Porqué se necesita un nuevo paradigma del cáncer

Por qué se necesita un nuevo paradigma de investigación y tratamiento del cáncer o jamás será curado

Durante un tiempo no he podido atender este blog como es debido pero, aún así, estas semanas han sido fructíferas porque han servido para conocer a nuevos lectores y, también, porque he recibido los primeros insultos (algunos anónimos y, por tanto, no publicados).

Nunca es agradable ser insultado, sobre todo cuando los argumentos esgrimidos para justificarlos son radicalmente falsos y provienen de la ignorancia, pero todo ayuda a sacar conclusiones.

Uno puede escribir sin problemas acerca de los especuladores corporativos de casi cualquier tipo y será creído; puede describir cómo algunos oligopolios juegan con el precio de los alimentos, provocando hambrunas que afectan a millones de seres humanos y no recibirá críticas, y eso que es difícil concebir semejante grado de iniquidad en cualquier otra práctica empresarial.

Pero basta con decir que la terapia de las enfermedades crónicas se basa en una farsa tejida al calor de prácticas empresariales psicopáticas para que algunos que se creen científicos supongan que con ello ataco a los médicos, a la medicina y, por extensión, a la ciencia en general, sin detenerse a profundizar en los argumentos que esgrimo y en los datos que aporto.

Los insultos suelen proceder de personas que cumplen, en muchos casos, una serie de características bien definidas: hombre, joven, ingeniero, informático o similar, aficionado a la las revistas de divulgación ‘mainstream’, que jamás ha profundizado en un estudio científico y aún cree que vive en el mejor de los mundos posibles.

En algunos casos, tienen algún familiar que ha sobrevivido a un cáncer después de ser «tratado» (sin saber qué parte de dicho ‘tratamiento’ es la que realmente lo ha salvado) y que, «por tanto», razonan que lo que digo en este blog no sólo no es cierto sino que significa que mi intención es aprovecharme del dolor ajeno para enriquecerme.

No voy a profundizar en una sola entrada en todos los argumentos que tanto tiempo y lecturas me ha costado construir, y que han derribado mis anteriores convicciones, pero listaré algunos, y ahondaré en ellos en un futuro.

La medicina farmacológica depende de decisiones empresariales.

La ciencia básica estudia procesos bioquímicos implicados en procesos normales o de enfermedad. También estudia ‘in vitro’ o en animales moléculas que han demostrado indicios de cierta efectividad terapéutica.

La ciencia clínica se dedica a demostrar si determinada práctica o molécula tiene eficacia terapéutica real contra determinada enfermedad. Para ello, enrola en estudios gigantescos, que deben cumplir diversas fases, a miles de voluntarios, a veces en centros de todo el mundo, con el objetivo de determinar, con fiabilidad estadística, y luego de muchos años de estudio, si dicho compuesto «mejora» el estándar de tratamiento existente o pueden usarse como segunda o tercera línea de tratamiento.

Esos fármacos, probados en estudios cínicos, han requerido el desembolso de cantidades enormes de dinero, que sólo unas pocas compañías de enorme poder económico pueden llevar a cabo. Dichas compañías necesitan recuperar la inversión con un margen de ganancia, puesto que se trata de empresas multinacionales privadas cuyo único fin es obtener el mayor beneficio posible.

[quote]Por tanto, el tratamiento de los enfermos de casi todas las dolencias crónicas depende de la decisión que dichas compañías privadas lleven a cabo cuando se hacen la pregunta: ¿Qué trasladamos desde la ciencia básica a la clínica? ¿Qué molécula ponemos a prueba? ¿Qué paradigma de enfermedad interesa más atender?.

En dicha decisión no intervienen los médicos, y la ciencia comienza a aplicarse DESPUÉS de que se haya tomado, y no atiende a motivos curativos, sino económicos.

Ésa es la pregunta fundamental que debemos hacernos: ¿Por qué se ponen a prueba unas moléculas y no otras? ¿Por qué la hipótesis en que se basa el paradigma del cáncer es éste y no otro?[/quote]

La mayoría responderá: porque esas moléculas y ese paradigma son los que han demostrado mayor eficacia terapéutica en pruebas de ciencia básica y preclínica.

Pero la realidad es otra.

El paradigma del tratamiento de las enfermedades crónicas alimenta los intereses de un oligopolio.

La mayoría de los tratamientos principales de las enfermedades crónicas están fabricados por empresas farmacéuticas. Para obtener un fármaco que esté disponible al público deben invertirse millones de dólares y muchos años de investigación. Es lógico que una empresa quiera recuperar la inversión.

Por mucho que se diga que la investigación farmacéutica es un sector altamente innovador, lo cierto es que el paradigma en que ha venido basándose el tratamiento del cáncer es, aproximadamente, igual que hace décadas: fármacos que ataquen células que se reproducen con rapidez.

Si todas las empresas importantes del sector fabrican fármacos que se basan en el mismo paradigma, y el retorno de inversión es astronómico, ¿para qué arriesgarse con otro tipo de fármacos basados en otro tipo de paradigma de la enfermedad? Desde los años 40, cuando se instauró el concepto de quimioterapia y la base de la actual terapia, comenzó el negocio legal más lucrativo.

Un oligopolio es un conjunto de empresas que, lejos de competir en todos los aspectos del mercado, establecen alianzas implícitas o explícitas para coparlo. Dicha práctica, que está, en realidad, promovida implícitamente gracias al neoliberalismo imperante, está lejos de producir una «competencia perfecta», como el liberalismo seminal promulgaba con la misma ingenuidad que criticaba en las políticas proteccionistas, sino que un conjunto de multinacionales imponen una manera similar de producir fármacos que saben producen pingües beneficios e impiden el acceso a cualquier otra que pretenda cambiar dicho paradigma.

Periódicamente se producen nuevos fármacos patentables que atienden a la famosa frase pronunciada por el Príncipe de Salina en «El Gatopardo», de Lampedusa: «Hay que hacer que algo cambie para que todo siga igual». Es decir, fármacos que apenas prolongan la vida pero suponen otra vuelta de tuerca de un paradigma de escasa eficacia curativa pero que saben supondrá una extraordinaria fuente de ingresos.

Si la quimioterapia fuera curativa, podría entenderse que se persiguiera mejorar un paradigma que funciona, pero lo cierto es que no funciona en la mayoría de los tumores.

Para ilustrar ese dato, basta con leer una entrevista a Mariano Barbacid, un investigador ortodoxo y afín al paradigma oficial, realizada en el año 2003 y en la que confiesa que la quimioterapia sólo cura un 10% de todos los cánceres y que los avances de las últimas décadas han sido mínimos.

La I+D farmacéutica no es disruptiva, sino incremental.

Constantemente se nos bombardea con la información de que el presupuesto en I+D del sector farmacéutico es enorme. En realidad esa noticia, como tantas otras difundidas por los mass-media, es engañosa.

En primer lugar, el presupuesto dedicado a Marketing es aproximadamente el doble que para I+D.

En segundo, la I+D a la que dedica sus esfuerzos la industria es incremental, esto es, investiga constantemente productos que son ‘más de lo mismo’ y no productos disruptivos que suponen un cambio radical de paradigma. Sus fármacos vienen a dar vueltas de tuerca constantes a los mismos conceptos, y todas esas vueltas tienen un único fin: maximizar beneficios.

Un fármaco no necesita otra cosa que mejorar levemente los resultados del tratamiento anterior o producir menores efectos secundarios. Y no hay necesidad de una investigación disruptiva, que es mucho más cara y significa correr riesgos mucho mayores, a pesar de que el paradigma actual no funciona, porque:

  • Todas las empresas del oligopolio «investigan» según el mismo paradigma, por lo tanto no existe competencia que impulse cambios radicales y todas se dedican a repartirse el pastel de beneficios aportando leves incrementos de efectividad que tardan décadas en aparecer.
  • Los médicos están secuestrados literalmente por dichos tratamientos, que son los únicos que les permiten prescribir. Con su prescripción, aportan una capa de ‘ciencia’ y venerabilidad a tratamientos que no se sostienen si uno aplica un mínimo de sentido común y algo de conocimiento. Así, si alguien critica el tratamiento se le dirá que critica a los médicos y a la medicina, aunque en realidad quien haga esos juicios no entienda el proceso obsceno y pervertido de raíz en que todos estamos inmersos.
  • En realidad, desde que están en la facultad, los médicos son aleccionados en el paradigma creado por la industria y desconocen que viven en una caverna y que existe otra posible manera de tratar. Todo lo que escape del horizonte de los estudios clínicos, que se deciden tras decisiones empresariales, es considerado anatema. Un médico raramente acudirá a estudios básicos para saber lo que debería estudiarse en ensayos clínicos y, en realidad, no se está estudiando.

No importa que la ciencia clínica aplicada después de que se haya tomado la decisión de qué poner a prueba sea rigurosa, porque lo que debemos preguntarnos -no insistiré nunca lo bastante- es: ¿DEBERÍA HABERSE PUESTO A PRUEBA OTRA MOLÉCULA MÁS PROMETEDORA? ¿DEBERÍA CAMBIARSE EL PARADIGMA POR OTRO CON MAYORES PROBABILIDADES DE CURAR, COMO LA CIENCIA BÁSICA VIENE ALERTANDO DESDE HACE DÉCADAS?

Es cierto que están apareciendo nuevos conceptos terapéuticos: vacunas como la DC-VAX, estudios de virus modificados para atacar específicamente las células tumorales como el Delta-24 o mecanismos que, mediante campos eléctricos de baja intensidad, matan las células que se reproducen velozmente, como el Novo-TTF.

Pero en todos esos casos, y aún reconociendo el avance que suponen, sobre todo debido a sus escasos efectos secundarios, en el fondo plantean paradigmas parecidos: ataque frontal en vez de atajar las causas metabólicas, con lo cual hay que aplicarlos constantemente o el cáncer recidivará. Es decir, no son medidas curativas y, seguramente, no se plantean serlo. Son, eso sí, avances a tener muy en cuenta, sobre todo debido a su escasa o nula toxicidad, a condición de que se  complemente su aplicación con otras medidas más racionales encaminadas a atajar la bioquímica del metabolismo tumoral.

Además, se trata de avances de compañías relativamente pequeñas, que se ven obligadas a competir con I+D disruptiva  a pesar de que muchas de ellas no tienen recursos para promover estudios clínicos extensos. De eso se valen las grandes compañías: sólo ellas tienen esa capacidad económica y saben que pueden permitirse el lujo de dejar que las ideas innovadoras mueran sin ver la luz y, así, resultar un problema de competencia, simplemente por falta de capacidad económica.

Un ejemplo de laboratorio pequeño que intenta cambiar el paradigma de investigación y tratamiento es Lipopharma, cuya molécula Minerval ha demostrado mucha mayor eficacia que el tratamiento estándar para gliomas, el quimioterápico Temodal, y con casi nulos efectos secundarios, pero que está teniendo serios problemas para encontrar financiación y probar dicha molécula en ensayos extensos.

La maquinaria de la propaganda se pone en marcha. Los bloggers y los opinadores defendiendo a sus verdugos.

Las anteriores preguntas no importan demasiado para la industria, porque no necesitan ser disruptivos, como acabamos de ver, sino sólo parecerlo.

Para ello, no tienen más que apoyarse en su enorme presupuesto de marketing y en su inversión en grupos de comunicación: una vez aleccionados los médicos, sólo basta aleccionar al resto del redil, esto es, el público en general, que leerá los periódicos generalistas o verá los telediarios de las principales cadenas y creerá en la versión oficial con pasmosa rapidez puesto que, a fin de cuentas, los tratamientos están validados por el respetado estamento médico.

También serán advertidos de que desconfíen de todo aquél que les venga a decir que la quimioterapia es una farsa, porque no serán más que manipuladores en busca de dinero (tiene gracia que esa crítica proceda del sector de actividad empresarial con mayor margen de beneficio de entre todas las que operan legalmente).

El colmo lo protagonizarán los jóvenes ‘científicos’ que leen el ‘Muy Interesante’ o ven vídeos de Carl Sagan (excelente comunicador y científico, que conste) y creen que con ese conocimiento ‘mainstream’ es suficiente para comprender las complejidades de este mundo obsceno.

Y confundirán moléculas que no sirven con moléculas que nadie se ha molestado en probar si sirven o no. En inglés hay dos términos que describen muy bien esta diferencia: están las moléculas «disproven», esto es, las que han sido probadas y se ha demostrado que no sirven, y están las «unproven», esto es, las que simplemente no se han puesto a prueba debido a que no podría obtenerse un beneficio económico de su comercialización, pese a haber demostrado una mayor capacidad terapéutica potencial.

Hay, efectivamente, moléculas que sí han demostrado ser ineficaces en ensayos serios pero, otras, simplemente permanecen en el limbo y son descartadas con desdén sin saber a ciencia cierta su validez, a pesar de haber demostrado potencialidad terapéutica.

Hay otras que, incluso, han demostrado su utilidad en pruebas serias, y siguen siendo despreciadas por los estamentos médicos y el público en general, que cree que lo barato y lo que no provoca efectos secundarios no pueden ser eficaz, sino sólo lo pagado a precio de oro y lo que casi te mata. En su mente identifican precio con valor y tienen grabada la idea de que cuanto más grave la dolencia, mayores efectos secundarios deben sufrir al tratarse.

Una de las moléculas «unproven» preferidas como blanco de las burlas es el Dicloroacetato de Sodio, que personajes de toda condición ridiculizan sin saber que su eficacia potencial es alta y, simplemente, lo que se reclama es que alguien ponga el dinero para ponerla a prueba y salir de dudas. Es un producto «unproven» que todo el mundo toma por «disproven».

En su reduccionismo mental, los opinadores «científicos» razonarán así: «este blogger habla de algo que los médicos no prescriben, luego ha debido de ponerse a prueba y ha demostrado que no sirve. Por tanto, es un posible conspiranoico que promueve curación con algo no probado. Es un anticientífico y, probablemente, alguien que quiere enriquecerse a costa de la ignorancia y desesperación de los enfermos.»

Comparativa entre el actual paradigma y el que busca la curación.

Llegamos por fin al quid de la cuestión: en qué consiste el actual paradigma y porqué interesa llevarlo al extremo.

Bases del paradigma actual del cáncer:

  • El cáncer es producto de mutaciones genéticas de origen desconocido.
  • Cada tipo de cáncer, cada subtipo de tipo de cáncer, incluso cada persona, muta un número determinado de genes que desembocan (todos ellos, no importa su heterogeneidad) en un cáncer que, en realidad, son tantas enfermedades como tipos de subtipos de cáncer. A pesar de que las manifestaciones de todas esas enfermedades sean similares en todos los cánceres y personas, son (dicen) enfermedades diferentes.
  • Al tratarse de enfermedades diferentes, deberán tratarse con fármacos específicos, cada uno de los cuales ataca un grupo o combinación de genes. Habrá tantos fármacos como expresiones de dichos genes.

Y, ahora, las bases del nuevo paradigma, el que más fácilmente encontraría una cura:

  • El cáncer es una enfermedad metabólica.
  • Si se producen cambios genéticos son debidos a genes que se expresan después de que se produzcan los cambios metabólicos. Incluso aunque se demostrase que los genes vienen antes de los cambios metabólicos, éstos son sólo unos pocos, frente de las miles de combinaciones de genes mutados, luego el sentido común reclama atajar el metabolismo tumoral antes que las mutaciones.
  • Todos los tipos de cáncer comparten un conjunto relativamente limitado de características genéricas comunes, en todos los pacientes, que los diferencian de las células sanas: problemas mitocondriales, glucólisis como forma de obtener la energía, hipoxia ligada a mayor malignidad, consumo exagerado de glucosa, sistema inmune deprimido, incremento de producción de ácido láctico y sobreexpresión de lactato deshidrogenasa, incremento de receptores de insulina, factores inflamatorios y angiogénicos sobreexpresados, sobreexpresión de otras moléculas como HIF-1alfa o CXCR4, sobreexpresión de anhidrasa carbónica, reducción de ATPasas, inversión del gradiente de PH intra-extracelular…
  • Todos los cánceres son la misma enfermedad con pronósticos distintos debido a la diferencia anatómica y funcional de la célula donde sucede: la causa y solución son las mismas, aunque debido a las diferencias citadas, el cáncer será más o menos agresivo dependiendo del órgano primario donde se produzca.

¿Por qué se sigue el primer paradigma y no el segundo?

El sentido común de cualquiera que haya dirigido proyectos sabe que el segundo paradigma es mucho más eficiente: aprovecha unas pocas dianas genéricas, específicas de todos los tumores, para crear compuestos terapéuticos o seguir normas que permitan erradicar las condiciones metabólicas que alimentan al cáncer.

La primera opción necesita crear infinidad de fármacos, cada uno de los cuales sólo atacará determinada mutación de un grupo determinado de genes. Como el propio paradigma no ha cambiado, ni siquiera ese fármaco servirá para curar, sino para alargar la vida (a fin de cuentas las causas de porqué han mutado dichos genes no se contrarrestan, sino que persistirán y provocarán que el cáncer vuelva a recidivar en cuanto el tratamiento se suspenda).

Además, para cubrir toda la combinación de genes afectados deberán aplicarse varios fármacos cada vez, en función del perfil genético del tumor.

Cualquiera con dos de dos de frente habrá comprendido ya por dónde van los tiros.

¿Por qué el paradigma actual es muy efectivo para ganar dinero a pesar de ser casi inefectivo para curar?

El paradigma actual, pese a que representaría una afrenta contra el sentido común si su pretensión fuera curar, es una excelente manera de maximizar beneficios porque:

  • Requiere la constante síntesis de nuevos fármacos que contrarresten determinadas combinaciones de mutaciones genéticas.
  • Requiere la aplicación de combinaciones de fármacos por cada persona, dependiendo de dicha mutación genética particular.
  • Requiere la aplicación sostenida en el tiempo de esos fármacos para evitar que las verdaderas causas, que son ignoradas, hagan que el cáncer reaparezca, con el consiguiente flujo constante de gasto.
  • La extrema complejidad de los estudios induce a creer que realmente el cáncer es un poderoso enemigo y que la gente, por sí misma, no puede enfrentarse a ella, sino confiar en quienes investigan y producen tecnologías cada vez más inaccesible (algo parecido a los productos financieros creados por los Hedge Fund, cada vez más complejos para ocultar al pueblo sus verdaderas intenciones).
  • Al ser el cáncer, al parecer, muchas enfermedades que deben ser tratadas con fármacos específicos, conocemos perfectamente, gracias a la estadística de prevalencia de cada cáncer y a la epidemiología, el mercado potencial de cada dolencia, en cuál interesa investigar más, en cuál menos y cuál será el retorno de inversión más ajustado. Se pueden maximizar beneficios de manera más óptima con un mercado perfectamente segmentado.

¿Por qué el paradigma propuesto, que persigue la curación, sería nefasto para ganar dinero?

  • Se enfoca en unas pocas causas comunes a todos los cánceres, que requerirían menos fármacos o cambios simples de vida.
  • Supone que el cáncer es una enfermedad metabólica, en la que están implicados procesos bioquímicos genéricos (inflamación, sistema inmune, control de glucosa e insulina, etc), que comparte con otras dolencias, luego un fármaco que se usa en otras dolencias metabólicas, podría servir contra el cáncer y viceversa (luego veremos ejemplos).
  • Pasada la etapa aguda de tratamiento de la enfermedad, ésta podría controlarse con acciones muy sencillas, con productos y acciones naturales y baratas, no susceptibles de ser patentadas.
  • La simplicidad relativa del proceso haría comprender a la gente cómo el estilo de vida y los hábitos influyen no sólo en la prevención sino en el tratamiento, y cómo éste podría ser miles de veces más barato que si confiáramos en fármacos no sólo inútiles sino perjudiciales en su mayor parte.
  • No hay segmentación de mercado: todos los cánceres y enfermos padecen la misma dolencia. No es posible multiplicar los segmentos de mercado potencial y adaptar a cada ‘cliente’ un producto específico.

Ejemplos de fármacos actuales para procesos genéricos que también tienen eficacia antitumoral.

Esa es la razón por la cual muchos medicamentos que se usan para ciertas dolencias valen también para otras. No suele darse mucha publicidad a ese hecho, no vaya a ser que a alguien le dé por sumar dos más dos.

Pequeños ejemplos, de entre todos los que existen, procedentes de estudios científicos:

  • Los consumidores habituales de aspirina (ácido acetilsalicílico, un antiinflamatorio como lo son productos naturales como el aceite de pescado), tienen menores tasas de cáncer.
  • La Metformina, habitualmente empleada contra la diabetes y la resistencia a la insulina, ha demostrado sus cualidades antitumorales.
  • Lo mismo sucede con el Captopril o el Verapamilo, ambos fármacos antihipertensivo.
  • La Viagra (sí, la Viagra, que mejora la oxigenación y circulación, contrarrestando los fenómenos de hipoxia) ha demostrado aumentar la eficacia de la quimioterapia y la sobrevida de los pacientes.
  • Plerixafor, un medicamento potenciador del sistema inmune, usado para autotransplantes de médula, está demostrando extraordinaria eficacia antitumoral y para prevenir recidivas.
  • Los consumidores de Dicloroacetato de Sodio (que es un medicamento desde hace décadas, empleado para tratar enfermedades mitocondriales como la acidosis láctica) han demostrado padecer menores tasas de cáncer.
    (Nota: puestos a creer que el DCA es una farsa, podrían decir lo mismo de otros medicamentos como los mencionados Captopril o Metformina. Pero supongo que quienes opinan de semejante manera ni conocen esos estudios con otros fármacos ni saben que el DCA ya es un fármaco y no una pócima).

NOTA: no estoy diciendo en absoluto que haya que tomar, por nuestra cuenta y riesgo, aspirinas o viagra XD, como un lector me ha advertido, sólo los pongo como ejemplos de fármacos que actúan sobre procesos bioquímicos que comparten varias enfermedades

Ha tenido que venir recientemente todo un premio Nobel, James Watson, para alertar de lo que muchos sospechábamos: que el paradigma que aboga por una mayor personalización y terapias basadas en perfiles genéticos no servirá para nada.

La comunidad científica se ha quedado callada, sin rechistar, ante estas palabras. Supongo que saben que saldrían perdiendo si les diera por hacerlo.

Otro gallo hubiera cantado si fuera un don nadie como yo quien hubiera dicho que el emperador va desnudo, pero resulta que dicha comunidad, que debería atenerse a escuchar razones y argumentos, atiende casi en exclusiva al prestigio, esto es, a quién dice las cosas y no a cuáles son dichos argumentos.

El futuro que nos depara la industria.

El futuro que nos preparan las farmacéuticas es una distopía a la altura de 1984.

Puesto que (razonan, con capacidad infinita para insultar la inteligencia y manipular) el cáncer son muchas enfermedades, que se producen por mutaciones individuales de cada subtipo de cada tipo de tumor, que presenta una extrema variación individual, el futuro será mapear todas las combinaciones de posibles mutaciones genéticas, preparar una miríada de fármacos y aplicarlos a cada paciente en función de dicho mapa genético.

Pero no se detienen ahí: si ya sabemos qué combinaciones genéticas son más propicias para padecer un cáncer, entonces conozcamos el mapa genético de todas las personas, sanas incluidas, y apliquémosles fármacos para prevenir.

Su mercado potencial acaba de expandirse, de esa manera, a toda la humanidad.

Sólo queda que sus lobbies presionen a las instituciones políticas y que sus criados periodísticos alerten de la necesidad de aplicar dicha normativa «terapéutica» para que, en apenas una generación, todos nos hayamos acostumbrado a semejante obscenidad y llamemos conspiranoico a cualquiera que se oponga a ella.

Y a eso lo llamarán «medicina preventiva».

Eso quiere decir que, en un futuro, conseguirán que sea obligatorio hacerse pruebas genéticas y, como consecuencia de ellas, medicarse durante largos períodos de tiempo para evitar el cáncer o los cánceres a los que somos más proclives.

Si una persona no desarrolla un cáncer en toda su vida, lo achacarán a la prevención.

Si lo desarrolla, encontrarán nuevos fármacos que aplicar para cubrir una posible «laguna genética» que se les hubiera pasado por alto.

Y las estadísticas y los datos serán convenientemente mezclados para ofrecer el sesgo tendencioso que más beneficie a sus intereses, exactamente igual a como vienen haciendo periódicamente, gracias a sus notas de prensa, desde hace décadas.

De momento, os dejo una noticia que es un primer aviso del vaticinio: las británicas con historial familiar de cáncer de mama, tendrán tratamiento preventivo.

En realidad el titular obvia la palabra ‘familiar’, quizás para dar a entender que se trata de medicar sólo a mujeres que han padecido antes la enfermedad.

Pero no, se trata de aplicar el fármaco a mujeres SANAS con antecedentes familiares de enfermedad. Añadamos que sólo un 10% de los cánceres se sospecha que tengan un origen hereditario.

Si alguien cree que ese posible escenario futuro es una especulación de ciencia ficción que eche una ojeada a su alrededor, lea un poco de historia, reflexione brevemente (si aún conserva un mínimo de capacidad y ganas entre cada programa de ‘Sálvame’) y vuelva a considerarlo.

O mejor aún: creed que todas estas reflexiones provienen de datos absurdos, seguid pensando como hasta ahora y sed felices hasta que os veáis obligados a volver a pensar en ello.

Sólo serán publicados los comentarios críticos que muestren educación y, a ser posible, que aporten datos objetivos y/o argumentos razonados (estos últimos serán, de hecho, bienvenidos).

19 Comments

  1. Destartalado 31 de enero de 2013
    • Alfonso Fernández 31 de enero de 2013
  2. TutoOmuete 31 de enero de 2013
    • Alfonso Fernández 31 de enero de 2013
  3. jgonzalezg 20 de febrero de 2013
    • Alfonso Fernández 20 de febrero de 2013
  4. jgonzalezg 20 de febrero de 2013
    • Alfonso Fernández 21 de febrero de 2013
  5. jgonzalezg 21 de febrero de 2013
    • Alfonso Fernández 21 de febrero de 2013
  6. jgonzalezg 22 de febrero de 2013
    • Alfonso Fernández 22 de febrero de 2013
  7. Vipassana 24 de marzo de 2013
    • Alfonso Fernández 24 de marzo de 2013
  8. Bob 5 de abril de 2013
    • Alfonso Fernández 5 de abril de 2013
  9. Celedonio 8 de octubre de 2013
    • Alfonso Fernández 8 de octubre de 2013
  10. Pingback: Sobrevivir a un cáncer terminal | Cancer Integral 13 de noviembre de 2015
  11. Jose Manuel Bautista 25 de septiembre de 2017

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