar altos niveles de la enzima degradativa citocromo P450, codificada por CYP24A1 y se hacen resistentes a los efectos del calcitriol, que se ve anulado. Por tanto, usar inhibidores locales de la P450 multiplicaría quizás los efectos de la elevación intratumoral de los niveles de calcitriol y debemos intentar que esos efectos se vean restringidos al entorno tumoral, porque en el organismo el exceso de calcitriol podría conducir a una peligrosa hipercalcemia.

Los inhibidores de la P450 tendrán una eficacia global si empleamos otras moléculas que queremos no sean “achicadas” por el tumor. Si se emplean formas liposomadas o en otras presentaciones conseguiríamos multiplicar además el efecto, al conseguir que se concentren las acciones terapéuticas sinérgicas en el entorno local tumoral.

Imaginad: enviamos un grupo de moléculas sinérgicas sólo al tumor gracias a los liposomas (o a otros métodos de entrega), junto con inhibidores de la P450 y de otros mecanismos de multirresistencia que impiden que el tumor se libre de ellos. Ése es el camino terapéutico que deberíamos seguir y que NO se sigue.

***

Numerosos estudios, in vitro e in vivo han encontrado capacidades directas antitumorales en cánceres establecidos de muy diversos tipos. Aunque los efectos amplios persistentes del calcitriol son raros, sí parece ejercer sinergia con el tratamiento convencional y mejora el tiempo y calidad de vida.

Un efecto secundario frecuente en el uso de altas dosis de calcitriol es la hipercalcemia, que intenta evitarse aplicando derivados que repliquen las propiedades antineoplásicas del calcitriol sin reproducir sus efectos sobre el metabolismo del calcio, o bien aplicando el calcitriol de forma intermitente: altas dosis durante unos días y un tiempo posterior variable de descanso.

Los ensayos han arrojado resultados contradictorios, tal vez por la mezcla de tratamientos, el número de variables implicadas y la imposibilidad de extraer conclusiones aisladas de cada una de las moléculas utilizadas. A pesar de ello, ése es seguramente el camino a seguir: testar combinaciones de terapias. La vitamina D es un excelente participante de equipo en una estrategia terapéutica, pero aún habrá que saber más para entender, aunque sea en forma de hipótesis, cómo y cuándo podrá ayudar al paciente (ensayo, ensayo).

Como ya hemos comentado, los potenciales mecanismos del calcitriol intratumoral son múltiples, y afectan a todas las fases de avance tumoral: apoptosis, proliferación, diferenciación, inflamación, invasión, metástasis y angiogénesis.

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Potenciales mecanismos de acción antineoplásica del calcitriol. Fuente

Además, los bajos niveles sistémicos de vitamina D fueron significativamente prevalentes en enfermos de cánceres avanzados con síntomas de caquexia y fatiga. En este punto no podemos estar seguros de si dichos niveles constituyen un factor causal que facilita el avance tumoral o bien una consecuencia de dicho avance, pero ambas hipótesis pueden convivir sin contradicción (estudio): a lo largo de este libro estamos comprobando que la peligrosidad del cáncer radica en cómo las consecuencias del avance tumoral se transforman en nuevas causas que aceleran su crecimiento, en una serie de círculos viciosos múltiples muy difíciles de detener.

En el apartado dedicado a las acciones prácticas profundizaremos en formas de incrementar los niveles sistémicos e intratumorales de calcitriol y también de dificultar que el tumor se haga resistente a él.

Evidencia científica del efecto terapéutico de la vitamina D en infección y en COVID-19

Los reportes empíricos, es decir, los datos recogidos por los médicos que atienden al pie del cañón a los pacientes, se están revelando de gran importancia.

Habrá quien requiera esperar a un ensayo aleatorizado doble ciego y mil papers con revisión por pares, pero esos mismos serán los primeros en acudir al empirismo, con frente sudorosa y dedos temblorosos, cuando enfermen de gravedad.

Y entonces abandonarán su despectiva pose irónica ante la ignorancia científica de los pobres diablos mientras toman el té de las cinco con el meñique estirado y esperan a que sus sarcasmos infantiles provoquen risitas en su grupo, de cuya aprobación dependen servilmente.

La oleada de recogida de datos compartidos está incrementando un conocimiento empírico del que poder deducir acciones útiles, sobre todo cuando el riesgo de su aplicación es tan bajo.

La correlación del nivel de deficiencia de vitamina D con la severidad de la infección por COVID-19 se está haciendo evidente:

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Correlación entre severidad de los síntomas de la COVID-19 y niveles sanguíneos de vitamina D.

Y en algunos reportes no se detecta ninguna  hospitalización de pacientes con niveles superiores a los 40 ng/ml. Es probable que quienes presenten esos niveles de vitamina D tampoco tengan deficiencias en otros parámetros igualmente importantes, no podemos adjudicar las culpas a un solo interviniente, pero las correlaciones son el primer paso hacia el conocimiento.

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Las observaciones son consistentes con las recogidas en otros ensayos que analizaban su influencia en otras infecciones. Porque si el sistema inmune innato está sano, gracias a que no tiene deficiencias ni vive en un entorno metabólico y endocrino desequilibrado, podrá enfrentarse con mayor eficacia a CUALQUIER infección.

Esperar por ensayos para CADA microbio antes de recomendar suplementación a una población que se sabe es deficiente de ciertas vitaminas, aminoácidos y minerales, claves para el buen funcionamiento inmunitario, es una espera baldía y quizás delirante.

  • Sospechas de eficacia profiláctica de la vitamina D frente a la gripe común. Los autores exigen que se lleven a cabo ensayos aleatorizados debido a su potencial y bajo coste, lo que podría ahorrar vidas y dinero del sistema de salud (estudio).
  • La vitamina D tiene gran importancia en el mantenimiento inmune y su deficiencia se asocia a mayor riesgo de todo tipo de infecciones, sobre todo del tracto respiratorio (estudio).
  • Ensayo aleatorizado en Vietnam con niños y adolescentes a los que se suplementó con 2000UI/día. No se detectó descenso en el número de gripe, pero sí en otras infecciones respiratorias (estudio).
  • Déficit de Vitamina D potencialmente implicada en fenómenos de alergia y asma, lo cual convierte a esta vitamina en ubicua reguladora que equilibra los fenotipos inmunitarios (estudio).
  • Algunas hipótesis sugieren que la deficiencia de vitamina D puede no ser causa de inflamación, sino su consecuencia debido a alguna infección subyacente. Es una hipótesis interesante, que apuntalaría aún más la necesidad de abordar de forma global y sistémico los problemas (estudio).

Estos son sólo unos pocos de las decenas de estudios existentes.

Sinergia y Matiz

Otra deficiencia muy extendida es la de magnesio (del cual ya he hablado en otros dos artículos dedicado a su influencia en la prevención y el tratamiento del cáncer), y recordemos que probablemente la vitamina D NO pueda ser correctamente activada sin suficiente magnesio. Dar vitamina D en solitario no garantizará gran cosa si hay fuertes deficiencias adicionales.

Pero como TODO se prueba individualmente, sin entender las relaciones complejas ni establecer hipótesis que permitan diseñar ensayos de terapias combinadas, la vitamina D testada en personas deficientes de magnesio podrá ser desestimada.

Ya ha sucedido con otras moléculas poco efectivas en solitario pero que al combinarse con sustancias sinérgicas incrementan su potencial terapéutico en varios órdenes de magnitud. Esas combinaciones permanecen, no obstante, en el limbo, porque no hay ensayos extensos que las pongan a prueba y, por tanto, «no tienen evidencia».

Además, las vitaminas D, A y K2 mantienen un equilibrio de acciones en forma de “trípode” que deben ser tenidas en cuenta a la hora de suplementar. Este magnífico artículo de la fundación Weston A. Price explica con claridad la importancia de la sinergia  y el contexto (artículo).

Hay un millar de otras cosas que pueden interferir, lo cual hace aún más necesario atender a la imagen global, a las acciones crónicas de cambios de vida en alimentación, ejercicio, ritmos circadianos, etc y a otras deficiencias específicas con suplementación adicional, para que el aporte extra de vitamina D tenga más eficacia al actuar en sinergia (artículo).

Recordemos que las dosis altas suprafisiológicas de vitamina C (ácido ascórbico o ascorbato) son farmacológicas, esto es: actúan como un fármaco, de maneras diferentes a las dosis bajas, cuya función de “recarga” del sistema inmune es fisiológica y coherente.

Este no parece ser el caso de la vitamina D, donde el beneficio que aporta no es proporcional a la dosis. El exceso de niveles plasmáticos de vitamina D (liposoluble y, por tanto, almacenable en grasa y tejidos, al contrario que la hidrosoluble vitamina C) sí puede ser perjudicial. Además, su función será más eficaz si otras piezas, que el sistema inmune también necesita, están disponibles en cantidades adecuadas.

Por eso no podemos abordar su suplementación de la misma forma que con la vitamina C: esta puede actuar para eliminar deficiencias pero también como un fármaco, pero la vitamina D se suplementa sólo para solucionar deficiencias.

Coherencia fisiológica

Para quienes buscamos causas comunes y “puntos de presión“ lo más amplios posibles, no es extraño en absoluto que deficiencias como la de vitamina D estén implicadas en tantas dolencias. Es fisiológicamente coherente y “lógico”. Pero esa lógica se destruye en las mentes de los absolutistas cartesianos incapaces de mover un dedo sin meter cada cosa en la cajita (etiquetada de forma individual) que le corresponde.

Los burócratas científicos que mandan son incapaces de relacionar entre sí lo aparentemente heterogéneo, una de las señas de la auténtica inteligencia funcional, junto con la capacidad de valorar ideas opuestas, calibrar paradojas, urdir metáforas y tomar decisiones con datos incompletos y en situación de incertidumbre.

La traslación es imprescindible: poder analizar una evidencia y comprenderla en su contexto, que es el que comparten muchas dolencias.

Una métrica accionable es aquella que no sólo define una situación, sino que la manipula. Esto es, que es bidireccional: la situación altera la métrica, pero la métrica también altera la situación.

Y el nivel sanguíneo de vitamina D podría serlo. NO darle a un enfermo vitamina D, NO aconsejar a la población que tome el sol o que suplemente con adecuados productos de vitamina D3 y otras sustancias sinérgicas no es razonable. Tal vez sería demasiado pedir que ADEMÁS aconsejen medidas de alimentación, ejercicio, higiene lumínica, etc, que harían la medida mucho más eficaz.

Aunque es un reduccionismo creer que cambiar sólo los niveles de vitamina D podrá ser una solución absoluta (con esa lógica de interruptor tan infantil e ingenua que utilizan los cartesianos, tipo “cura”-“no cura”), el principio de Pareto nos indica que debemos buscar aquellas acciones que, dentro del reduccionismo que es toda terapia, aporten máxima ayuda mientras son lo menos dañinas y costosas posibles.

La deficiencia de vitamina D probablemente es otro de los factores complejos que influyen en el escenario que conduce a la famosa tormenta de citoquinas (que sucede también dentro del microambiente tumoral en pacientes de cáncer, e incluso sistémicamente), y otras deficiencias y problemas se detectan en casi todos los pacientes críticos (deficiencias de zinc, vitamina C, taurina, glicina, albúmina, exceso de hierro y cobre, etc), pero es por sí mismo un poderoso punto de presión debido a su importancia y ubicuidad.

Mejor, claro está, si se aplica como parte de una estrategia combinada y sinérgica (LO HE REPETIDO CIENTOS DE VECES, Y LO SEGUIRÉ REPITIENDO HASTA LA SACIEDAD), pero analizar individualmente cada sustancia es lo único que entienden las mentes de los cartesianos absolutistas.

Traslación de estudios al contar con las comorbilidades metabólicas

Si sabemos que COVID-19 se ceba especialmente en quien tiene comorbilidades como obesidad, hipertensión, diabetes tipo II o enfermedades cardiovasculares, parecería razonable establecer la hipótesis de que todo lo que trata dichas condiciones también ayudaría a tratar el COVID-19.

Pero eso choca con el cientificismo reinante actual: la separación de dolencias en compartimentos estanco hace que TODO se vea como carente de relación, y que NADA pueda ponerse a prueba sin antes pasar por el doloroso parto del ensayo clínico aleatorizado que, además, aísla variables individuales sin contexto, convirtiendo el conocimiento que de ellos se extrae en ingenuo cuando menos.

El nudo gordiano de ese planteamiento dura 7 décadas, durante los cuales “la ciencia” se ha quedado detenida en una carrera hacia la nada. La Medicina Basada en la Evidencia  lleva 70 años en una parálisis por análisis que crea toneladas de datos inconexos, escaso conocimiento y casi nula sabiduría. Es como una mosca golpeándose contra un cristal que, cuando intentas hacer algo diferente para rescatarla, se burla y te llama pseudocientífico.

Para la medicina, proponer una raíz metabólica común en múltiples dolencias es anatema. La han convencido de que la búsqueda de la heterogeneidad y especificidad es la clave, cuando sólo es una clave para maximizar patentes de fármacos y beneficios. Buscar homogeneidades, generalizaciones y causas raíz comunes sería una debacle financiera, pero una posible solución terapéutica.

Si la vitamina D también ayuda (como hemos visto al inicio de este artículo) en problemas metabólicos como diabetes, obesidad o hipertensión, tres de las dolencias “diferentes” cuyo padecimiento incrementa el riesgo de que la infección por Coronavirus sea más grave, y si prepara al sistema inmune para enfrentarse mejor a cualquier infección, es lógico pensar que la vitamina D sea también eficaz para resistir la infección por SARs-COV-2.

Y eso abre igualmente la vía para que casi todas las terapias que estoy analizando en este blog y en el libro sean igualmente valiosas para enfrentar infecciones de cualquier tipo y no sólo cáncer: metformina, 3-bromopiruvato, colchicina, hidroxicloroquina, Artemisina, y un largo etcétera de varios centenares de sustancias y terapias.

Sol y suplementos

Por supuesto, nada sustituye al sol. La epidemia reconocida de deficiencia de vitamina D en la población representaría por sí sola una alerta mundial que convertiría en ridícula la histeria anti-sol desatada desde hace años.

Tomar el sol, tal vez el acto más natural, más ligado a la evolución de los organismos terrestres, ha sido demonizado de una forma que constituye tal vez el culmen de la estupidez “experta”.

Para aconsejar tiempos y formas de exposición solar o cantidades de suplementación no voy a reinventar la rueda: os aconsejo artículos prácticos tan buenos como éste de Andrés Suárez o lo que Marcos Vázquez ha comentado en este podcast. Son sólo dos ejemplos de divulgadores de quienes deberían aprender los habituales de los medios oficiales.

Yo sí aconsejo suplementar, sobre todo a personas mayores, si no hay más remedio (y no suele haberlo: es difícil alcanzar los niveles de exposición solar mínimos con nuestro ritmo de vida y más aún con el confinamiento obligatorio). Las dosis razonables pueden rondar entre las 2000 y las 5000UI/día,

Pero no funcionará adecuadamente si hay deficiencia de magnesio (y probablemente de vitamina K2 y retinol). La suplementación debería ser sólo un añadido secundario dentro de un un edificio de medidas mucho más amplio pero, si no hay más remedio, yo aconsejaría que siempre se suplementara D3 con magnesio y que se consumieran fuentes alimenticias suficientes de K2 (quesos, huevos y carnes de animales criados con pasto, asegurándonos de eliminar aceites vegetales y trans) y retinoles (hígado).

Por supuesto, en muchos protocolos de hospitales ya han incluido vitamina D3 y magnesio para el tratamiento de pacientes hospitalizados con COVID-19. Ese hecho es ignorado convenientemente por medios y divulgadores, usando una de las excusas más frecuentes: que una cosa es la prevención y otra el tratamiento. Al parecer hay una frontera invisible, que sólo ellos conocen, donde algo es inútil si se está fuera de un hospital, pero útil si se está dentro.

COVID-19, la MBE y los divulgadores oficiales

Quienes seguís este blog y este libro conocéis de sobra algunos de los conceptos base que me guían:

  1. No confundir “evidencia de ausencia de eficacia” con “ausencia de evidencia de eficacia”.
  2. Tomar decisiones abrazando la incertidumbre, sin esperar eternamente a que miles de ensayos aleatorizados quíntuple ciego con un millón de participantes cada uno consigan eliminarla por completo: eso no sucederá JAMÁS.
  3. Usar métricas compuestas simples para manejar la incertidumbre de forma heurística: riesgo/beneficio y coste/beneficio. La ciencia básica SÍ puede ser usada a veces para tomar decisiones.
  4. Hacer traslaciones y extrapolaciones: estudiar lo que subyace en todas las dolencias y, si hay evidencia limitada en una, usar la evidencia existente en otras.
  5. Descreer de las balas mágicas y las ultrasimplificaciones llenas de pathways y siglas: usar combinaciones basadas en hipótesis razonables.
  6. Huir de la exactitud y la perfección imposibles. Asumir el riesgo de la experimentación y la observación, métodos y cualidades abandonadas tras el triunfo de los adoradores del p-value.
  7. El ensayo aleatorizado doble ciego es deseable pero NO podemos estar atados a su sistemática ausencia y quedar detenidos. Autoexperimentar y usar series cortas es mejor que nada.
  8. Mandar al cuerno a creyentes en la pureza del “método científico” incapaces de comprender la humana corrupción que infecta todos sus pasos. Feyerabend y Bayes son mejores guías.
  9. Resistir la presión de creer que la burocracia cerebral, tendencia a la censura, inflexibilidad cognitiva, servidumbre a disciplina de grupo y carencia de imaginación y agallas son las cualidades deseables de un “científico”.
  10. Mente científica NO EQUIVALE a sumisión acrítica a una metodología (la del “método científico” convencional). Sigue el rastro del dinero y comprobarás a quién beneficia y perjudica dicha asunción tomada como axioma.

Una de los mayores pecados que comete la Medicina Basada en la Evidencia (MBE) es estar soldada a la evidencia concreta de CADA dolencia, sin entender las traslaciones y extrapolaciones que pueden deducirse al revisar la evidencia en otras.

Si hay evidencia de que algo tiene efectos terapéuticos en una enfermedad, podemos estar razonablemente seguros de que funcionará en otras, porque incide en procesos básicos que actúan en la base de todas.

No es extraño que un antiparasitario como la Hidroxicloroquina se haya usado también contra Lupus y artritis reumatoide, que además tenga eficacia antiviral y antitumoral y que que dicha eficacia antiviral sea, además, amplia, no restringida a tal o cual virus, aunque pueda haber variaciones lógicas de efectividad. Lo mismo podríamos decir de otras sustancias como los derivados de la Artemisina.

Ese concepto se ha convertido en herejía, porque implicaría pasar el foco al organismo en su totalidad y no a la dolencia, atacando así la raíz no sólo de casi todas las enfermedades a la vez sino de aquello que permite maximizar beneficios: particularizar, hacer creer que todas las enfermedades (y casi cada órgano) forman compartimentos estanco que nada tienen que ver entre sí.

No me ha extrañado asistir al constante goteo de tuits de los divulgadores del colectivo “Salud sin bulos”, “alertando” del uso de suplementos como, por ejemplo, vitamina C.

Pero el colmo ha sido un cartel donde tanto Salud sin bulos como la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) y el Instituto de inmunología clínica y enfermedades infecciosas afirman que “es un bulo que la vitamina D ayude a prevenir el COVID-19”. Es revelador que haya tanta sigla y autoridad implicada, haciendo fuerza para desmentir algo. Es como si se sintieran amenazados.

No dicen que no se pueda afirmar algo parecido, no. Van más allá y afirman que es falso que la vitamina D pueda prevenir la COVID-19. Inducen a creer que NO es posible que la prevenga de ninguna forma.

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Si no hay evidencia para afirmar algo de forma tajante, tampoco la hay para negarlo. Si estamos en disposición de negar algo será sólo porque hay evidencia suficiente y ésta ha demostrado que algo no sirve. Pero ese NO es el caso con la vitamina D.

La pregunta que habría que hacerse es ¿Es razonable suplementar o tomar el sol para disminuir el riesgo de padecer la enfermedad, teniendo en cuenta el bajo riesgo de esas acciones y el potencial beneficio que la evidencia limitada que tenemos parece apuntar?

Que asociaciones de ese calibre o bien no entiendan cómo manejar situaciones de incertidumbre o bien hagan como que no lo entienden, hace que la conspiranoia sea una necesidad no sólo para entender el mundo sino para incrementar las probabilidades de defendernos de él.

Su “razonamiento” es simplista, pero de sobras conocido: “no hay evidencia”. El problema es que la forma como plantean sus afirmaciones puede hacer que quienes las leen saquen dos conclusiones:

  1. La molécula se ha puesto a prueba.
  2. Las pruebas han demostrado que NO sirve

Lo cual es falso: NO se ha puesto a prueba y, por tanto, no se sabe con certeza si sirve o no. Es más, la evidencia de alto nivel que reclaman es IMPOSIBLE que la haya, por dos razones:

  1. Porque COVID-19 es demasiado nuevo como para que hayan podido hacerse ensayos específicos, y esta gente reclama evidencia ligada ESPECÍFICAMENTE A CADA dolencia y virus. Ni tienen imaginación ni se les permite usarla para extrapolar y encontrar similitudes y homogeneidades entre toda dolencia y TODA INFECCIÓN. No son científicos, son contables y burócratas de laboratorio.
  2. Porque ni siquiera hay muchos ensayos clínicos aleatorizados doble ciego de calidad con vitamina D para OTRAS dolencias, porque NADIE paga para que los haya.

Pueden así, instalados cómodamente en el nudo gordiano construido por unas reglas que saben que NO pueden cumplirse, hacer afirmaciones que son “verdaderas” si se toman al pie de la letra, pero manipuladoras en su esencia.

Una trampa conceptual que nos ha conducido a este círculo vicioso en que habitamos: inducen a creer que “no hay evidencia” equivale a “se ha demostrado que no es eficaz”. Y eso es falso. Lo han trasladado además a toda molécula no patentable por la que nadie paga por levantar ensayos clínicos y han construido una malla de manipulación informativa.

Además, no exigen las mismas reglas para atacar otras sustancias o dietas que, o bien cuentan con evidencia aún menos sólida (5 comidas al día) o bien sí poseen evidencia sólida pero en realidad sólo para desaconsejar su aplicación o al menos reevaluarla (lácteos desnatados, aceites vegetales, antidepresivos, estatinas, muchas quimioterapias, etc).

Porque el que haya mucha evidencia no significa nada. Una terapia con MENOS evidencia, pero menor riesgo y mayor potencialidad aunque sea en ensayos limitados, puede ser más aconsejable que otras con MUCHA evidencia.

La mayoría de los médicos desconocen eso porque su religión, que adora a la diosa Medicina Basada en la Evidencia (basada en realidad en los ensayos clínicos por los que la industria paga porque le sale a cuenta, con trucos estadísticos y variables surrogadas que facilitan la aprobación de fármacos) no saben qué hacer en situaciones reales, de incertidumbre.

Los médicos se han acostumbrado tanto a que se pierdan décadas en ensayos conceptualmente erróneos (que testan moléculas individuales, patentables, tóxicas e infames) que ya no saben qué hacer cuando deben tomar decisiones fuera del protocolo metodológico que creen ha sido tallado por la divinidad en las tablas de la ley y entregado ceremonialmente a los hombres.

El empirismo que reclama la situación de emergencia del COVID no nos ha pillado por sorpresa a algunos, pero sí a muchos médicos que se ven desprotegidos del manto de lo que una Excel les dice que deben aplicar.

En esa situación, la MBE les ha dejado en evidencia: incapaces de manejar la incertidumbre, el estado natural del adulto humano y de usar ratios riesgo/beneficio y coste/beneficio, secuestrados por la idea de que sólo la tecnociencia “más nueva” podrá acudir al rescate. Incapaces de analizar las causas comunes en toda infección, empeñados en enfocarse en cada virus en vez de en la respuesta común del huésped a todos ellos, completamente coherente con nuestra fisiología y descrito en otras infecciones o en cáncer.

Ponencia de Regenera donde hablo de la vitamina C y necesidad del contexto. Perfectamente extrapolable a otras sustancias.

Ciegos ante el sesgo que les previene de drogas baratas, vitaminas, minerales, aminoácidos, hierbas y demás cosas “esotéricas”. Como niños que se enamoran de objetos relucientes creyéndolos diamantes, sin atender a quienes les previenen de que pagarán toda su vida por cristales vulgares.

Aplicar ya muchas de esas sustancias aunque no tengan la “evidencia” que reclaman, es la opción correcta, debido a sus escasos efectos secundarios, su bajo coste y el beneficio potencial que podrían aportar a enfermos y a sanos en situación de riesgo que necesitan medidas profilácticas. Sus ratios riesgo/beneficio y coste/beneficio son bajísimos. Eso sí, analizando en profundidad sus interacciones, algo que he hecho en el resto del artículo y aplicando dos conceptos poco habituales: matiz y sinergia.

Esos organismos, médicos y divulgadores están poniendo en peligro a aquellos que dicen defender. Si se dimensiona en el futuro la disminución del riesgo de enfermar, ser hospitalizado y morir que habría aportado la suplementación, o el beneficio de aplicar a los ya enfermos esas medidas no patentables, podrían ser denunciados por negligencia.

No entender que, en sistemas complejos, una disminución con actuaciones tempranas del riesgo individual, aunque sea muy leve, se “arrastra” al colectivo de forma exponencial, cuesta vidas.

La mediocracia que nos asola desde puestos clave cuesta vidas.

***

Habría bastado que las Ana Rosa Quintana y Susanna Griso de este mundo hubiesen hablado de la necesidad de que la población tomase el sol diariamente e incluso de suplementar; que los divulgadores, los medios y los representantes de Salud Pública supieran interpretar la evidencia científica y tomasen por fin decisiones basadas en riesgo/beneficio, asumiendo la incertidumbre inherente a la vida, para que gran parte de la población hubiera disminuido, aunque fuera levemente, su riesgo de padecer cualquier infección, no sólo COVID-19 y de tener menos problemas graves debido a sus condiciones crónicas.

Su forma de actuación es la de no pillarse los dedos hasta que nada pueda culparlos por tomar decisiones “erróneas”. Su ausencia de “Skin in the Game” no persigue mejorar la vida de aquellos a quienes dicen proteger, sino protegerlos a ellos del error o del ataque de quienes reclaman evidencia grabada en piedra.

Y, secundariamente, benefician a quien puede pagar por tener evidencia “incontestable”, aunque luego la revisión de los métodos empleados para conseguirla sean frecuentemente engañosos o directamente fraudulentos.

La emergencia del COVID-19 y la generalizada deficiencia de vitamina D han hecho que incluso algunos estudios publicados recientemente aconsejen la suplementación como profiláctico, por entender que el riesgo es mucho menor que el potencial beneficio (estudio, estudio).

Probablemente en otras circunstancias los autores se lo habrían pensado mucho antes de hacer esas recomendaciones, temerosos de que el resto de “científicos” sometidos a las reglas estrictas típicas de los cartesianos absolutistas los condenaran públicamente.

Pero estudios como esos no detienen a los cientificistas profesionales (científicos o médicos), a los medios y a los divulgadores “científicos” en su reto por ceñirse a la literalidad. La farándula de “la ciencia”, aposentada en una supuestamente adusta “evidencia científica” es sólo una cortina de humo para proteger intereses espurios, lo hagan conscientemente o no, sean pagados directamente por ello o no.

Su cobardía sólo es comparable a su incompetencia. Son los mediócratas perfectos, los más ajustados representantes de la asepsia informativa que confunde conservadurismo con prudencia; medias tintas con racionalidad; miedo a que su carrera sufra las consecuencias con cuidado por no dañar.

Forman densas redes de compadres que sustituyen la evidencia científica sólida con autoreferencias del grupo endogámico, apoyados por organismos donde las siglas sustituyen a la cordura en la toma de decisiones.

En el fondo sólo tienen miedo. Un profundo miedo a ser desterrados del grupo que les da cobijo y sentido, a que el orden mecanicista de la autoridad, que les calma con sus certezas, los deje a la intemperie y comprendan que la incertidumbre reina por doquier y deberían usar su propio criterio y pensamiento crítico para hacerse mejores preguntas. Y, sobre todo, tienen miedo a que su carrera sufra consecuencias por disentir.

La mayoría son, digámoslo de una vez, ayudados por la figura del gran Nassim Taleb, IYIs de manual que forman redes con actuaciones homogéneamente estúpidas (y estúpidamente homogéneas), que nos conducen al abismo mientras aparecen en redes sociales demostrando que sus únicas maestrías radican en el abordaje de problemas secundarios, no estructurales, y en un perfeccionamiento obsesivo del virtue signaling, cuando no del linchamiento y la ridiculización de quien los enfrenta con la realidad.

***

En resumen: instituciones, medios y divulgadores al servicio de una idea de las enfermedades y del organismo que son atomizados en compartimentos estanco sin relación, con el objetivo de multiplicar fármacos patentables y maximizar beneficios.

Siervos de la evidencia construida sólo con el ensayo clínico pagado por las corporaciones, que pone a prueba sólo moléculas patentables y de forma individual, mediante variables surrogadas que permitan darlas de paso aunque no demuestren incrementar cantidad o calidad de vida.

Eso es a lo que llaman Medicina Basada en la Evidencia.

Por eso las sustancias que amenacen su paradigma deben ser difamadas: las no patentables que ayudan en muchas dolencias “diferentes”, al incidir en las causas comunes.

Y por eso aún morirán miles de personas que no deberían morir y se unirán a los millones acumulados desde hace 70 años.

29 Comments

  1. Fernando 4 de mayo de 2020
    • Alfonso Fernández 4 de mayo de 2020
  2. jose luis jacob 5 de mayo de 2020
    • Alfonso Fernández 7 de mayo de 2020
  3. Sergio 6 de mayo de 2020
    • Alfonso Fernández 7 de mayo de 2020
  4. Jesús Huertas 7 de mayo de 2020
    • Alfonso Fernández 8 de mayo de 2020
  5. Carlos 8 de mayo de 2020
  6. Ofelma Serrano Osorio 9 de mayo de 2020
    • Alfonso Fernández 9 de mayo de 2020
  7. Andrés 10 de mayo de 2020
    • Alfonso Fernández 13 de mayo de 2020
  8. SILVIA DE DIOS 13 de mayo de 2020
    • Alfonso Fernández 13 de mayo de 2020
  9. Carlos 3 de junio de 2020
    • Alfonso Fernández 3 de junio de 2020
  10. Luis 26 de junio de 2020
    • Alfonso Fernández 28 de junio de 2020
  11. Maria Romero 22 de agosto de 2020
    • Alfonso Fernández 22 de agosto de 2020
      • Maria Romero 22 de agosto de 2020
      • Maria Romero 26 de agosto de 2020
      • Alfonso Fernández 31 de agosto de 2020
  12. Jon 14 de septiembre de 2020
    • Alfonso Fernández 17 de septiembre de 2020

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